Hace casi cinco años que abrí este blog casi por casualidad,
básicamente con la idea de contar mis pinitos como madre agotada de una
pelirroja loca y ahorrarme en psicólogos los que me iba a tener que gastar en
antiojeras. Sinceramente, no tenía más expectativas que escribir y que
enganchar con suerte a cuatro o cinco amigos benévolos y temerosos de dios, que
me leyeran y compartieran sus experiencias con el negocio de la crianza y, el
anexo de estrés añadido que trae, y pudiéramos echar unas risas 2.0.
Pero el blog creció y cada día tuvo más y más seguidores y
casi sin darnos cuenta llegamos hasta los más de 5.000 lectores diarios que
abrían estas páginas desde los rincones más recónditos del mundo. Una pasada.
Una verdadera pasada.
Así, primero cada día y luego cada semana, compartí parte de
mi vida con vosotros y fuisteis testigos de cómo mi vida, y también la vuestra
iba cambiando: la pelirroja crecía, cambié de curro, me apunté y me desapunté
al gimnasio como cinco veces, hice siete dietas infructíferas, cambié los
muebles del salón y aumentamos la familia con un hermanísimo que al igual que
su hermana, se debate entre ser una monería y un demonio del inframundo.
Pasamos agotadoras semanas santas, las no siempre divinas vacaciones,
las estresantes vueltas al cole, el temido paso de la guardería a infantil, la operación
pañal fuera, el embarazo y sus achaques, las bonitas navidades, los nervios de
los Reyes, el primer Ratoncito Pérez y prácticamente todo lo concerniente a la
maternidad desde la distancia y compartiendo anécdotas hasta para criticar a
las suegras y reírnos un rato.
Desde 2012 que se abrió, este blog me ha dado muchas
alegrías y no sólo por su éxito o porque me diera la oportunidad de escribir un
libro, sino por conoceros a todas, por vuestros comentarios llenos de humor y
de cariño, las que me decís que esperáis los lunes con ganas por leer estas
líneas, las que contáis vuestras anécdotas, las que compartís vuestro tiempo
leyendo, las que me escribís emails contándome vuestras cosas y las que os
molestáis en comentar en el blog, en Facebook y en dar likes en instagram a
pesar de mi mala cara y de que ya apenas tenga tiempo de contestaros. A todas
gracias. Muchas gracias. A lot of gracias.
Sin embargo, como imagino que comprenderéis como madres
agotadas que sois, no me da la vida. Lo intento, pero no me da. Y con esto de
la bimaternidad, el curro, las clases de inglés, las extraescolares, el
logopeda, la casa, los deberes y el bilingüismo escolar, no es que no tenga
tiempo ni para depilarme las cejas -si
me vierais ahora mismo entenderíais que no es una manera de hablar- es que no
tengo tiempo de vivir. Y no se puede vivir con tanto estrés. Así que no me
queda otra que ganar de tiempo de donde pueda y por tanto, de hacer un parón en
el blog de por lo menos seis mesecitos o un año o lo que haga falta para poder
llevar a buen puerto a esta familia de locos que al contrario de lo que parece,
a medida de cumplen años cada vez necesitan más.
No es un adiós, amores míos. En absoluto. Pienso volver en
cuanto la vida me dé una tregua o me toque el Euromillón y pueda dedicarme a
escribir y a comer Nutella y entonces, ojalá pueda encontraros otra vez al otro
lado de este ordenador. Os echaré mucho de menos, aunque espero seguir viéndoos
por las redes sociales o por los bares. ‘Sus quiero mussho’, que sepáis que me
habéis hecho muy feliz estos años y que os llevo en este corazón de madre
estresada que hoy se ha roto un poquito.
¡Sed felices!