El pasado sábado mi hermana decidió por su cuenta y riesgo y
muy probablemente porque tenía que pagarle la ofrenda a algún santo, llevarse a
la pelirroja a dormir. Bueno, más que a dormir a pasar el fin de semana desde
el sábado al mediodía hasta el domingo por la tarde. Vamos, mejor que un
Euromillón.
Así que nada más darme la noticia entré en un estado de éxtasis
y mientras preparaba el macutón de la nena –por si aquello debía prolongarse unos
días o un mes por un tornado o huracán o eclipse solar- empecé a fantasear
sobre todo lo que podría hacer, la de trabajo que podría adelantar, la de cajones
que ordenar, la de paseos que dar y hasta la de revistas que ojear. Como el
cuento de la lechera pero en versión libertad maternal.
Sin embargo, Cigoto, que es un suavón de cuidado tenía otros
planes reservados para mí y es que aunque andaba con tos desde hacía varios días
y ya habíamos ido a su pediatra y todo, decidió que justo cuando su hermana
saliera por la puerta era el mejor momento para empezar a toser nivel ‘he
pillado el ébola’ con una intensidad que casi se daba la vuelta como un calcetín
en cada espasmo tusivo y encima empezó a ponerse penoso, llorando como un loco
al que acabaran de cortarle un dedo con un hacha oxidada.
Así que yo, que aunque tenga dos hijos inscritos -con letra
de rata analfabeta, cartilla Rubio en el Registro ya- en el libro de familia, sigo
siendo madre primeriza y muero de ansiedad ante la probabilidad de un 1% de
ahogamiento, así que decidí lanzarme al Materno yo solita con el hermanísimo, justo
después de comer, a la hora de las gallinas para pillar poca gente y terminar rápido,
trayéndome bajo el brazo la certeza de que el niño no se iba a asfixiar en un
arranque de anciano fumador de un solo pulmón y, de paso, alguna receta
milagrosa para exorcizarlo.
Y allí me fui, con la comida aún sin digerir, ‘estrosaíta’, empujando
el carro con el sol abrasándome el cogote, maldiciendo mi desgracia, para
encontrarme con exactamente dos millones y medio de personas, que se ve que
todos habían elegido la hora gallina y aquello parecía el Jueves Santo en
Carretería, que no podía una ni estornudar sin pegarle un bocado en la barriga
a alguien.
Así que nos registramos, como quien va a un hotel de playa
en agosto y nos sentamos en la sala de espera B, que es como una sala aledaña
en la que suele esperar poca gente y que tiene menos virus esperando para colársete
por los poros y matarte lentamente.
Allí sólo había una señora con un bebé aunque entraban y salían
familias, todas gritonas y con nombres imposibles que hacían contacto visual y
querían comerme el cerebro explicándome los peligros de la Cocacolazero según
Google y la evolución del resfriado de su Saray ‘que como me descuide me acaba
en una cosa mala, que su abuela ya tuvo cáncer de útero’. Y yo que no entendía nada
de la relación del cáncer de útero con la deficiencia respiratoria, asentía para
que la tortura durara menos y me dejaba clavar las pupilas ajenas en mi persona
y leer prospectos médicos llenos de efectos secundarios surrealistas mientras
cigoto berreaba y yo perdía las ganas de vivir a cada: ‘Es asín o no es asín?’ /
'Asín, asín', respondía yo y fantaseaba con un infarto cerebral.
(Continuará)
(Continuará)
Se ve que era una hora muy concurrida en el Materno. Y lo de que te cuentes sus enfermedades y te den cháchara, a veces está bien porque te distraen, pero cuando entran en detalles (que mira que hay gente que le gusta dar detalles de estas cosas escabrosas) a veces hay que hacerse un poco la loca, porque ya es "demasié".
ResponderEliminarEspero que no fuera nada lo de Cigoto. Besos.
...lo del dedo con el hacha oxidado,total,jajaja
ResponderEliminarGuau yo también quiero que se lleve alguna vez mi hermana a Hugo un fin de semana entero ,puede que ese momento de éxtasis total suceda cuando el niño sea un poco mas grande, como sólo tengo uno no hay riesgo de que un segundo retoño me joda la marrana jijiji
ResponderEliminarPues no vas a tener esa suerte, jodia, que tu hijo es un pequeño diablo y yo estoy muy tranquila en casa sin niños ni nada. Despidete de ello por lo menos hasta que Hugo no eche más formalidad, no lo tire todo al suelo ni se dedique a chupar chistales y esconderse detrás de las cortinas
EliminarSi es que no hay nada mejor que te quiten a un nene durante unas horitas para que el otro se ponga malo, o organice las trastadas del año o yo que se... puto Murphy!!!!
ResponderEliminarBesotesss
Ayyy,pobrecito cigoto,pero jajjjaj,que era visto que no estás tú para fines de semana de relax,ansiosa espero la parte 2,que me da a mí que la sala b del materno tipo gallinero va a dar para mucho,que a mí cuando me toca ir,siempre pienso lo mismo,que hace esta gente aquí a esta hora,lo mismo me pasa en los centros comerciales,qué,esa gente no tiene casa o qué,jajaajjja.Ojalá cigoto se haya recuperado de la tos sin más consecuencias pero tú cuenta cuenta,que algunas te abrán quedado....La de los churumbeles.
ResponderEliminarAbrán con h,perdón.
EliminarEspero que cigoto esté bien después del susto. Te entiendo perfectamente, yo también soy hipocondríaca y me da mucho yuyu estar en las salas de espera de urgencias porque pienso que están llenas de toda clase de peligros, virus, bacterias y demás familia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay que ver cómo te lo montas, ¿eh? Claro, habrás pensado que sin la pelirroja a ver qué nos ibas a contar y decidiste arrancarte al Materno. Si es que estás siempre pensando en nosotros. Eres un alma altruista. Besotes!!!
ResponderEliminarAins, mi chico, ojalá no sea nada.
ResponderEliminar¿Por qué la gente te cuenta su vida en la cola del médico o el hospital? Podrías recitar aquello de "me gustas cuando callas porque estás como ausente...", a ver si pillan la indirecta.
Las salas de espera, fuente del costumbrismo maternal!!
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