Los cumpleaños infantiles son un suplicio y quien los
padece, lo sabe. Niños asalvajados reunidos por grupos –para acrecentar su
poder como las hienas- y excitados por sobredosis de azúcar en vena, gracias a
cantidades ingentes de chucherías, galletas y refrescos de naranja, sin gas ni
sabor, pero con un alto porcentaje de estupefacientes legales que los
convierten en fieras indómitas, de pelo sudado, jadeos mocosos e hiperactividad
incontrolable que los lleva de la piscina de bolas al castillo hinchable como
almas que lleva el diablo.
Para los padres que ejercen de acompañantes de sus hijos, ir
a este tipo de cumpleaños es un infierno que sólo puede soportarse si se
comparte con otros padres sufridores, que se sientan a tu lado con una cerveza –que
siempre corren de estraperlo en este tipo de eventos- y, frente a la eterna bandeja
de sándwiches de paté -ya tiesos por las esquinas-, narran su terrorífico día a
día desde que entraron en la paternidad y comparten contigo sus aspiraciones de
supervivencia, mientras sus hijos maltratan a los invitados más pequeños a
bolazo limpio o a empujones a lo Pressing Catch y, a su vez, se dejan maltratar
por los mayores como parte de un tradicional bucle sin fin, que tiene su momento
álgido de violencia a la temida hora de la piñata, donde el drama está
asegurado.
Normalmente se tarda una eternidad en que saquen la tarta
porque siempre falta alguien que llega tarde y sin el que, al parecer, es
imposible cantar el cumpleaños feliz a voz en grito o en versión Parchís, así
que cuando la sacan y apagan la luz y empieza el chillerío –sobre el que
siempre destaca una voz que cree que canta bien- y los más pequeños –la mía
siempre- se arrancan a llorar cual posesos, es un momento agridulce porque es
probablemente la parte más dura y concurrida del evento, pero también la última
y, además, hay tarta para celebrarlo.
Sin embargo, hay algo peor que asistir de invitado a un
cumpleaños infantil y es ser el anfitrión. Listas y más listas que llevan a
compras y más compras; cuadre de fechas con familia, amigos y otros
cumpleañeros cercanos; negociaciones y regateos con el dueño del local a
alquilar; decoración festiva, con platos de cartón ladeados e inflamiento de
globos hasta la extenuación y sobre todo, la inevitable y agotadora tarea de
preparar miles de sandwiches y medias noches, que nadie se come, pero que hay
que hacer. Y te vuelves loca untando mantequilla, mahonesa, paté y sobrasada y
cortando paquetes y paquetes de pan de molde sin corteza y colocando lonchas de
todo lo que haya en la charcutería y creando montañas y montañas de bocadillos
que te dejan el brazo como el de Popeye, la cara desencajada y un olor a
salchichón en las manos que ya no se te va en la vida. Pero aún te queda tiempo
de vestir a la cumpleañera como si fuera una niña bien con su vestido pijo y
sus moños -que tardará 3,5 segundos en arrancarse, pero que le quedan tan
monos...- y a comer algo –porque en la fiesta entre saludos, regalos y charla
no te dejan ni probar bocado- y a ducharte, hacerte la plancha, maquillarte y hasta
a ponerte guapa para disfrutar de una tortuosa tarde en compañía de los amigos
y de la familia y, cómo no, de niños, de muchos niños, de demasiados niños…
A mí,este martirio, aún no me ha tocado vivirlo, y por lo que cuentas, espero que mi rubito tarde en tener la agenda repleta de eventos varios.Porque si ya es duro controlar a uno, que será, hacerse con el control de mi rubito más su minipandi,me están entrando sudores solo de pensarlo,jaja.Un besito para tí y otro para tu pelirroja.
ResponderEliminarVerte haciendo medias noches ha de ser todo un espectáculo. Aunque después de las piruletas esas preciosísimas que hiciste una vez empiezo a pensar que tienes una faceta de cocinera que desconocía. Verte durante casi dos años a lechugas y huevos cocidos no ayuda a que te imagine Arguiñaneando, sinceramente. Reme
ResponderEliminarJajajjajajja, yo sigo a lechugas, faltaría más!! De cocinera poco, pero de repostería hago muchas cositas la mar de monas. Tartas, cupcakes, galletas con fondant... Como te lo digo.
Eliminarjajajaja pues yo lo vivo multiplicado por 3!!!!! y además imagínate que cada uno de mis hijos es invitado a su vez a tropecientas fietas de cumpleaños ajajajajaj!!!
ResponderEliminarUffffff... Pobre de ti!! ;)
EliminarPor no hablar de los regalos, que despues hay que descambiar, no por el gusto del regalante, sino por el tema talla...
ResponderEliminarjajaja, según lo cuentas es peor que la guerra! Pero la verdad es que tienes razón :)
ResponderEliminarVaya visiòn de estas celebraciones, jaja, pero no te falta razón; menos mal que nos hacemos compañías entre los padres, eso sí, si encajas con alguno/s. jeje.
ResponderEliminarSobre los cumples del cole escribí en mi blog; échale un vistazo si quieres http://missymistergolosina.blogspot.com.es/2012/02/los-cumples-del-cole.html