Así que hoy hemos vuelto a la normalidad, aunque ya se sabe
que en esta casa la normalidad es más anormal que la media, y estamos
descansando, aún con el corazón encogido del estrés navideño, que este año ha
dado para mucho porque el pelirrojismo ya es mayor y quiere ver mundo y pajes
reales y los primos cada vez son más o al menos hacen más bulto y ruido y a
nosotras nos gustan cada vez más las compras y a la gente las colas y los
empujones y toda ha sido un sinvivir muy grande.
La
Nochebuena, el Día de Navidad y los días intermedios han sido
como ya os relaté en artículos anteriores, el caos en estado máximo, pero
divertido a fin de cuentas, eso sí, aunque el precio a pagar fueran tres
ronqueras consecutivas y la vuelta del tic del ojo, pero vamos, podía haber
sido peor, que con estas cosas nunca se sabe.
Este año, mi tío Daniel ha cambiado las pasas por las
aceitunas rellenas que se paseaban en su lata cerrada mesa arriba y mesa abajo
cambiando de manos sin explicación aparente –de hecho, lo mejor es no pedirla-
y mi tío el cantautor de Albacete –que me exigió aclarar que no es de Albacete
sino de Málaga y que vive allí exiliado momentáneamente- venía ronco, así que nos
libramos del repertorio habitual, que por otro lado, se echó de menos entre
tanto villancico popular y tanto ruido infernal de raspadura de botella de anís
El Mono y pandereta mellada.
Volvimos a acabar rotos y a empezar rotos el día de Navidad
con la otra familia que es igual de jaleosa y multitudinaria, con decir que la
bisabuela dice que para el año que viene o compramos otra casa o vendemos
familia, que igual hasta nos dan algo, porque ahora comemos tan apretados que
tenemos que turnarnos para sacar la mano y pinchar en el plato aprovechando que
el de al lado está masticando y así nos vamos arreglando los más de treinta que
nos hacinamos en el salón, que un día de estos vamos a echar abajo el suelo.
También sobrevivimos a las tradicionales compras familiares
aunque mi madre ha estado este año menos torturadora con los dependientes y sólo
les ha hecho sacar dos o tres modelos de cada cosa y, de momento, no hemos
descambiado nada, que se ve que algo bueno tenía que tener la crisis…
Y de ahí a Reyes, que nos trajeron un aluvión de regalos, a
mí porque he sido muy buena –a la vista está la mala vida que llevo- y a la
pelirroja porque sí, porque aunque yo no quise encargarle muchas cosas, somos
mucha familia, muchísima y a regalo por persona pues imagínate, tenemos la casa
que parece un ‘arca de títeres’ que diría mi tía abuela María con la mano en
alto y cara de pocos amigos.
Y una no sabe qué es peor si los regalos chicos que se pierden
bajo el campo magnético de mi sofá o los grandes que ocupan medio salón, la
verdad es que todo es un tormento, básicamente porque al día siguiente ya está
cogiendo polvo, mientras la nena sigue jugando a las plastilinas y sin mirar ni
siquiera de reojo a las nuevas adquisiciones.
Pero bueno, lo importante es que todo ha acabado y la nena
ha vuelto a ir al cole a reencontrarse con sus amigos y yo a reencontrarme
conmigo misma aunque eso sí, en una versión ligeramente más oronda de mí misma.
Maldito Suchard.
Bendito fin de la Navidad. Qué bonita y qué estresante es. Y para los que somos de mucha familia ni te cuento.
ResponderEliminarLo de los regalos (para el pitufo, yo he debidio de ser buena pero poco) me suena. Un montón de regalos de un montón de familia. Y los que no son un montón son muy exagerados y no entienden el concepto "uno". Así que figúrate.
Bienvenida a la rutina. Bendita rutina. Lo del Suchard se arregla con par de días de dieta depurativa, no te apures.
Eso espero... El Suchard está taaaaan bueno!!
EliminarBendita la vuelta a la normalidad!!!!!!
ResponderEliminarCómo se echa de menos la rutina...
EliminarReal como la vida misma,nosotros hemos recortado juguetes,he amenazado a la familia y punto,si en el fondo los churumbeles disfrutan más de los reencuentros familiares,comidas como excusa,para hacer de todo,vamos,un asalvajismo muy salvaje,pues si,dichosa la rutina en la que poco a poco nos estamos hundiendo,aunque las navidades están bien,sobre todo para liberar el cuerpo y la mente,es la excusa perfecta para el todo vale.Un saludo,la de los churumbeles.
ResponderEliminarEso sí que es verdad, en vacaciones puedo ser madre panderona sin sentimiento de culpa!
EliminarEstán muy bien las fiestas, pero todo en exceso cansa un poquito, eso es cierto.. Nosotros éste año nos hemos quedado aquí recorriendo Italia, hemos dejado a la familia de lado. (Con muchas críticas, pero lo hemos hecho).. Yo voy ahora la última semana de éste mes que ya ha pasado todo, y todos estarán más tranquilitos, que cada vez que volvemos de allí el peque vuelve asalvajado, con eso de que no le ven mucho, le consienten todo, y le compran de todo, con decirte que siempre facturo una maleta vacía para traer todos los trastos del niño.. (Pobres mis padres, yo hija única y el único nieto, en la quinta puñeta).. El último verano en Málaga, en quince días, el niño juntó 21 pelotas, como te lo explicas?? Pues mi ama le compraba a una por día, y algunos dos..
ResponderEliminarMe voy a volver loca por Bilbao de tiendas mientras ellos cuidan del enano, ahí si que voy a tener vacaciones.. Y ya no habrá turrón de Suchard, pero hay churros, y donuts, millones de donuts, que me encantan y aquí no venden (Ayyyy y yo que pensaba que esos los vendían por todo el mundo).. Vida Perra...
Muchos besos guapa..
Donut!! Hummmm
EliminarEso es lo que me encanta de no celebrar reyes de este lado del mundo, ya el 1 d ebrio cada quien duerme su resaca, o no, según el caso de nenita y el 2 parte sin novedad. Que seis días más de compras, o de reuniones familiares y muero, juro que muero!!
ResponderEliminarEn mi familia somos poquitos así que a veces sí que me da por pensar cómo puede ser eso de celebrar la navidad con tanta gente junta... Tiene que tener su punto divertido, a pesar de todo. Feliz vuelta a la normalidad. Besotes!!!
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