Cigoto y sus artimañas demoníacas

El pelirrojo es un guante. Un suavón. Un sibilino. Un pelirrojo propiamente dicho como el muñeco diabólico, que lo pusieron pelirrojo por algo. Que en estas cosas no hay casualidades. Como te lo digo.

Pues igual que nació siendo un bendito y empezó a rebelarse ligeramente a los dos o tres meses, ahora es un as de la manipulación y el vacileo y nos tiene a todos con el culo apretado, como hacía Damien con su madre adoptiva, que estaba la pobrecita mía en un sinvivir con tanto perro demoníaco y tanta arte oscura, que esto de la maternidad es duro hasta decir basta.

Pues el pelirrojo parece que no va estar empanado como la hermana, cosa que yo agradecería que tengo el horno para bollos ni los nervios para farolillos, y está al quite en todo momento, reclamando su cota de atención a voz en grito como si lo estuvieran apaleando que no me extrañaría que las vecinas nuevas acabaran llamando a los servicios sociales un día de estos.

Y es que el perraco no quiere capazo, ni cuna, ni sillita vibratoria, ni pepinillos en vinagre, él lo único que quiere es que yo le clave las pupilas, lo coja y me lo encaje en la cadera desencajándole las piernas y dejándolo con la cabeza suelta como la Duquesa de Alba viendo mundo a su alrededor y lanzando bocanadas de leche a su paso como marcando territorio, una de las cuales le cayó el otro día a la hermana en un ojo y tuvimos un drama de dos horas en casa, que la niña es capaz de hacer bolas con los mocos durante media hora, pero ya se sabe que el asco es libre –como dijo sabiamente alguna lectora no hace mucho- y es capaz de arrancarse el ojo antes de soportar leche regurgitada en las pestañas.

Pero lo peor es que para conseguir su objetivo de estar anclado en mi cadera con las piernas en 180 grados como una gimnasta olímpica rusa, es capaz de cualquier cosa y a las estrategias de lanzar chupetes, espurrear la leche y dar patadas a diestro y siniestro como un protagonista de Hermano Mayor o una anciana con el síndrome de piernas inquietas, ahora ha sumado la tos falsa nivel ‘voy a morir asfixiado’ que usa como último recurso como si estuviera a punto de fallecer por tuberculosis como Margarita Gautier y claro, una que es madre aprensiva e hipocondríaca se lanza a por él, con el corazón en un puño mientras el niño se pone morado y es cogerlo y levantarlo por los aires –no tengo claro el por qué de esta maniobra salvadora que me he inventado- y empieza literalmente a partirse el culo en mi cara. Con carcajadas y todo.

Pero el colmo de los colmos es que está afinando el trazo y puedo jurar que ahora finge hacer caca sólo para que lo coja y lo cambie. Y me clava los ojos y pone cara de esfuerzo pero sólo si le miro, que si no, pasa de fingir y sigue viendo 'Mujeres, Hombres y Viceversa' -que el niño me ha salido tan choni como la hermana y flipa con tanto rayos UVA, tanto escote masculino y tanta silicona- y luego protesta moviendo el culo como lo hace cuando tiene caca y, claro, una cae y lo coge y le quita el pijamón y antes de quitarle el pañal ya sé que está quedándose conmigo porque empieza a partirse en mi cara con su cara de pelirrojo malvado. Para no echar gota.

Y aún no tiene los cinco meses. Me da que esto no ha hecho más que comenzar. Ay.

PD. Ayer publicamos post en El Planeta del Bebé sobre Cigoto, los saquitos para el carrito y el terror del pater ante el piqué! No os lo perdáis!!! Pincha aquí y echa un ojo!!!