Para una madre adicta a la moda, que se estudia la Vogue desde tiempos
inmemoriales –ahora sólo la mira y con un ojo en los tres segundos libres que
le quedan al día- y que se traga todos los desfiles nacionales e
internacionales con la misma emoción que si estuviera en el cine, con un bol de
palomitas y una gigantococacola Zero, tomando incluso apuntes –especialmente
sobre los vestidos que ha decidido que se pondrá el día en que finalmente la
inviten a los Óscar- y que se sabe al dedillo las nuevas colecciones de las
grandes marcas low cost –cuyas dependientas ya la llaman por su nombre, le
guardan gangas y le preguntan por la familia- tener una hija choni es un drama.
Qué digo un drama, una tragedia. Una tragedia de las gordas.
Al principio de los tiempos, cuando su mayor interactuación
con el mundo era babear y lanzar bocanadas de leche cortada a quien la cogiera,
la pelirroja se dejaba poner de todo: capotas de piqué, faldones hechos a mano,
vestidos con encajes y rebecas con puntillas y todas las maravillas del arsenal
que, como madre a priori entregada, le había preparado para pasearla por la
ciudad como digna hija de su madre.
Sin embargo, a medida que la nena iba acumulando neuronas y
carácter, empezó a ponerle pegas a según qué ropa y a pedir explícitamente
ponerse algún vestido concreto, antes incluso de empezar a hablar y a mí como
aquello me parecía algo muy pizpireto y gracioso, pues la consentía. Total,
toda la ropa que tenía era bonita por lo que igual daba el vestido de cuadros
que el de lunares, el de piqué que el de algodón orgánico, la niña se quedaba
contenta y yo me ahorraba un buen rato de infructuosas negociaciones.
Pero claro yo, cual madre lobotomizada, no contaba con la
llegada de la guardería y con ella, la entrada en el armario –¡oh, qué
profanación!- de chándales variados, sudaderas, camisetas de deporte, pitillos
de colores, calcetas, tenis de velcro y otras muchas prendas espeluznantes que,
como no podía ser de otra manera, enamoraron a la pelirroja desde el primer
momento para desgracia de su madre y de todos los defensores del buen gusto.
En una de nuestras negociaciones -absurdas pero tan tensas
como las de Gaza- acordamos –o acordé yo sola, mientras ella se sacaba un moco,
porque además de choni es un poco cochina- que por las mañanas ella podría
elegir la ropa para ir a la guardería, ya que allí parece ser condición ‘sine
qua non’ ir hecha un cromo y entiendo que la pobre no puede enfrentarse a un
día de pintura de dedos y carreras de saco con un vestido de Pili Carrera, así
que ella se pone el chándal por la mañana, combinado cómo quiera -y creedme que
es capaz de las mayores atrocidades textiles, de ahí que ahora sea el pater
quien la lleve al cole y no yo- y una servidora mande en el vestuario para el resto
del día o para los eventos que se aparten del micromundo de la guardería.
No tengo claro si es que no entendió los términos del
acuerdo o si directamente me vacila, pero cada vez que toca vestirla, y antes
de que yo pueda reaccionar, me abre armarios y cajones hasta dar con la
camiseta más terrible de todas -fruto del regalo de un bienintencionado enemigo
de la moda o de la herencia de alguna amiga, que seguramente también la
detestaba porque esas abominables prendas siempre están casi sin estrenar-
llena de lentejuelas y florituras, cuanto más fluorescentes mejor y si puede
tener una muñeca con pinta de prostituta, entonces el éxtasis está asegurado.
Y así vamos, luchando. La mayoría de las veces, peleo y la visto
de niña bien al módico precio de unas gominolas o de ir andando en lugar de en
el carro, pero otras pocas veces, claudico, sobre todo cuando la lleva el
padre, y sale a la calle a medio camino entre una indigente loca y una María
Isabel cualquiera, pero radiante de felicidad.
Lo peor es cuando vamos a los chinos y se lanza a por los
pseudovestidos de fiesta con lazos, tules y mucha purpurina que suelen vender
en la parte trasera del local y los abraza fuertemente mientras me mira con la
mirada de choni dulce, ansiosa por llevárselo a casa. A veces he estado tentada
de comprarle uno para jugar en casa. Total, por 10 euros que cuestan, qué
disfrute. Pero luego recapacito y la veo vestida de dama de honor pekinesa
camino de la guardería y por ahí sí que no paso... Al menos, de momento.
Jjajajajaja........pero una choni mu dulce,es un sol y super divertida!pero volviendo al tema de hoy,pq somos nosotras la q insistimos en q siempre vayan ideales,cuando las nenas a la mínima oportunidad se quitan zapatos,lazos,arrrancan los borlones de sus bonitos calcetines y lucen manchas imposibles se sacar de sus preciosos vestidos de piqué.Por qué directamente no le compramos su chonivesturio preferido,nos ahorramos una pasta y la invertimos en nosotras?ellas contenta y nosotras también ....pues no seguiremos tropezando con la misma piedra una y otra vez,no tenemos arreglo,será la falta de neuronas y q aun nos queda un poquito de buen gusto jaja aunque sea para q las nenas duren perfecta 5 minutillos!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo!!!!!! Pero qué vergüenza ir con las enanas llenas de tules y lentejuelas variadas, no?? Aunque ellas irían felices y contentas!! Y nosotras podríamos invertir más en nosotras! Todo es cuestión de estudiarlo! jajja
EliminarXXX
jajajaja, q personalidad eh!
ResponderEliminary q figurita!! ya elige sus ropas, q amor.
ya me tocarà esta fase, la espero ansiosa. je
Ya me contarás cuando te eche el armario abajo, jajajjajaja
EliminarXXX
Quién sabe, a lo mejor tu pelorroja resulta ser un genio de la moda y tú sin saberlo. De todas formas mejor así, créeme. Mientras que yo fui durante muchos años como una muñeca para mi madre, la cual me ponía los trajes que le daba la gana y no sólo me los dejaba, sino que encima ni ensuciaba ni rompía nada, para dos tías mías, vestir a sus hijas era un calvario. Se rompían los leotardos, los vestidos, los lazos, hasta los dobladillos de las faldas. La madre de la mayor se dio por vencida, y la hija, naturalmente, se convirtió en una choni poligonera pero de las de chulos, putas y viceversa. La madre de la menor no, y la niña siguió vistiendo como una niña bien hasta que en su adolescencia dejó ése actitud de dejadez hacia su aspecto, y se volvió hiperpresumida. Sin embargo, aunque yo me dejaba todo en mi infancia, cuando fui preadolescente, salía con mi prima mayor y fui una cosa muy rara con ramarazos de choni, luego cambié de amistades y fui un intento frustrado de emo, o algo así. Y finalmente me volví adicta a inditex y parecidos.
ResponderEliminarLo que quiero decir con todo este tocho, es que tú no te rindas! tu niña tiene gusto, tiene que haberlo heredado de su madre sí o sí, pero también tiene carácter, y en cuanto sus neuronas empiecen a funcionar medio bien, ya verás como se dejará aconsejar por ti, e incluso intercambiaréis (léase "pelearéis) ropas de vuestros armarios. Palabra!
Seguro????? Tengo miedo!!!
EliminarPD. Lo del estilo Emo me ha dejado sin palabras ;) jajajajajajajajjajaja
No tengas miedo, en realidad se pasa rápido XD Son sólo fases, como lo de colgar pósters en la pared. Mi madre me puso los límites pero dejándome siempre mi espacio, y creo que en eso acertó. Fue divertido pasar por esas fases jeje
EliminarJajajajajaja como me he reído! No conocía tú blog! Pero desde hoy me quedo por aquí con tu permiso!
ResponderEliminarIntenta sobornarla! Que luego llegará la etapa del bershka, pull &bear... Jajajajaja mientras sea choni de este tipo y no del tipo: collares de oro falso, ropa de putas(con perdón pero es así) y etc...
Un besote gordote :P
Muchas gracias!!! No, no, ella es choni de las chungas, nada de Bershka, ella es carne de cañón de mercadillo.
EliminarNo somos nadie, jajajjajaja!!!
Gracias por pasarte!!!
Jajajaja, que me ha gustado tu entrada de blog. y me has hecho reir un poquillo.Ya veo que tu pelirroja ya tiene su propia personalidad.Muchisimas gracias por pasarte por mi blog.Me voy a ser seguidora para quedarme en un blog.
ResponderEliminarUn besote
Muchas gracias!!! Me alegra que te guste!!!
EliminarXXX
Uff, pues y qué ibas a pensar ya no de Miss, si no de mi, que soy quien le viste, jejeje. Y es que no tengo problemas en plantarle un chándal, si no mira: http://missymistergolosina.blogspot.com.es/2012/03/miss-le-gusta-el-ejercicio.html
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y tú y tu pelirroja me habéis enganchado, jeje.
jajajjaja, seguro que los chándal de tu Miss no son de lentejuelas, jajajjaja
EliminarGracias por pasarte!!!
Me troncho!!! jajaja.Tengo dos de esas que describes y es un horror!! yo con mis monadas de vestidos de Nanos, Karpi y Gocco y las monstruitas enloquecen mezclando unos tejanos rojos con una camiseta rosa de Hello Kitty y los zapatos de tacon de plastico del disfraz de las princesas!!!
ResponderEliminarHe descubierto tu blog hace 2 dias y prometo que conforme tenga un ratin (o me dejen las enanas) te iré leyendo.
Un saludo.
Ufff, lo de los tacones es otro sinvivir. A la mía le fascinan y eso que yo no uso...
EliminarMe temo que nos tocará una complicada adolescencia, jajajajjaja
Mil gracias!!!
jajjajja... el mio lleva cinco años vestido de spiderman!
EliminarUna vez leído el post, pienso que de aquí al año que viene tendré que sobornarla y bien para que se deje hacer... Y bien cuàndo quedamos con Violet?
ResponderEliminarAmelia.
jajajjajaja, de momento con unas gominolas se deja... Así que seguiremos por ese camino, no?? Quedada cuando usted quiera!!
EliminarXXX
Han puesto en calle nueva una megatienda de chucherías que hará las delicias de la pelirroja...
Eliminar¡Diossssssssss! Acabo de descubrir tu blog y ya te tengo en favoritos. Mi nena cumple tres años ya mismo y por ahora me deja hacer, pero temo la llegada del dia choni como la que más! Un saludo!
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