Como el hermanísimo además de ser una bomba de relojería que
en cualquier momento o en todos los momentos, hace saltar por los aires nuestro
bienestar –si es que alguna vez hemos tenido de eso- no tiene todavía dos años,
a veces se me olvida que la pelirroja también es pequeña. Muy pequeña. Aunque se
pinte los labios mejor que yo y exija ir en tacones de Frozen a los cumpleaños
de los amiguitos, dando traspiés como un travesti amateur.
Se me olvida cuando me despierta en mitad de la noche respirándome
en la cara porque tiene ‘zuzto’ y me vuelvo muy loca y le digo que ya es mayor
y que bastante tengo con el loco de Cigoto tirándose en caída libre sobre mi
cintura con nocturnidad y alevosía como para tener a otra psicópata clavándome
las pupilas a las tres de la mañana para matarme de un infarto.
Pero luego, cuando la meto en la cama para maldormir en
pandilla o me voy a la suya con la esperanza de que se duerma en tres segundos
y poder darle esquinazo más pronto que tarde, esto es antes de que me quede
parapléjica con la postura de alcayata, aún con ojos pegados y la mala uva a
flor de piel, me parto de la risa cuando me pega la cara al oído y me cuenta ‘ez
que he tenido un zueño de mucho suzto de un moztruo muy grande que nos pizaba
la caza con unos dedoz muy gordos y con una uña zusia zusia que me raspaba la
cara’ alternando el ceceo de pueblo de las montañas con el seseo de Mari de
extrarradio y temblando al recordar la gigantouña sucia raspadora.
O cuando por un descuido vio un documental de la 2 –que esos
son menos recomendados para la infancia que Sálvame Deluxe- y desde entonces le
cuenta a todo el que la quiera escuchar que los lobos salvajes te comen la
carne de los huesos de un bocado.
O cuando la acuesto y me dice que me quiere ‘desde cien a
cien a cien, doscientos o mil’, que se ve que es como una barbaridad aunque no
sé si tanto ‘como un millón o cien montañaz o un corazón de brillantez lleno de
amor y brillantez’, que se ve que sin brillantes no puede haber amor que valga.
O como cuando hace unos días le dijo a la mamma que yo estaba
siempre guapa porque echo muchos polvoretes... Para que después de morir de un
infarto cerebral frente a la mirada ojiplática de mi pudorosa madre, añadir que
son 'roza fuerte y ze echan con una brocha precioza'.
O cuando llegó del colegio muerta de la risa para contarme
que un amiguito ‘que eztá loquízimo’ le había dicho que los bebés ‘zalen por el
culo’. ‘Yo ez que creo que ez muy pequeño y zu madre no ha querido azuztarle
diciéndole que zalen por el ombligo con una magia y el pobre ze ha creído que
zalen por el culo como la caca y el pipí. Qué tonto ez ¡si ezo es una locura!’ Y
se muere de la risa.