Las dos rayas

A veces, antes de dormirme pienso en cosas agradables para evitar tener las pesadillas que habitualmente me despiertan cada noche con el corazón en la boca y los ojos fuera de las órbitas, que un día de estos voy a morir de un infarto -y lo peor es que alguien dirá eso de ‘murió tranquilamente mientras dormía’, cuando en realidad morí mientras soñaba con que un asesino en serie me cortaba las piernas de cuajo, oiga-, con la absurda idea de condicionar el sueño en plan Leonardo Di Caprio en Origen, pero con resultados mucho menos molones.

Así que a veces pienso en mi yo nomadre y en las noches de fiesta con las amigas hasta las tantas de la madrugada, copa va y copa viene, muertas de risa y con la única preocupación de que a) no se me viera el culo con la falda tan corta –aún recuerdo cómo mi padre me gritaba aquello de ‘te haces la falda con la tela de las corbatas’- y b) que no nos dieran garrafón o no mucho al menos, para al día siguiente, poder ir a comer y a rajar de todo lo que habíamos vivido y todos a los que habíamos conocido esa noche y volver a reír.

Y también pienso en las escapadas de fin de semana con dos duros, tres vestidos, un biquini y muchas ganas de pasarlo bien, unas escapadas que eran organizadas diez minutos antes de hacer la maleta, pero que siempre resultaban fabulosas. Y recuerdo los viajes a destinos de sol y playa y los daiquiris y los mojitos y bailar salsa junto a la piscina sin preocuparme de una pelirroja tratando de abrirse la cabeza contra el bordillo… y los destinos ‘culturales’ y pasear por los callejones de las ciudades antiguas a las tantas en busca de rincones escondidos, sin preocuparme de que un majara me rajara en dos y dejara huérfana a la nena –que ni morirse puede una ya, leñe-.

Y pienso en las noches románticas con el pater, de cenita con velas y arrumacos sin cabezazos en la espalda ni patadas en los riñones, y las tardes de maratones de cine en salas o en casa, abrazaditos y felices, sin Doras ni Caillous ni Mickeys dando guerra… Y recuerdo lo cómodo que era todo, lo fácil y sobre todo, lo exento de preocupaciones, que se ve que hasta que una no es madre no es consciente de que el mundo es un lugar lleno de peligros.

Pero no sé si será por tanto recordar o por tanta emoción, pero la cuestión es que al final no me puedo dormir y para hacerlo tengo que recurrir a la imagen de la pelirroja... La pelirroja bailando el Gamgan Style, comiendo gusanitos con la cara llena de restos de piruleta, haciendo la ‘zirena’ en la bañera, riéndose como una loca con Peppa Pig o haciendo ‘eferfifio’ sobre el sofá con sus braguitas de princesas Disney y dando patadas a diestro y siniestro. Y sonrío. A veces hasta me río y asusto al pater.

Y me levanto y la veo dormidita, con la boquita de muñeca abierta, los brazos extendidos y los tirabuzones desparramados sobre la almohada y me siento llena y satisfecha y feliz y tranquila y puedo volver a mi cama y caer rendida y hasta tener sueños felices.

E imagino que esto es la maternidad. Y me gusta. A pesar de todo, me gusta. Me gusta tanto que me ha dado por repetir. Vamos, que estoy embarazada. Hasta la boca. Y lo peor de todo es que lo he buscado... que yo nunca dije que estuviera cuerda.

La que me espera.

La que os espera.

La que nos espera.

Que Dios nos coja confesados.

PD. Estoy de 21 semanas!!! Pero no he querido decir nada hasta ahora porque soy muy asustona para estas cosas, qué os voy a contar que no sepáis ya y además quería esperar a febrero que es cuando cumplimos un año con el blog, bueno, en realidad cumplimos años el 14 de febrero, pero ya no podía esperar más!!