La neumonía fantasma

La neumonía nos está matando. Especialmente a mí y al cigoto y al pater también, que el pobre que era el sumun de la paciencia y la tranquilidad, ahora resopla por los rincones y pone los ojos en blanco pidiendo clemencia celestial.

La cuestión es que nos está matando a todos menos a la pelirroja que es la que presuntamente la tiene en su interior, pero claro, una no se sufre a sí misma ni la mitad de cómo la sufren los demás, como cuando a alguien le da una borrachera de ésas de llantos y penas, que los amigos sufridores acaban por querer clavarse un trozo del vaso de tubo en la sien para acabar con la tortura y el desasosiego y el borracho ni siquiera recuerda haber salido de fiesta.

Pues eso mismo.

La niña, que lo que tiene es una falsa neumonía -de la que de hecho sólo tenemos evidencias a través de una radiografía y ya se sabe que en las radiografías también puede hacerse photoshop-, está más fresca que una lechuga desde la mañana siguiente a la performance hospitalaria y desde aquel momento no ha dejado de ir aumentando en vitalidad y fuerza como en un videojuego de los 90, para desesperación del pater y mía. Y del cigoto que también lo sufre en silencio, pero que da patadas para dejar claro que él tampoco puede más.

Y es que tal y como nos recomendaron, a la nena no la estamos llevando a clase, que yo estoy empezando a creer que la maestra y la pediatra se han confabulado para librar a la primera de soportar al pelirrojismo en el aula y para, de paso, matarme lentamente, que yo creo que la pediatra aún no me ha perdonado lo de ir con una libreta de dudas a la consulta como las ancianas que cogen dos números para poder acomodarse frente al médico y soltar su retahíla de enfemedades y medicamentos varios.

La cuestión es que a pesar de que la pediatra nos dijo que la niña tenía el pecho estupendo y que allí no había ni rastro de la efímera neumonía a sólo dos días del diagnóstico, -que se ve que la niña es de recuperación milagrosa, que ríete tú del pan y los peces- decidimos ‘cuidarla’ en casa y reservarla del cole y de la calle o lo que es lo mismo haciendo un encierro familiar, mirándonos a los ojos como cabras locas y soportando las carreras, los saltos en el sofá, las patatas espachurradas en el suelo, las plastas de maquillaje en los muñecos, los saltos en la cama, las conversaciones surrealistas e interminables, los Little Einsteins del demonio, los trajes de princesas para dormir, los tacones y los doscientos tropiezos por segundo y un sinfín más de sufridas anécdotas pelirrojiles que nos tienen a punto de pedir la inyección letal y así poder descansar al fin.

Así, que hoy, que por fin terminamos el tratamiento, la mandamos al cole como quien manda una carta con Ántrax… A que se la coman allí unas pocas horas con su nueva vitalidad incombustible que ha venido a desarrollar tras contraer la neumonía fantasma, que no me extrañaría que fuese un extraño virus de ésos como el que le pegó la araña radiactiva a Peter Parker y lo convirtió en Spiderman, sólo que a la pelirroja en lugar de hacerle trepar por las paredes –con lo bien que me vendría eso para limpiar- le da el superpoder para darnos por saco, que se ve que lo suyo era un virus cachondo.