Parece ser habitual que muchas mujeres se inicien en el
tormento de las noches en blanco ya desde la etapa final del embarazo, lo que
imagino que viene a ser una terapia de preparación ante lo que está por venir,
vamos, una especie de trailer con el que te puedes ir haciendo a la idea de lo
que te espera.
Yo, por suerte -porque todo el sueño acumulado es poco para
enfrentarte a los trabajos forzados de la maternidad- no padecí de insomnio
durante la gestación ni la gigantobarriga me impedía dormir casi como una
persona normal. Así que mis primeros contactos con las malas noches se
iniciaron el mismo día en el que la pelirroja vino al mundo y me encontró, con
la barriga abierta y la cara desencajada en una concurrida habitación de Gálvez
–un episodio en el que profundizaremos otro día-.
Durante los primeros meses, una no duerme a causa de tener
que levantarse para darle el biberón al retoño a cada ciertas horas y, además,
vigilar que no deje de respirar –que es una cosa muy de madres primerizas-,
asomando la cabeza en la minicuna y poniéndole el dedo bajo la nariz o, en los
casos de locura materna más avanzados –que por supuesto yo padecí- traqueteándolos
para comprobar que siguen vivos con su consecuente despertar y llanto nocturno.
Para ser justos, he de confesar que el pater de la criatura compartía todas las
tareas –menos la del zarandeo, que de hecho, nunca acabó de comprender-, así
que nos turnábamos en los despertares y en la tortura de dormir por horas con
intervalos para calentar biberones, cambiar pañales y canturrear nanas entre
cabezadas y flaqueos de rodillas.
Lo cierto es que hemos sido unos padres con suerte porque la
pelirroja salió dormilona y a los 20 días de vida ya aguantaba del tirón hasta
las 8 de la mañana, pero claro, dormía ella y el pater, pero yo aún tenía
pendiente la tarea de comprobación de supervivencia que se prolongó hasta casi
el año de vida, cuando ya tenía nuevas neuras a las que atender.
Y es cuando tienes hijos, las malas noches van implícitas
porque aunque la criatura duerma como un lirón y no haya biberones, miedos ni
mocos de por medio, siempre dormirás en posición de salida por si acaso hay que
salir corriendo al hospital o buscar un chupete en la oscuridad. Toda
preparación es poca.
Parte de la culpa de las noches de fiesta y algarabía que
padecemos la tiene una servidora, madre imperfecta e iluminada, porque al
cambiar a la nena de la cuna a la cama, convencí al amantísimo pater de la
criatura –que estaba tan lampón como yo con la nefasta idea- de que era mucho
mejor dejar la camita en nuestro cuarto y así tenerla cerquita para nuestra
comodidad, para su tranquilidad y para el disgusto del doctor Estivill.
Y así estamos, hacinados en una sola habitación como las
familias en la posguerra, compartiendo virus, ronquidos e insomnio y, lo que es
peor, empujones, patadas y cabezazos porque la nena no tiene bastante con
dormir en el mismo cuarto sino que en mitad de la noche -y con premeditación y
alevosía- salta a nuestra cama dejando caer sus 17 kilazos sobre mis contracturas
musculares y se hace un hueco a base de violencia callejera. Y así pasamos la
noche, el trío lalalá, juntitos y revueltos, con la nena ocupando toda la cama
y el pater y yo esquinados, con los lumbares reventados a base de agresiones
nocturnas que, por buscarle un punto positivo, al menos me evitan tener que
zarandearla para comprobar que sigue viva... y pateando.
Verás tú el drama cuando la quieras sacar de la habitación... Reme
ResponderEliminarSerá un drama, cierto, pero un drama futuro, cuando ya esté más recuperada, imagino, jajajja... Y bueno, confío en algo que me dijo alguien alguna vez 'Ningún adolescente quiere dormir en el cuarto de sus padres'. Pues eso. A esperar.
EliminarXXX
No te voy a hacer una pregunta que me ronda la cabeza, pero nos conocemos muchacha y sabes a qué me refiero... Me gustaría saber como lo solucionas!! Reme
EliminarPeor que si tuviera 15 años y estuviera con mi novio en casa de mis padres, escondida, y estuvieran a punto de llegar... A ver si me quito el pudor (y me aseguro que mi madre no lea el blog) y lo cuento. Aunque para ser justos ahora tenemos la guardería... que ayuda y mucho!! jajajajja
EliminarJajajajajajaja, ya decía yo... A mí me da cosa hasta que estén rondando los gatos!
EliminarYo en esto del sueño tengo que dar las gracias al señor Stivill,que aunque lo tachen de ser un metodo cruel,que prueben todos estos que lo dicen, a estar sin dormir una sola noche,solo una, nada mas y cuando se levanten, sin ser persona, que es lo que a mí me pasaba,ya veremos si utilizan el metodo Stivill y el que haga falta,para que su retoño les deje descansar.La verdad es que mi enano en tres dias dormía del tirón.No te desesperes que todo llegará y dormira sola,un beso.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo... ya lo comenté en el post de Supervivencia. Cada una ha de hacer lo que pueda para sobrevivir y hacer más llevadero el agotador trabajo de madre!!! Ea.
EliminarBesos
Lo mismo digo, yo desde el principio me conciencié y apliqué el famoso método y mejor, imposible! Los primeros días, yo lloraba a la vez que el peque, pero pasados unos días, se dormía solito, del tirón y, por supuesto, en su dormitorio. Agua bendita, vamos!!! (Y esto lo hice cuando tenía 20 días)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, guapa. Un besote y ánimo
Lo que me he reído con lo de la posición de salida! Maldita esta mi compañera mía y amiga tuya que me ha hecho engancharme a tu blog bajo la promesa de que un día vendrás a Hispalis a tomarte un cafelito con ella (yo podré acoplarme y saludar).
ResponderEliminarQuién es nuestra amiga común?? Sonsoles?? Es un encanto, verdad? Nada me gustaría más que abandonar la jauría del hogar y lanzarme a Hispalis o a Las Urdes, jajajja... A ver si es verdad y me escapo y nos conocemos, aunque eso sí, mejor cócteles y/o vinitos que café, no? Que dicen que pone muy nerviosa!!
EliminarBesitos!!!