Pánico surrealista

El otro día os comentaba que la pelirroja no era miedosa y os mentí. En realidad no es miedosa para las brujas ni para los cuentos de miedo ni para dormir solita ni para ver el peligro en cualquiera de sus hazañas cabeza abajo y con la muerte frente a frente, vamos en las cosas normales que a la gente normal le darían miedo, y sin embargo le entran temblores ante los objetos o situaciones más surrealistas.

Al principio pensé que se trataba de un trastorno de la nena, heredado de su madre que también acumula un buen número de miedos extraños y que da mucha vergüenza explicar, pero resulta que no, que a muchos niños les pasa, así que he decidido hacer una recopilación de esos extraños miedos infantiles que nos harían retorcernos de risa si no nos hicieran la vida aún más complicada.

1.- El peluquero. Sólo diré que después de llevar a mi sobrino y tener que cogerle la mano temblorosa mientras lanzaba hipidos y le caían los lagrimones y el barbero trataba de pelarlo, decidí no llevar a la pelirroja y pelarla yo como las madres modernas. El hecho de que tenga el pelo rizado ayuda a ocultar mis fechorías. Un poco al menos.

2.- El mango de la ducha. Terror no, lo siguiente. No puedo acercarme con él a la niña a menos de dos metros de distancia si no quiero que los vecinos acaben llamando a emergencias o al loquero. De hecho me veo obligada a ducharla a cubazos como en la posguerra. ¿No voy a estar mal de lo mío?

3.- Lavarle la cabeza. Si viniera un vietnamita psicópata dispuesto a clavarle astillas bajo las uñas, la niña no gritaría ni la mitad que cuando le lavo la cabeza. En estos casos, me obliga a abandonar el cubo por una taza de plástico rosa del set de picnic del Imaginarium en un más difícil todavía y aún así se me retuerce y se me escapa dando culazos por toda la bañera y atrincherándose en el lado no abatible de la mampara. Lo peor es que se la lavo tan mal que a veces cuando la estoy secando me doy cuenta de por un lado de la cabeza no ha caído ni agua ni champú… Eso que me ahorro en secador.

4.- El secador. Ahora la nena lo odia, pero al menos no le aterroriza como cuando era más pequeña, que era encenderlo y verla salir corriendo a esconderse bajo la mesa del salón como quien espera un bombardeo… y cuando era un bebé se le desorbitaban los ojos como a Quique San Francisco y ponía una mueca con la boca tipo Scream con la que el pater y yo nos mondábamos. He de confesar que a veces sólo lo encendíamos para verla poner caretos. Ahora denunciadme.

(Continuará)