Así, a primera vista, todo parece igual. Pero no. Seguramente,
los demás y sobre todo los no-padres ya se han percatado del cambio, pero no se
han atrevido a comentar nada por prudencia o por lástima, ya que los estragos
de la mala vida maternal no pasan desapercibidos a los ojos de los que duermen
ocho horas y tienen las neuronas intactas. Pero una no se entera –como las
engañadas- hasta que ya es demasiado tarde y ya ha derrochado demasiados comportamientos
ridículos y surrealistas a su paso.
Normalmente, una viene a darse cuenta de que ha entrado a
formar parte de una microrrealidad aproximadamente a los seis meses de
estrenarse en esto de la maternidad y lo descubre un día, así de golpe y como
quien no quiere la cosa, mientras compra el pan, mira en el buzón o hace cola
en el banco.
En mi caso, lo descubrí una mañana mientras empujaba mi gigantocarro
por calle Larios -con mi habitual pose jorobada- y cantaba a voz en grito -y
con acompasados movimientos de cabeza- la afamada Chata Merengüela, para amansar
a la señorita y con la idea de que aquello era un comportamiento de lo más
normal. Sin embargo, en uno de los giros de cabeza y sin dejar de cantar, me
topé con la mirada ojiplática de un compañero de Facultad, que se me acercaba lentamente
con la certeza de estar equivocado y de que esa loca cantarina de pelo a lo
Almodóvar no podía ser yo. Pero lo era.
Y, puestos a confesar, también era yo la que se tiró a suelo
en la Cabalgata de Reyes para conseguirle a la nena dos caramelos pisoteados y
hacer más fiesta que si me hubiera tocado el Euromillón; la que amenazó a un
Papa Noel semindigente para que le diera un globo de publicidad; la que encajó
el trasero en una atracción infantil de Feria para dar dos vueltas, humillada,
junto a niños de dos años, o la que baila de la mano de la pelirroja y frente a
las orquestas adolescentes, los pajaritos o lo que le echen como las viejas de
pueblo o las solteronas de las bodas de película…
Y no hay nada que hacer porque, aunque yo trate de que sea
el padre de la criatura el que se someta a este tipo de vejaciones paternales -que
lo hace, pobrecito mío-, lo cierto es que la microrrealidad es tan potente que
la mayoría de esos ridículos comportamientos salen por inercia y una no se da
cuenta de que está haciendo el imbécil hasta que se encuentra con la mirada
estupefacta de un transeúnte o la sonrisa cómplice de otra madre agotada.
Me imagino que un hijo propio es como tener una novela en la cabeza, desconcierta, te hace vivir en un mundo aparte, un mundo cuya veracidad reivindicas pero sabes efímera (hasta que crezcan o hasta que al final vomites lo que sea sobre el papel). Démonos la enhorabuena por tener microrrealidades en las que sumergirnos para escapar de la genérica. Un abrazo!
ResponderEliminarLo cierto es que son las microrrealidades las que nos hacen soportar la realidad y, de paso, ajustar el mundo a nuestra medida... Sólo que hay microrrealidades mejores que otras, para qué nos vamos a engañar, jajjaja
EliminarGracias por pasarte!
Sublime!!
ResponderEliminarMuy cierto lo de la Microrrealidad, yo también he recibido miradas extrañadas cuándo les voy cantando por la calle ;-)
Gracias por tu blog, me encanta leerte!
Muchas gracias!!!!
EliminarYo q no cantaba ni en la ducha,ahora mal canto en cualquier parte y como esas mil ciento y una.......arriba con las microrrealidades!!!!!!
ResponderEliminarSobrevivir como sea. Aunque sea haciendo el majara. Ésa es la respuesta!!!
EliminarJajajajaja... Anda que es mentira... Pero con lo me he quedao traumatizado es con el papa noel semindigente... Lo cogiste de la solapa ? Le revoleaste el gorro ridiculo ese ? Quiero datos !
ResponderEliminarChiqui, genial una vez mas...
Él no era el que los repartía, era un desganado jovenssuelo del Ayto, pero el Papa Noel semindigente no sólo se me coló en la cola para pillar el globo, azul, cutre y de propaganda, sino que se llevaba de golpe como diez. No podía permitirlo!!
EliminarFlor, no dejes de escribir,realmente bueno y cierto (por desgracia para ti y para mi hermano) me hago fan :)
ResponderEliminarVeo , que ya hiciste la reflexión antes que yo. Pero tenemos puntos de vista diferentes. Creo que a mí esas cosas me gustan.
ResponderEliminarCierto, cierto. La microrealidad... Nunca lo había pensado así... El caso es que una vez has empezado ya no hay vuelta atrás.
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