A mí me gusta San Valentín. Para qué voy a engañar a nadie.
Me da igual que lo inventara El Corte Inglés que para eso inventó también lo de
cambiar el artículo por el dinero y no he escuchado a nadie quejarse. Y para
eso mi madre tiene la tarjeta de cliente y vive empadronada entre la cafetería
y la sección de charcutería del supermercado por lo que tenemos establecidos
lazos y vínculos especiales como para andar rechazando las fechas que nos
señalan como importantes. Un respeto. Eso sin contar con que hay regalos, vino
y achuchones. Vamos, que estaría feísimo mirar para otro lado. Más con esta
vida perra que llevamos entre baños, deberes y visitas al Materno en horas
intempestivas. Que una se merece un chance.
Sin embargo, con esto de la maternidad doble, San Valentín
no es lo que era, vamos, que ni siquiera se le parece por mucho que una ponga
de su parte, se haga la plancha y finja no dormirse durante la cena y abrirse
la cabeza contra el jarrón de los tulipanes.
A ver, que yo quiero ser romántica y todas esas cosas, pero
es que no me da la vida y al pater, la pobre criatura, tampoco. Que desde que
nació Cigoto ha perdido seis kilos y el brillo de la mirada y ahora en lugar de
ir a catas de champagne va al parque de columpios a ver descalabrarse a los
niños tobogán abajo.
Pero nosotros fingimos. Y a veces hasta nos lo creemos y nos
ilusionamos con un día para nosotros aunque sea con los pelirrojos dando
vueltas a nuestro alrededor como peonzas
borrachas. Y nos compramos nuestros regalos y nos damos nuestras sorpresas
aunque una no pueda sorprenderse mucho rato porque justo cuando descubre su
regalo, descubre también a Cigoto encima de la mesa del comedor dispuesto a
lanzarse al vacío y hay que ir al rescate o a ponerle a la pelirroja el juego
de cortar uñas de la tablet –un ascazo de juego- y al final no podemos hacernos
mucha fiesta. No mucha en solitario al menos.
Y aunque nos preparemos una cena para dos, al final es
Cigoto quien se come mi plato y la primogénita la que da arcadas al ver el
solomillo sangrante del pater y cuando con el romanticismo de la canción de ‘El
pisotón del Dinosaurio’ de Peppa Pig de fondo, el pater me da la mano, hasta me
da la risa de comprobar lo grandullona que es, acostumbrada a la mano pequeñita
y pegajosa de los pelirrojos.
Y recordamos cuando estas fiestas la pasábamos en solitario
y en hoteles chachilones de postín, dándole al amor y a los arrumacos y ahora
nos vemos disfrutándola en pandilla hacinados en el sofá cobijados por una
manta y viendo Canal Disney en bucle.
Pero es entonces cuando el pater desliza su gigantomano bajo
la manta y coge la mía y nos miramos furtivamente como si tuviéramos catorce
años y miramos a los pelirrojos que se parten de risa con el abuelo Rabbit y
entonces me doy cuenta de que no ha habido mejores sanvalentines que estos. Aunque
sean en grupo.
Cuando era no-madre, pensaba que cuando lo fuera, iba a echar de menos mi vida anterior. Nada más lejos de la realidad. Adoro mi vida de madre por encima de todas las cosas, aunque ello suponga ir a comprar unos pantalones y tener que probármelos con mi morena dando manotazos en la cortina ; a pesar de no haber dormido una noche del tirón en cinco años, porque tiene más aversión de estar tapada que las femmen; a costa de tener 15 kilos de más repartidos de mala manera por todo mi cuerpo, con especial fijación en la tripa y en el culo, cosa ésta, que me hace más complicado encontrar los pantalones anteriormente mencionados.
ResponderEliminarEn defiinitiva...adoro ser madre y amo a mi morena con todo mi corazón.
Claro que sí. Es la vida que has elegido y sólo por eso seguro que te hace feliz.
ResponderEliminar¿Hay un juego de cortar uñas? Estoy en shock... Besotes!!!!
Yo se lo ví por primera vez a mi ahijada, tuve que mirar dos veces, parecía que le gustaba...yo tuve que optar por cerrar los ojos o desviar la vista xd.Se ve que no estoy preparada para estas cosas xd.
EliminarQué bonito, Flor. Qué bonito.
ResponderEliminarPues claro que si, todas las parejas necesitan su espacio y las que son padres y de dos, encima, más, pero eso no quita que cuando veas a tus retoños pienses que es lo mejor que has hecho en la vida. Bonita reflexión Feli San Valentín.
ResponderEliminarY después de todo eso que según relatas te ha pasado...crees que te has perdido alguna celebración, tipo -estopuedemejorar?????? jajajajja...si tu día -D, es de envidia!!!! por que has conseguido ver más allá, has conseguido atrapar esa sensación de -debajo de la manta. Además si leo entre líneas puedo deducir que has esbozado una sonrisa recordando eses momentos, eso es un regalazo!!! La de los churumbeles. Pd- tengo que añadir, que si no reviento, que a mí con este post me has sacado unas carcajadas, qué grande eres!!!
ResponderEliminarCómo molan los San Valentín en grupo!!!!!!!!!! Y cuando crecen y creemos que vamos a estar solos,noooooo, se nos acoplan para que los llevemos a algún sitio, y ya de paso a fulanito o menganita, que sus padres están de San Valentín, jejeje, pero bueno, mola estar con ellos, son la sal de la vida. Besinos.
ResponderEliminarYo era una Grinch de San Valentín, debo reconocerlo. Pero ahora mi chiquilla es súper fan de regalar corazones a sus amiguitos y festejar el día del amor, así que festejamos juntos los tres en el sillón, viendo películas de princesas y cocinando muffins con corazones, aah la vida como cambia...
ResponderEliminarNosotros nos pasamos el día entre un partido de fútbol y un, eterno, torneo de ajedrez, y lo terminamos cenando en un McDonalds con los niños y su amigo del alma. Si esto no es amor del bueno, que venga San Valentín incorrupto y lo vea...
ResponderEliminarOle!!! Que bonito final para el día de San Valentín!!!! :D
ResponderEliminarY que viva el Corte Inglés, coñe! jajajaj