“Campeona, la niña está perfecta”. Ésas fueron las primeras
palabras que yo, borracha aún por la anestesia y con la falta de dignidad que
te da el saber que estás desnuda bajo unas sábanas de horribles logotipos
azules, portando un gorro verde –bajo el que se esconde una enmarañadísima
coleta- y con unas terribles pantuflas de anciana en los pies, escuché medio
muerta desde mi camilla, eso sí, feliz de que todo hubiera terminado.
Pero, ilusa de mí, aquello no había hecho más que empezar. Con
las náuseas de la anestesia en el cogote y la vista nublada por el chute de
medicación variada que ya me corría por las venas, me subieron -como a la tía
Cena de Caballo Viejo- a mi habitación, que en mi ausencia se había convertido
en una réplica de la boda de Lolita, donde se agolpaban familia, amigos y
conocidos con globos, bombones, peluches, flores y muchos otros presentes que
no dejaban ver ni el suelo ni el techo de la habitación, mientras yo, más mala
que un perro, recibía las felicitaciones arcada va y arcada viene, hasta que acabé
vomitando a partes iguales sobre una caja roja de bombones Nestlé y sobre el
brazo derecho de mi hermana, que poco antes de que terminara mi reclusión
hospitalaria ya había pillado la
Gripe A.
La pelirroja parecía una pequeña campesina rusa de cuatro
kilos, la mayoría concentrado en los mofletes, que no ponía pegas en que se la
pasaran de mano en mano el medio centenar de visitantes que registrábamos a
diario. Los mismos que tenían el dudoso placer de verme con la lozanía de un
espectro, pintada desde las siete de la mañana como Kimera, la madre de Melody
-la de los gorilas no, la otra- para fingir que no estaba a punto de entrar en
coma, y con un pelucón digno de una Amy Winehouse resacosa, porque aquella
coleta que me hicieron en quirófano bajo el abominable gorro verde, había ido degenerando
en una serie infinita de cardados y nudos indómitos que se reproducían a diario
sin que nadie se atreviera a meterles mano.
Y es que no podía ni peinarme porque aquellos pinchazos infructuosos
en la espalda me habían provocado una fuga de líquido encefalorraquídeo la mar
de bueno, que durante algo más de un mes me provocó mareos infinitos, pérdida
de equilibro y la extraña sensación de soportar una cabeza de más de dos
toneladas de peso.
Así que me tuvieron una semana castigada en el hospital, postrada
en la cama articulada como Ramón Sampedro, atendiendo visitas como el Padrino,
sin pegar ojo ni de día ni de noche a causa de las altas dosis de cafeína que
conllevaba el tratamiento y que me convertían en un Neng pero alterado, con la
barriga ‘afaletada’ sellada por ocho punzantes grapas y compartiendo este
pequeño infierno con el pobre pater de la criatura, paciente y agotado, con tan
o más mala cara que la mía y que, como una servidora, había envejecido cinco
años de golpe con la recién estrenada paternidad.
Y al final, tras siete días de internamiento, el ginecólogo,
temeroso de tener que acabar cogiendo la baja por estrés, decidió darme el alta
y mandarme a casa con mis interminables visitas y mi pelirroja chillona, con mi
cabeza de dos toneladas y mi gigantobola de pelo –de la que finalmente me
liberó mi cuñada poco antes de que acabara tomando vida propia-, con mis flamantes
andares a lo Chiquito de la
Calzada –que me acompañaron durante algo más de un mes- y con
mi nueva hipocondría maternal, que por entonces se encontraba en pleno proceso
de incubación y de cuya evolución pueden
dar fe todos los pediatras de la ciudad que visitamos en cadena -a causa de miedos
maternales variados- durante los primeros meses de vida de la pelirroja. Pero ésa
ya es otra historia. Otra historia para no dormir...
Puedo dar fe de que la anestesia le sentó fatal, es mas se acentúo por los miles de culos en popa siguiendo atentamente el paso a paso de la pequeña Violet, aquello era el camarote de los hermanos Marx. Y a nadie le importo que pobre Flower estuviera en un sillón sentada mas mala que un perro viudo intentando mantener la compostura. La gente quiere demostrarte tu alegría pero a veces...
ResponderEliminarMuy divertido el post, relatando los hechos tal y como fueron.
Amelia.
Jajajajjajaajja, peor que el Camarote de los Hermanos Marx!! Y lo mareos, qué horror!! En fin, epidural NUNCA MAIS!! jajajajja
EliminarY qué me dices de la antesala a tu habitación, yo nunca vi tanta gente!!!
ResponderEliminarYo desde mi primer parto me propuse no visitar jamas de los jamases a ninguna parturienta....por lo menos hasta los 3 meses despues, aún a riesgo de parecer maleducada. TRas el parto lo único q quieres es a tu madre y punto pelota, mas que nada para que te diga qué haces con eso??
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog, me ha encantado tu historia. Yo tuve un parto natural, sin epidural, y lo pasé bastante mal, aunque eso sí, fue rápido.
ResponderEliminarMi marido y yo hemos montado un blog, de venta de ropita de bebé de segunda mano, está muy bien, vamos a colgar las fotos en estos días, y podrás ver la ropita que tenemos. Te dejo la dirección para que le eches un vistazo:
htto://factorybaby.blogspot.com
Enhorabuena por tu blog!
Lo que me he podido reir ,desde luego la gente es muy pococ considerada, yo casi termino de los nervios por que el personal no queria marcharse a su casa.En fin una y no más, en el caso de que hubiera otro parto,no quiero allí a nadie y estan avisados.Un beso.
ResponderEliminarQué grande eres!!!
ResponderEliminarMe parece increíble como lo hicieron de mal los médicos contigo: Una cesaría programada! Dos pinchazos de epidural!! Anestesia general!!! Por dios quien es tu ginecólogo?!!! No te has planteado denunciar al hospital?!!! Es increíble las cosas que nos dejamos hacer las mujeres...
ResponderEliminarA mi me hicieron lo mismo con la epidural!! Las cosas que nunca te cuentan....A mí los mareos me dieron a los dos días de llegar a casa; postradita en la cama durante una semana y cuando recibia visitas andaba como Po'zi pq no podía levantar la cabeza del dolor que tenía (perdida total de dignidad vamos; una divina toda su vida para terminar recibiendo a todos los amigos andando como el jorobado de notre dame, en pijama talla XXL y con las tetas fuera a demanda....ainssss no quiero acordarme....); al igual que tú; epidural nunca mais!!
ResponderEliminarBueno compañera, hasta aquí llego hoy.
ResponderEliminarLa gente vive muy engañada sobre las cesareas
Hola guapa,
ResponderEliminarA mi también me pincharon la duramadre "Punción dural accidental". Estuve 17 días ingresada y me curaron con 2 parches hemáticos (el primero no hizo efecto). Yo no me podía levantar de la cama porque me dolía la cabeza una burrada e incluso llegaba a vomitar, no soportaba la luz... Vamos, que lo mío fue bastante grave, no me podía ni recostar en la cama, tenía que estar totalmente horizontal.
Así que ya sé por lo que pasaste, pero no sé como pudiste a casa estando mal... Ese dolor es INSOPORTABLE.
Un besote y que acabo de descubrir tu blog hace media hora y me estoy partiendo de risa!! :-D
Genial tu blog, me ha encantado tu manera de escribir, ya que me siento muy identificada contigo!!No por parir, si no por escribir de la misma manera ácida.
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