La pelirroja no es una niña especialmente ágil. Vale que es
más ágil de lo que yo esperaba de ella –que al final soy como ni madre en esto
de animar a la prole- principalmente
gracias al pater y a la suegra que son más temerarios que yo y la dejan subirse
en los columpios sin pegarle gritos de ‘cuidadoooooo, que te vas a caer’,
metiéndole el miedo en el cuerpo y haciendo que vuelva sobre sus pasos con el
corazón en la boca y dando traspiés, como hago yo, que ya he dicho muchas veces
lo asustona que soy para estas cosas, que una ha visto muchos telefilmes de
Antena 3 y la musiquilla tenebrosa siempre suena cuando están en lo alto del tobogán
y las únicas opciones posibles son secuestrador bielorruso o descalabro mortal.
Y en mi barrio no hay bielorrusos. Bielorrusos secuestradores, quiero decir.
Así que cuando la niña me pidió que le comprara unos patines,
ya os podéis imaginar no sólo la cara de espanto que se me puso sino la
cantidad de imágenes que se me pasaron por la mente donde la pelirroja sin
dientes y ensangrentada como un cordero marroquí se arrastraba por el parque
pidiendo clemencia. Sin embargo, la idea de hacer de la niña una ‘niña de
padres viejos’ como me dice mi hermana, más acostumbrada que yo a los
descalabros -que para eso es maestra de infantil-, no es algo que me apasione,
no vayan luego a quedarle traumas que me tire a la cara a los treinta años o
que le pase como a mí, que cuando hacía mis intentos croquetiles de dar la
voltereta con cuatro años sobre el sofá de mi casa con mis vecinos ágiles
empujándome el culo, mi madre me gritaba que me iba a partir el cuello y me iba
a quedar lisiada de por vida y otras amenazas terroríficas, hasta el punto de
que ya nunca, jamás de los jamases, fui capaz de hacerla, ni siquiera frente a
la cara de loco del profesor suplente de gimnasia de segundo de BUP que habían sacado
de un remake de la
Chaqueta Metálica.
De ahí que no rechazara la idea del todo, quizá en unos
meses cuando fuera un poco mayor o para su cumple que es en noviembre, pero
todo con la boca chica por si me daba la neura después y me negaba, sobre todo,
después de consultárselo a la mamma que tiene visiones todavía más sangrientas
que las mías y que tampoco da un duro por la agilidad de la nieta.
Así que cuando la abuela paterna, en clara confabulación con
el pater, apareció en casa con unos patines de botas de la Sirenita heredados de la
prima Sara, creí morir y supe que ya hablaría de mi vida en dos partes bien
diferenciadas, la pre y la post patines y que seguramente la parte de la
postpatines sería sensiblemente más corta.
Como era de esperar, la pelirroja se volvió loca de alegría
al tener en su poder un arma de destrucción masiva –de la integridad de sus huesos,
de la de los muebles de la casa y de la de mi inestable y maltratada psique- y
desde entonces vive con los pinreles regordetes dentro de ellos, caminando más
que patinando por toda la casa como si fuera un Transformer escocido. Pero claro
por mucho cuidado que ponga la pobre en dominar el nuevo artefacto, cada tres
segundos aproximadamente sale disparada de su posición inicial y con cara de
espanto acaba estampada contra una pared.
Sin embargo, por aquello de que sarna con gusto no pica, la
pobre se levanta riéndose a carcajadas y mirándome de reojo para ver cuándo
poco el grito en el cielo y escondo los patines en el altillo y para evitarlo
hace como que lo tiene controlado y se levanta sin querer ayuda con los pelos
sobre la cara y tanteando el aire buscando equilibrio para acabar nuevamente
estampada contra el suelo, hincada de rodillas como pidiendo plegaria y así
hasta tres o cuatro veces cuando ya consigue erguirse y volver a caminar como
un Transformer otros cuatro o cinco segundos para volver a estamparse… y así
todo el día. La parte positiva es que aún tiene todos los dientes. Que no es
poco.
Definitivamente, los patines marcan un punto de inflexión, jeje. Tendrás que consolarte con esa risa histérica que tendrá cuando sea capaz de mantenerse varios segundos sin darse el tortazo. Ánimo!
ResponderEliminarNo sé si llegaremos a eso!! jajjaja
Eliminareste post lo podía haber escrito yo; me pasa como a ti, veo el peligro en todas las esquinas y eso que mi niña es muy prudente. los patines aún no los tiene pero seguro que en julio caen que es su cumple
ResponderEliminarEl problema es que cuanto más asustonas seamos nosotras, más torpes se vuelven ellos y al final más se caen!!! Ayyy
Eliminar¡ Eres la leche, FLOR ENJUTO !
ResponderEliminarMUAAAAAC
P.D. gracias, si no fuera por estos ratos y otros que paso comiendo....... juas, juas, juas
Jajajajajaja, si tiene todos los dientes vamos bien, jaja... Yo también seré asustona y también sufriré por la agilidad de la nena (a ver si sale al padre). Estaré todo el día apretando los dientes esperando la hecatombe... y si hay patines de por medio ni te cuento!!
ResponderEliminarJajaj bueno, es aún pequeña para ir en los patines, dile que pruebe a ponerse solo uno, deslizará mucho mejor, mas segura y al menos los dientes puedes salvarlos por mas tiempo
ResponderEliminarUn abrazo, mi peque también ha empezado a patinar..
A Amaya se los regalaron por su tercer cumpleaños en enero sus primas mayores que son ágiles como los del circo del sol pero mi hija me temo que es como la tuya, gracias a dios parece que se ha olvidado de ellos y yo respiro tranquila, porque en semana santa se hizo un rasguñito en la rodilla y estuvo 4 días sin hacer caca¿?
ResponderEliminarP.D. Yo en BUP tuve de profe de gimnasia un teniente coronel retirado, no te puedes imaginar lo que llegamos a hacer, para ir a las olimpiadas
La parte positiva es...que puedes aprovechar para hacer desparecer la flauta,jajaja
ResponderEliminarLo de los patines y demás artilugios sacadientes es un mundo aparte,los míos por patines no les ha dado,de momento,ojitos sí ponen cuando los ven,pero de ahí no pasan,tampoco les hace falta,son capaces de hacer unos caseros con todo lo que tenga ruedas,el mayor mucho más prudente que el pequeño,éste último hace que se te encoja el estómago y demás,cierto que hay que dejarlos expandirse,la agilidad es así,cerrar los ojos y tapar los oídos me suele funcionar,aunque los momentos de pánico no me los quita nadie,y quitan años,seguro....jajajja.La de los churumbeles.
ResponderEliminarComo un transformer escocido...jajaajaja!!!! Qué bueno. He tenido que simular en el trabajo una tos un poco rara para que no se dieran cuenta que me estaba riendo. Yo también estoy temiendo que llegue la hora en que alguien le regale los patines (porque yo no se los voy a comprar, faltaría más), pero sí es cierto que le dejo margen a Claudio para romperse la crisma. De hecho, ya tiene varias heridas de guerra entre las dos paletas rotas, una cicatriz en la ceja y otra en el labio superior. Patricia Cano
ResponderEliminarjajajjaaj, más pato que yo no puede ser, y acabé mi carrera con alguna medalla y titulos de entrenadora y juez, Y oye, sigo viva, y con los achaques propios de la edad. Eso si, en casa no se patina, solo en el parque y con árboles lejos!!
ResponderEliminarUn saludo y dajale ser valiente!!
Pero déjalaaaa mis mejores recuerdos de infancia son en unos patines de cuatro ruedas, tanto que incluso apretujé en los patines extensibles de Manzanita mi 37 en un diminuto 36 a ver si cabían ...
ResponderEliminarAdemás, se lo está pasando en grande, y si no aguantas que se estampe por toda la casa pues ayúdala mujer, unas rodilleras, un casco y unas coderas y a tu cuarto a patinar que para eso es tuyo, con proteger las esquinas con peluches....
Besos.
Son de leche tranqui.jajaja
ResponderEliminarJajaja. Tuve una época en mi infancia que no dormía con los patines puestos por aquellas casualidades. Todos tenemos heridas de guerra adquiridas con algún artefacto infantil maléfico. Tranqui... Besotes.
ResponderEliminarA lo mejor es un poco tarde. Pero me parece que patinar no tiene por que desembocar en una tragedia. Si metes a la niña en clases de patinaje con un buen instructor. Pero si la dejas patinar en el salón de casa...
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