Siempre he sido de las que ha defendido que los hombres y
las mujeres no somos iguales, ni queremos serlo, oiga, que una cosa es reclamar
la igualdad de derechos y oportunidades y otra tener que usar colonia unisex,
con ese olor tristemente anodino a adolescente atormentado. Que yo soy una
señora de bien que uso rimel y me pinto las uñas y además, para más inri, me
gusta que me abran la puerta. Vamos, que no tengo remedio.
Por eso me hace tanta gracia comprobar cómo los niños desde
muy pequeños van adoptando comportamientos masculinos o femeninos, según sea el
caso y cuando se juntan en parejita acaban protagonizando divertidas parodias
de ‘matromoniadas’ o como quiera que se llamara aquel programa infernal que
echaban en Telecinco y que le encantaba a las abuelas, pero en versión casera y
sin censura y además, con maternodolor de cabeza incluido.
Así que cada vez que se junta con el primo Ale o Nachete
empieza una sucesión de discusiones en las que la pelirroja exige jugar “a laz
princezaz y dizfrazarnos y bailar como Cenicienta y…” y antes de terminar se
lleva un balonazo en el culo a modo de negativa poco discreta y de metáfora de
lo que serán sus futuros desengaños.
Y yo no puedo más que reírme al ver la cara de enfado que
pone, pero en cómo no desiste en su empeño amoroso y en cómo los coge de la
mano por tercera vez y los mira con ojos golositos para dar el giro del vals,
mientras ellos hacen muecas de asco con ojos desconcertados sin saber muy bien
qué demonios se le viene encima ni por qué la loca de su prima les tira besos
vestida de majara.
Precisamente el otro día, mi hermana se llevo al
pelirrojismo a dormir a su casa –ya os contaré esta historia más detenidamente
porque tiene miga- y entre risas e hipidos telefónicos, me contaba las peleas
que se traían y que la tenían al borde del desmayo y de la risa floja con incontinencia
urinaria incluida.
Y es que al parecer
los sentó a ver una película y mientras el chiquillo trataba de verla y de
meterse en la trama, la pelirroja no paraba de cascar, como su madre, y decía “¿a
que eztá bonita, Ale, a que zí? A mí ez que me guztan las películaz pero máz
laz de princezaz, pero ezta también y a ti, a ti te guzta?” mientras el
primísimo con los ojitos vueltos de desesperación le decía “pero ¿tú qué es lo
que quieres? ¿Ver la película o estar de cháchara? que así no se puede” y ella
le replicaba “Pero Ale, ez que yo lo que digo ez que eztá bonita, ¿a que zí?”
hasta que el chaval acabó por desistir e irse a jugar a la Wii mientras la otra por
detrás le gritaba “pero no íbamoz a ver la peli ¿por qué te vaz?” … y yo me
imaginaba la situación y no podía dejar de ver al pater, parando Juego de
Tronos –con desesperación pero fingiendo cordialidad- para que yo le contara
cómo eran exactamente los ardores del embarazo por decimoquinta vez.
Y al parecer cuando ya se habían acoplado en la cama para
dormir, el primísimo anunció que le había picado un mosquito ante lo que la
pelirroja se levantó como impulsada por un resorte y le gritó “Ezpérate que te voy
a echar clema pa que ze cure” / “que no, que yo no quiero crema” / “Zí, zí,
clema hay que echalte pa que ze te ponga güeno y no te pique” / “mamaaa, dile
que no, que luego se me queda el brazo pegajoso y me da asco” / “Que no, ya veráz
como no, que eztá frezquita”…
Y por mucho que protestó el chiquillo, la pelirroja logró hacerse con el body milk de mi hermana y perseguirlo por toda la casa hasta que logró emborrizarlo de crema, -como hago yo con el pater en la playa- mientras el primísimo entraba en bucle de enfado encajado entre el sofá y la pared y se gestaba una guerra de cremas que acabó con una segunda ducha y tres nuevas arrugas para mi hermana, que aunque no me lo diga, me consta que se ha encomendado al Cautivo para que no le deje más a dormir a la pelirroja. Con lo feísimo que está eso.
Y por mucho que protestó el chiquillo, la pelirroja logró hacerse con el body milk de mi hermana y perseguirlo por toda la casa hasta que logró emborrizarlo de crema, -como hago yo con el pater en la playa- mientras el primísimo entraba en bucle de enfado encajado entre el sofá y la pared y se gestaba una guerra de cremas que acabó con una segunda ducha y tres nuevas arrugas para mi hermana, que aunque no me lo diga, me consta que se ha encomendado al Cautivo para que no le deje más a dormir a la pelirroja. Con lo feísimo que está eso.
que graciosos, mi peque siempre me dice que sólo me puede gustar el color rosa o el morado que son de chicas y que a las chicas les gusta Dora. Lo mejor es cuando juegan a las mamás y a los papás, como les manejan!!jaja
ResponderEliminarJjajajajajaja... Lo que le espera a cigoto!
EliminarNo me he podido reir mas,la verdad es que cosas tienen y como lo repiten todo,es maravilloso vivirlo y disfrutarlo con los niñ@s,son todo inocencia!!besotes y gracias por estas sonrisas mañaneras que nos traes todos los dias!
ResponderEliminarGracias a vosotros!!!
Eliminar¡El primo es un bendito! Ja, ja!
ResponderEliminarPobreee
EliminarAnda, que el primo es un santo, ja, ja.
ResponderEliminarBuenooo, ya os contaré cuando se quedó en casa a dormir...
EliminarSanta paciencia que tiene el primísimo...jajajaja. Oye, no nos has contado que tal fue el bodorrio??? como lo hizo la pelirroja??? besotes
ResponderEliminarUy, es verdad, en unos días os hago la crónica!
Eliminarque gracia, tu hermana tiene q estar encantada de verlos a los juntos, tiene q ser muy divertido...
ResponderEliminarAhhh y aquí otra loca q te sigue a diario y a la que le gustan los post cuanto más largos mejor... me alegras la mañana ...
Gracias!!!!!
EliminarQue me vas a contar...lo vivo en mi casa día a día, son mellizos, pero me han salido princesita y guerrero, del todo. Sobre todo la nena, que parece mentira que criándose a la vez que un chicazo como su hermano, que solo sabe correr, trepar y dar patadas a todo, haya salido taaaaaaaaaaan sumamente señorita y femenina.
ResponderEliminarSi es que va en los genes!
Eliminarjajaja... que ganitas de que nos cuentes el relato entero...
ResponderEliminarForma parte del relato del bodorrio, a ver si mañana o pasado...
EliminarJajaja. Yo soy muy de educar en el igualdad de derechos y obligaciones, pero tengo los dos estereotipos: la princeza y el cafre. A la princeza le encantan sus barbies, los tacones, las pinturitas, etc ( con cuatro añitos ) y el cafre promete. En cuanto tenga edad lo mando con Calleja a escalar montañas que seguro que saca para varios realitis!!
ResponderEliminarJajjajajja...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPobrecillo el primo,la que le espera a cigoto,jajjaj,si en el fondo las niñas consiguen lo que quieren,los míos cuando se juntan con ellas,el mayor cede-porque es muy pesada,el pequeño-porque si no se enfada,al final las primas o las amigas de turno acaban poniendoles una diadema en la cabeza y ya apaga y vamos.La de los churumbeles.
ResponderEliminarJajjajajaja, pobrecitos!!!
EliminarA mi me horrorizan esos niños que rechazan de pleno el rosa 'porque es de niñas' y lo mismo sus padres hacia ellos.... Que tontería... Por suerte tengo un aula muy maja que prefieren los baberos rosas y azulitos pastel a los blancos y sosos, jijijiji! Los tendré amanerados a todos??
ResponderEliminarY quiénes son más mandones? Ellos o ellas?
EliminarAmbos sexos, le llegan a ambos si te digo la verdad.... Tengo una clase muy heterogenea
EliminarJajajajaja, la feminidad la llevamos en los genes Flor, incluso las llamadas "machorras" tienen su puntito te lo aseguro, así que tranquila, hoy desespera a los primos y mañana al marido... que bueno..
ResponderEliminarSanto varón!!! jajjaja
EliminarJajaja. Miedo me da cuando llegue a la adolescencia... Besotes!!!
ResponderEliminar