Viviendo como vivo en este mar de malvivir, a una no le
queda otra que tener esperanza en que todo vaya yendo a mejor y sobre todo, en
que una pueda encarar más asuntos de los que encara ahora que no tiene tiempo
(ni ganas) de partirse la cara en duelo con las paredes de la cocina o la falta
de apetito de la pelirroja, como cuando para poder comerte tranquila media
tableta de Suchard una se asegura a sí misma que al día siguiente sobrevivirá a
base de fruta y deporte extremo y sólo con ese pensamiento se siente satisfecha
de pensar lo bien que lo controla todo. Pues más o menos, pero sin Suchard.
Así que yo soy mucho de marcarme propósitos. En plan que si
la niña hace los deberes a empujones, protestando y con más borrones que letras,
me prometo que a partir del día siguiente voy a empezar una técnica de aprender
jugando y la haré entrar en razón y yo no gritaré como un mandril y la niña irá
a Harvard y yo recuperaré frondosidad capilar. Y me lo creo.
O que si no come o mejor dicho no prueba nada y cuando digo
nada es nada – y sobrevive del viento y de yogures- y yo entro en bucle de
locura y amenazas variadas, pienso, mientras me debato entre tirarle el vaso de
leche por la cabeza como las madres antiguas, en hacer un cuadrante de premios
y castigos o prohibirle las chuches hasta que coma comida o hacer una técnica
tocapiés de armonía alimenticia y que al final la niña coma como una niña normal
y yo pueda disfrutar de un almuerzo sin que se me salgan los ojos de las órbitas
de mala uva maternal. Y me lo creo.
O cuando Cigoto se lanza de la mesita de noche a la cuna de
cabeza para partirse en cuello a traición o desfila descalzo por el filo del
mueble frente al precipicio en un abrir y cerrar de ojos paternal, me prometo acolcharlo
todo como en un manicomio de postín –lo bien que me vendría uno a mí- o
enseñarle nuevas maneras de jugar que no incluyan puntos ni escayola ni
infartos maternales y que una pueda incluso ver la tele –qué osadía- mientras mi
hijo amadísimo juega con las construcciones cual ser civilizado. Y me lo creo.
O cuando vuelvo a ponerme el mismo jersey porque la mayoría
de mi ropa invernal aún está en los altillos y juro que en cuanto tenga un
hueco, me pongo a bajar ropa, lavarla, plancharla y provocarme un gratuito
ataque de alergia y me imagino vistiendo monísima con los conjuntos chulapones
que lucía el invierno pasado. Y me lo creo.
Pero luego llega la vida y el despertador suena a las seis y
media de la mañana aunque nunca suena porque yo duermo con un ojo abierto y
otro pipa como Colombo, primero porque no me dejan y segundo para que no suene
la alarma y despierte al pelirrojismo y ya haya fiesta en casa. Me voy al curro
corriendo como una loca, dándome patadas en el culo de prisa y contra las
puertas de sueño. Y con suerte, me acuerdo de ponerme braguitas, así que si el
jersey elegido es el que me hace cara de enferma, me la sopla.
Y llego cerca de las cuatro y todo es caos y agotamiento y
me como cuatro calorías mientras la pelirroja vestida de Cenicienta me mete los
pelos en el calabacín y Cigoto se tira mi vaso encima y el páter recibe dos
millones de llamadas de teléfono que no ha podido atender cuando estaba solo
con las bestias y tiene que esconderse para que sus interlocutores no crean que
vive en un gallinero.
Entonces descubro que son las cinco y pico, que la pelirroja
tiene deberes nivel universitario para dos días, que el páter tiene una reunión
y que Cigoto trata de subirse a la televisión para comerse una bola de
plastilina. E improviso. Amenazo dedo en alto a la primogénita para que haga
las tareas mientras salvo a Cigoto de un suicidio inminente y le vigilo el rabo
de la a que siempre parece una o. Y al final todo es igual. La niña protesta,
yo amenazo, el hermanísimo consigue abrir el baño y lanzarse cabeza abajo a la bañera…
Y entonces pensar en rebuscar en los altillos o respirar me parecen tareas
innecesarias y hasta frívolas. Y quién coge una regla metálica –que son las que
tenemos en casa- para hacer el cuadrante con el pequeño pelirrojo lampón por clavársela
en el esternón o apuñalar a la hermana mientras descompone el número 8 y protesta
‘por que es que no quiero hacer los debereeees’. No se puede.
Entonces llama mi madre y me propone tirarnos a las calles y
aunque tengo pendiente la lectura del Letrilandia de los huevos, los baños
pelirrojos con espuma e inundación, la casa pocilguera, el trabajo extra y un
alisado de pelo para no parecer Cindy Louper mañana en el curro, le digo que sí.
Y huimos en pandilla. Y damos un paseo, comemos churros, los pelirrojos corren,
nos resfriamos con la ventolera y nos reímos.
Mañana será otro día. Y ese sí que lo voy a hacer bien…
Jajaja tu vida es un sin vivir!!!!!!
ResponderEliminarBesos
Me voy a acostar otra vez. Me ha dado fatiga tan solo imaginármelo.
ResponderEliminarYessss. Mi vida es igualita. Pero igual, igual. Sólo que la mía rubia no tiene deberes! Sólo me faltaba! Pero la vida chunga es la misma, con otros condicionantes.
ResponderEliminarQue digo yo que cuando los segundos sean más mayores será algo mejor la cosa no?
Jod... con los deberes de los hu... pero por qué les ponen tamtos, si además está demostrado que no sirven para nada. Odio los deberes. pero claro ni pensar en que no los haga porque no quiero que sea la niña señalada y marginada que nunca los hace, además tb quiero que vaya a Harvard, jijij.
ResponderEliminarJajajajaja. Si es que no se puede planificar tanto. La vida hay que vivirla como viene. Un besote!!!!
ResponderEliminar¡Qué grande eres! Con lo de Cindy Louper me mataste! jajajaja
ResponderEliminarMe declaro fan de Nicolaso, el niño promete.
Muchos ánimos!
Yo tengo pendiente una larga lista de cosas que hacer: cambio de ropa del invierno, que casi ya no lo voy a hacer, porque total ya llega el verano en ná. Montar una estantería de Ikea, que sí, que lo tengo que hacer, pero la que está ahora también hace su función, así que mejor la dejo para cuando el pequeño crezca un poco. Desmontar la mesa del jardín, que tenía limpia desde octubre para bajarla al trastero pero como un día empezó a llover y ya no ha parado, pues mejor ya la dejo para la primavera, porque ahora ya no puedo volver a limpiarla porque no voy a salir al jardin con paraguas..., Pintar las paredes del pasillo de manos de chocolate y esa mezcla de tiza, barro y gusanitos, total, para qué? si la pinto y el pequeño empieza ahora a andar y se va a ir apoyando en la escalera, mejor me espero tres años que ya tendré tiempo para hacerlo. Prepararle luna buena mesa a los dos mayores para que haga sus deberes. No, mejor ésta tampoco, porque total los hacen en el salón, que en su habitación se ponen a hablar y no termina y prefieren el salón porque me van preguntando cosas de las tareas. Limpiar la mampara de la ducha del baño verde. Eso solo me acuerdo cuando me ducho en ese baño y veo los lamparones. Asi que lo borro de la lista. Total no me voy a acordar. Organizar el trastero. En un par de años, me queda como nuevo. Pintar el muro del jardín. Eso sí. Ni de coña. Ir al gimnasio. Empiezo el lunes. Mierda. Hoy es lunes y no puedo......
ResponderEliminarMe río contigo y tú ríete conmigo....que estoy en una situación más o menos igual jajajjaj. Atrás quedaron los propósitos de enero, que yo soy mucho de renovar, el caso es que llevo ya unos días diciendome de mañana no pasa- lo de poner orden en esta casa- ya me vale seguir echandole la culpa al mal tiempo que hace fuera, que le saca a una las ganas de todo, y a este paso me veo en la primavera y sin mejorar, nada de nada. Así que, me tengo que poner las pilas e intentar ser persona y obrar en consecuencia...pero que bien te entiendo y que difícil lo veo. Por aquí la leche la van tomando, pero a mi también me entran unas ganas de ducharlos en lentejas..., cuando te has tirado toda la mañana en la cocina...y ves una parsimonia con la cuchara desde el plato a la boca!!?? y esos protestares por lo bajito...y miras el reloj y ves que el tiempo se vuelve a reír de ti...Mañana empecemos de cero,me imaginaré un día soleado y vamos a comernos el mundo!!! Ahora voy a seguir riendome con pelirroja y cigoto...estos dos si que saben...comerse el mundo. La de los churumbeles.
ResponderEliminar¡Como te entiendo! (Llevo UN MES yendo al trabajo alternando dos mallas exactamente iguales y dos camisas. Mañana me sacan coplas, creo.)
ResponderEliminarYa estamos en febrero??? Todo pasa así de rápido??? jajajajaja Todo por hacer!
ResponderEliminarHola. me siento identificada con tus palabras... es tal cual mi día a día... eso de marcarse objetivos está muy bien pero nuestro día a día con hijos está lleno de imprevistos y no podemos atarnos a la agenda... hiciste mujy bien lanzarte a las calles y saborear unos exquisitos churros... me encantan y a los niños también!! Seguimos en contacto
ResponderEliminarMucho ánimo, Flor!! No estás sola, es que trabajar fuera y dentro de casa y tener dos enanos es mucha tela!!
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