Entre los muchos sentimientos atropellados que le asaltan a
una cuando se convierte en una abnegada y extenuada madre primeriza destaca,
junto al estrés nervioso y a la locura transitoria por falta de sueño –o
perenne como en mi caso-, la desestabilizadora sensación de miedo constante,
que pasa a convertirse en una fiel compañera de viaje en esta ya de por sí
agotadora tarea de la crianza.
Por un lado, están los miedos lógicos que tanto los padres
como los no-padres pueden entender y que pasan por las mil neuras que tiene
toda madre a que su retoño enferme de algo grave, a que se pierda y nunca logre
dar con él, a que se lo secuestre algún depravado o a que le ocurra algo todavía
peor, un miedo que se acrecenta con los informativos de mediodía y las
películas infumables y devastadoras de Antena 3.
Esos temores van con el cargo y son tan inherentes a él como
la incipiente chepa postural o los lapsus mentales -que te colocan al borde del
accidente doméstico día sí y día también- y que son tan lógicos y comprensibles
que poco hay que decir sobre ellos.
Pero existe otro tipo de miedo mucho menos importante a
nivel global, por supuesto, pero que también acaba sumando unas pocas psicosis
rutinarias en tu haber y que te ensombrece, más si cabe, esta nueva y agotadora
etapa vital. Y no es otro que el pavor constante a que tu ya de por sí
estresante día vaya a peor, algo que en cuestiones de crianza siempre es
posible, aunque parezca que ya has tocado techo o fondo, según se mire.
Como cuando decides pasarle un huevo en el potito y cruzas
los dedos para que la nena no se dé cuenta y no te lo escupa sobre el sofá o
sobre la maltratada gigantocabeza de Tarta de Fresa y ya diga que no come más
hasta que se le olvide el ultraje; cuando le echas la medicina en el biberón y
adviertes su mirada de sospecha al primer sorbo; cuando la duermes y nada más
cerrar la puerta de la habitación escuchas lo que parecen sus pasos tras de ti;
cuando la llevas a la guarde por un nuevo camino –para evitar violencias
matutinas- y se gira y localiza la mochila de Princesas bajo el carrito; cuando
en mitad de la noche, se te cae el móvil de la mesita y aguantando la
respiración lo recoges y al levantarte te topas con sus ojos abiertos de par en
par –a lo Damien de la Profecía-,
o cuando viajas en coche y mientras canturreas, entregada, los grandes éxitos
de la Cadena Dial,
escuchas lo que te parece una arcada infantil sin retorno... son sólo algunos de
los ejemplos de lo que he venido a denominar Síndrome de la Madre Amedrentada, y que
certifican que por muy espantoso que pueda parecer un día maternal siempre,
siempre, siempre, puede ir a peor –a mucho peor- porque en cuestiones
maternales la Ley
de Murphy es un dogma. Un dogma vil y perverso, pero un dogma.
Siempre que no te encuentres esos ojos como platos a lo Damien mientras disfrutas de las obligaciones matrimoniales con el pater nada es grave.
ResponderEliminarUn saludo!
Qué terror! Pero porque soy pudorosa, pero si yo contará la de cábalas que hemos de hacer para seguir practicando... Y el miedo que se pasa... Vamos, que creo que voy a empezar a practicar celibato! ajjajajaj
EliminarUn saludo!! Y gracias por pasarte y comentar!!
Si señora yo liquidaba a Murphy a su maldita ley,porque si te puede ir peor, te irá peor sin dudarlo. Concretamente y sin ir mas lejos yo soy el vivito ejemplo de ello: mañana examen y el nene le da por toser todita la noche entera y aun a estad horas seguimos sin pegar ojo. Y por qué??? Por ese maravilloso Terbasmin expectorante k claramente definiste hace unos cuantos dias.... Jajajajajaja un saludo y un besazo Flor k no sabes como espero tus aventuras para asi no sentirme una incomprendida jajajajajaja.
ResponderEliminarSi señora yo liquidaba a Murphy a su maldita ley,porque si te puede ir peor, te irá peor sin dudarlo. Concretamente y sin ir mas lejos yo soy el vivito ejemplo de ello: mañana examen y el nene le da por toser todita la noche entera y aun a estad horas seguimos sin pegar ojo. Y por qué??? Por ese maravilloso Terbasmin expectorante k claramente definiste hace unos cuantos dias.... Jajajajajaja un saludo y un besazo Flor k no sabes como espero tus aventuras para asi no sentirme una incomprendida jajajajajaja.
ResponderEliminarjajajjajajajja, pobreeee!!! Nada como el Actithiol Antihistamínico que lo cura y lo duerme, jajajajja... Mucho ánimo, a ver si la cosa mejora!! Y mucha suerte en tu examen que seguro que lo bordas!
EliminarGracias por seguir el blog y por comentar!!
XXX
La maldición de la ley de Murphy,le llamaría yo,porque tu te levantas por la mañana convencida de que va a ser un gran día y sorpresa han cortado el agua,no pasa nada, piensas seguro que vuelve antes de que me tenga que ir,ese es el primer indicio de que tu gran día empieza a verse afectado por Murphy. A partir de ahí,el enano no quiere desayunar, se te queman las tostadas,no quiere ponerse ese pantalón,el peque decide que hoy quiere el chandal,despues de una lucha a muerte para que se ponga el susodicho pantalón,a esto habria que dedicarle otra seccion entera en tu blog,tú ya me entiendes seguro.En fin, que metes al niño en el coche y no quiere arrancar y ya desesperada piensas que mas me puede pasar hoy,pues preguntarle a Murphy porque os aseguro que esto acaba de empezar.Un beso.
ResponderEliminarjajajjajajaja, qué día más perruno!!! Murphy tenía que ser un depravado... Y sí que las mañanas infernales de vestirlos y darles de desayunar merecen un post!!! Y lo tendrán!!
EliminarGracias por pasarte y por compartir tus mañanas infernales con nosotros!!!
Espero seguir leyéndote por aquí!
Besos!
Te he agregado a los favoritos de mi Iphone. Compartes honor con la web de Elle, de Vogue y el blog de Paula Echeverría... Reme
ResponderEliminarJunto a la Vogue y al blog de Paula Echevarría?????? Maremía, qué emoción!!! Gracias, amoreeeeeeeee!!!
EliminarLas peliculitas de A3, es verdad que tienen telita.
ResponderEliminarSegún leo, me voy dando cuenta de lo que ya sospechaba, mi hija es una bendita (por ahora)
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