lunes, 9 de noviembre de 2015

Venirse arriba y otras prácticas peligrosas



Una podría rendirse y aceptar que sólo tiene fuerzas para abrir la puerta y tirarse en la entradita en plan cadáver del CSI, que entre los madrugones, los pelirrojos, el otoño, la alergia, los deberes y los virus que llevamos pegados a la espalda como una amenaza fantasma o un buitre de discoteca, una no tiene energía ni para mantener las constantes vitales en su sitio, que si no fuera por como me late el tic del ojo diría que en realidad soy un espectro.

Pero claro, una es madre y aunque quisiera pasarse las tardes mirando a la pared hermosamente decorada por los garabatos de Cigoto, en plan testigo principal de las películas de Antena 3 de ‘he tenido un shock traumático y como mucho puedo balancearme con los ojos fuera de las cuencas’, no puede, y no puede no por conciencia, dios me libre -que eso, como la depilación de cejas, es para las nomadres- sino porque la vida no te deja rendirte y babear en el sofá, y los pelirrojos, menos, con lo bien que me vendría a mí el balanceo para los nervios y las cervicales.

Así, que ante la idea de tener que ir sí o sí al parque a que la prole coquetee con la muerte y una infección por tétanos, al súper a ver a maris atascando los pasillos y paseando como si estuvieran en el paseo marítimo o a la mesa de torturas del salón a hacer los deberes del demonio, una prefiere no reptar luciendo cara de ánima de la Virgen del Carmen y la bola de pelo fosco asomando por detrás y, sobre todo, no andar dando cabezadas sobre el libro de caligrafía y las malditas m con rabito, así que hace lo peor que se puede hacer que es venirse arriba.

Como ahora me ha dado por la cutremeditación, el slow y el rollo hapiness fraudulento y bueno, la bipolaridad que una ya trae de casa, una pasa de la muerte por cansancio a los gritos en plan alien el octavo pasajero y de ahí al modo Xuxa o Torrebruno el amigo de los niños y me tomo una dosis extra de cafeína o de taurina y en lugar de ir a ritmo normal y hacer lo que se espera de una, me vengo arriba y en lugar de hacer los deberes me invento hacerlo de una forma más creativa incluyendo invenciones de cuentos, teatros improvisados y juegos variados para aprender las partes del cuerpo en inglés con acento de Canillas de Algaidas.

O en lugar de pasar la tarde en casa, dándole a los rayos catódicos o la flojería, me saco de la chistera un plan de chicas de compras para probarnos las nuevas colecciones  o de cine o de museos o de juegos y hacer un pack mortal de Monopoly, parchís y suicidio o de cualquier cosa que en ese momento parezca una maravillosa idea pero que absolutamente siempre resulta ser un infierno.

Así, me entusiasmo, los entusiasmo y nos tiramos a las calles para a mitad de camino empezar a tener un shock multiorgánico y los sudores fríos de premenopáusica de ver a Cigoto corriendo hacia la carretera lampón por tragarse un parabrisas o escalando por una farola mientras la pelirroja se enfada porque no estoy escuchando la historia de como Beatriz ya no se habla con Rodrigo, que ahora ya no juega con Nachete, cuando yo lo único que quiero es volver a casa y tirarme en la entradita y babear.

O cuando llego del trabajo y tengo una cita posterior y me vengo arriba y me quito el maquillaje, la pintura de uñas y vuelvo a lavarme el pelo y… en un momento mientras la pelirroja me suplica que la maquille, el hermanísimo mastica mi última barra de labios y me veo frente al espejo con mi cara de ‘en realidad usted está muerta’, me entra la flojera inicial y verdadera y me enfado por tener que volver a darme la chapa y pintura y a meterme la plancha con lo bien que estaba una, aunque con el rimel semicorrido pareciera un mapache enfermo y tuviera dos desconchones en la uña del anular.

O hacer un día en familia que suena a anuncio de Coca Cola family y que termina como el rosario de la aurora y conmigo en plan Mila Ximénez on fire, gritándole a los pelirrojos y al mundo y gastando mis últimas rayitas de vida y maná en mitad de calle Larios para sorpresa de los transeúntes que me miran entusiasmados, creyendo que formo parte de una performance o un teatro ambulante de neorrealismo italiano.

Pues eso, que reptar tan poco es tan malo y para los lumbares viene estupendamente.

7 comentarios:

  1. Depilación de cejas... Debe ser eso hago cuando me doy cuenta de que parezco Chewbacca, siempre y cuando alguien no me haya dejado las pinzas inservibles después de jugar con ellas.

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    1. Jajjajajaja, qué vida más perra!! Con las cejitas que tenía yo de monas...

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  2. Muy bueno, Flor, jajajaj....Si es que lo de venirse arriba...es un cachondeooo jajajjaj. Yo soy mucho de venirme arriba...pero al minuto uno ya me dan miedo las alturas y otra vez a chapar suelo...Que te estoy escribiendo con medio culo en el sofá y el otro medio fuera, si lo pongo todo luego me cuesta un siglo levantarme. Y así en plan alerta ya salto al vuelo. Cierto que tengo las noches para mi sola, pero entre huir de la plancha y del espejo para no verme las canas que se ríen de mí..., nada, que me vengo abajo y me escondo entre las sábanas, eso sí, prometiéndome a mi misma que mañana aguanto todo el día arriba, muy arriba...,ilusa de miiiii!!! La de los churumbeles.

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    1. Necesitamos vitaminas a gogó (esto son copas con las amigas para coger fuerzas!) jajjaa

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  3. Ese vértigo cuando te has venido arriba y vas con ellos o ellas por la calle ¡ay dios, quien me mandaría a mí! jajajajajaja Lo bueno es pensar en el pedazo de siesta que se van a echar...y lo bien que podrás babear ese rato, ¡y en el sofá!

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