Cuando me decidí a meterme en el negocio de la crianza,
pensaba que sería una madre molona, de ésas que se pasan el día haciendo cosas
divertidas con sus retoños, contando cuentos a la luz de una linterna y
organizando todo tipo de actividades mitad educativas mitad lúdicas con las que
ser una madre súper guay, envidiada por los otros niños y, por supuesto, por
las otras madres. Con lo que eso molaría.
A medida que avanzaba el embarazo y tras los primeros meses
de estrés de mi recién estrenada maternidad me di cuenta de que probablemente
no iba a ser una madre tan guay, básicamente porque quería abrirme la frente
contra el quicio de la cuna de puro agotamiento, porque la paciencia no me daba
para mi nuevo estilo de vida basado en cambiar pañales, dar biberón, poner a
eructar, bocanada, cambiar ropita, volver a dar biberón y cada tres horas
arrancarme los ojos de las cuencas de desesperación, sin peinar desde el día
del parto y con cara de estar entrando en un trastorno mental severo. Eso me
hizo sospechar de que igual no iba a tener talante para ser una madre guay, pero
desde luego, lo que jamás me hubiera imaginado es que yo fuera a convertirme en
una madre regañona. Con lo poco que me gustan.
Y desde entonces y aunque trato de evitarlo me paso el día
regañando, amenazando, sobornando, castigando, vociferando y dejándome las
pocas energías –fruto de la cafeína y mi dosis diaria de Pharmaton- por las
esquinas de allá donde vaya con mis churumbeles sembrando el caos y la locura.
Que si que te comas la comida o no te harás fuerte y no podrás
apuntarte a baile, que mira que no te apunto ¿eh?, que si recoge tus juguetes o
te los tiro a la basura, que si deja a tu hermano tranquilo o te castigo sin tele,
que si para ya de llorar que pareces un bebé y me vas a dejar sorda que llevas ya
una hora y media, que te he dicho que comas o se acabaron los helados ¡para
siempre!, ¿pero qué parte de que cierres los ojos no has entendido?, acércate y
déjame peinarte o no vamos al cole, ¡que comaaaaaaas te digoooo! Y cada vez de
una manera más violenta hasta que la cabeza empieza a darme vueltas y a salírseme
espuma por la boca y todo esto mientras el pater me mira como si fuera una loca
desconocida y desquiciada que acaba de colarse en casa, la pelirroja me
ningunea y el hermanísimo pone caras de terror cada vez que pego un grito. Pobretico
mío.
Así que el otro día se me ocurrió dejar de ser la madre
regañona y probar a dejar que las cosas fluyeran como dicen las tocapiés –y el
pater cuando me da sermones-, dialogando, aconsejando y dejando que el resto de
la familia se las ventilara, mordiéndome la lengua hasta morir atragantada y
dedicarme a ser la madre guay, que seguramente envejece menos y más tarde.
Después de unas horas con mi nuevo y relajado yo –que en realidad
era el mismo yo, pero maldecía en secreto- la situación era la siguiente: la
pelirroja acumulaba tantos nudos en el pelo en plan me he pegado ocho chicles, que
tuve que cortarle tres o cuatro tirabuzones insalvables, había almorzado dos
nuggets, dos yogures y tres helados y se había pintado las uñas hasta los
nudillos; el pater no pudo dormir siesta por lo que a las diez de la noche
estaba mitad violento, mitad voy a morir de agotamiento y no había podido ni
enviar un email; la casa parecía que había sufrido las inclemencias de un
tornado, había un rollo de papel higiénico desplegado en todo su esplendor por
el cuarto de la niña y en la taza del WC flotaba una tacita de plástico fucsia
y el pequeño había perdido 600
gramos del encanijamiento a base de achuchones y
besuqueo de la hermana y me miraba pidiendo clemencia.
Así que estallé, loca por echar en cara todo lo que estaba
saliendo mal, descargué mi ira, regañé un poco allí y un poco allá, cuadré al
personal y en un par de horas todo volvió a la normalidad, que no es buena pero sin duda, es mejor que el caos infinito.
Y creo que todos me lo agradecieron, aunque resoplaran para quedar bien cual rebeldes insumisos.
Y creo que todos me lo agradecieron, aunque resoplaran para quedar bien cual rebeldes insumisos.
¡Ay amiga! Esto me recuerda que a los 13 años yo lo que quería es ser hippy y vender pendientes en un puesto callejero (en serio). Pero claro, quién iba a hacerles la cena a mis hermanos pequeños... y cómo va a ir mi hermana al colegio, que siempre la llevo yo...(te prometo que lo pensaba). Un duro golpe de realidad ya en la preadolescencia.
ResponderEliminarTodo antes que el KAOSSSS (parece el nombre de un grupo punk)
En los momentos de más tensión, cuando estoy a punto de empezar a dar gritos sabiendo que me arrepentiré al instante, procuro recordar algunos consejos que leí en "Con el cariño no basta" de Nancy Samalin. A mi me ha venido muy bien para relajar mucho el ambiente y todo la gente que lo ha leído (e intentado poner en práctica) reconoce que tiene menos enfrentamientos con los peques.
ResponderEliminarSaludos!
A veces pienso que Flor Enjuto soy yo y que estoy escribiendo ésto.
ResponderEliminarjajajajaja
EliminarAyyy madre mía como te entiendo! Yo soy igual, a mi me llevan los demonios por todo, mira que intento relajarme y no gritar tanto, pero la verdad es que no lo consigo.. Lo intento todos o casi todos los días pero me resulta imposible.. Así que yo ya sé que soy más madre bruja que madre guay.. pero al menos gracias a ello conseguimos tener unas normas..
ResponderEliminarBuen fin de semana..
Te recomiendo que investigues en internet sobre "El desafío del Rinoceronte Naranja" (método para dejar de dar voces como una loca a los hijos...una madre americana lleva más de una año sin hacerlo).
ResponderEliminarAaaay! Cómo te entiendo. Eso de molones queda para los tíos y tías. Las mamis tenemos que imponer el orden o se nos comen por los piés. Cualquier error se paga caro en esto de la educación. Ánimo y sigue a toque de pito que yo creo que en el fondo e los perques eso les mola :D
ResponderEliminarAl final Belén Esteban y su "Andrea coño comete el pollo" se queda en una tonteria eh??...cuanto la entiendo...jejejej
ResponderEliminarEso nos pasa más de a una no te preocupes. Lo de los juguetes a la basura se lo digo a la peque cada media hora y como sabe que no se los tiro pues ni hace caso hasta que como tú estallo y ya no hace falta que le diga nada porque los recoge solita sin rechistar.
ResponderEliminarYo he llegao a coger una bolsa de basura limpia, ponerme a recogerle los juguetes mientras le digo que los voy a tirar todos a la basura si no los guarda y el muy... se pone a meterlos conmigo en la bolsa mientras me dice "¡a la basura, a la basura...!". En estos momentos no tiene ni un juguete fuera, en un arrebato los recogí todos en el trastero y él ni pregunta por ellos...
EliminarOtra ténnica que no me funciona... y ya he probado miles. ¡Ideas, por favor!
Me estoy viendo a cámara lenta.....tal cual......ainsssss
ResponderEliminarLo has bordao... no puedes haber descrito mi vida mejor. Anda que no he dicho veces "¿por qué tengo que llevar al extremo de castigarlo o darle una cachetá en el culo?" No me gusta hacerlo y me prometí que no lo haría pero cuando se tiene un cruce de Pipi Calzaslargas, Pocholo jarto nieve, Pitufo gruñón y una modelo anoréxica pues es lo que toca. Cuando vamos a algún sitio me transformo en Omaíta de tantas voces que tengo que darle pa que al final pase de mí olímpicamente.
ResponderEliminarY ya cuando nos juntamos con la típica madre de "es que no le pones disciplina... es que no le obligas... es que no le das una rutina... es que tiene que terminar lo que empieza..." me muerdo la lengua que me hago hasta sangre por no decirle "pues hala, tómalo y llevatelo una semanita y pruebas tú, y no vale devolvérmelo al día siguiente, te lo quedas". Sólo me queda soltar un suave "todos los niños no son iguales, todos los niños no son iguaaaaaales...".
Si es que en el fondo todos somos hijos del rigor... Un besote.
ResponderEliminarYo también quería ser guay, y comprensiva y dialogante...y ojo, que a veces lo consigo. Pero es inevitable que varias veces al día tenga que sacar al legionario que llevo dentro y pegar 4 gritos. Jo :(
ResponderEliminarYo regañona no soy,soy superregañona,que es peor jjajj,lo de ser molona y eso me dura un suspiro,pero qué suspiro....,por aquí también se ha probado algo de todo,no da resultados,así que me consuelo como puedo,hay días que tengo dos niños modelo en casa,si hasta me pasan la aspiradora y me hacen la colada,el resto del mes no consigo ponerles nombre,es en esos momentos cuando me veo una arruga nueva.Muy buen post,nos queda el fin de semana para reflexionar.La de los churumbeles.
ResponderEliminarLas tocapiés??? y esas quienes son??? (aunque me da que son las colechadoras con otro nombre)
ResponderEliminarAins no puedo estar mas de acuerdo yo tambien estoy condenada a ser madre regañona pero por partida triple como me habre dejado engañar asi por Dios,
ResponderEliminarYo también soy súper regañona, grito, me enfado, soborno y amenazo. Lo malo es que a la vez soy muy blanda y casi nunca cumplo mis amenazas, así me va.
ResponderEliminarA veces intentó no gritar pero después de estar yo sola con los dos desde las tres hasta las nueve de la noche, estamos los tres cansados y al final volvemos a los gritos
Uff yo aun no soy madre y ya quiero ser una sargento (aunque ya lo soy). Que sera de mi! y de mis futuros niños, pobreticos.
ResponderEliminarTodas llevamos dentro una teniente O'Neill, pero con cariño eh? que no se diga...
ResponderEliminarArriba esas madres Esteban!! O esas madres omaíta!! Ayer en pleno centro mi hija hacía la croqueta como si no hubiera un mañana, libre y sin problemas, pegando la barriga al pavimento frío de la plaza mayor boca abajo y frota que te frota colgándole los mocos y mirándome desafiante desde sus ojos grises riéndose como una perturbada debajo de su casco recién cortado estilo "el nombre de la rosa", mientras yo, de piedra, mirándola seriamente, me mordía la lengua y diez mil palabrotas me pasaban por mi cerebro a mil por hora. Nada de madres guays, ni dialogantes, ni coleguis, ni nada por el estilo, mi hija no llega a nada por ese camino. El grito de Munch es lo que mejor le va. Besos para todas y ánimos
ResponderEliminarSI es que no hay nada como una madre generala, poniendo firme hasta el perro de la vecina, jajajaja. A tomar por saco las buenas formas, la paciencia y contar hasta diez, un par de gritos dando órdenes y se acabaron todas las tonterías, que ya está bien...
ResponderEliminarNooo!!!
ResponderEliminarNO ESTAS SOLA!!! aca tenes a otra madre q tbn pega unos gritos, q pone en penitencia, q dà palmadas aunque evito al maximo hacerlo, pero a veces se hace imposible!!!
Definitivamente, tbm queria ser una madre molona.
Yo me di cuenta de que no sería una madre guay el día en que con dos meses le dije q mi pollito "me voy a ir donde no haya ni correo". Ya no había vuelta atrás. Me acababa de salir la regañona que llevaba dentro y, lo peor, ya me estaba pareciendo a mi madre.
ResponderEliminarMadre molona se puede ser un rato no todo el dia sobre todo si t ha tocado ser la generala en la familia....mejor un grito a tiempo q tener un gamberro por hijo...
ResponderEliminarEs que me troncho!!!
ResponderEliminarJajaja como te entiendo, creo que a todas nos gustaría ser madres molonas y que todas acabamos siendo madres sargento..... Pero con el paso de los años verás como los gritos, repetir las normas cincuenta veces al día, y cumplir las amenazas y los castigos dan sus frutos y las fieras se acaban amansando. Y en ese momento te das cuenta de que no lo estabas haciendo tan mal..... Pero al cabo de unos años. Así qué buena dosis de paciencia
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