jueves, 23 de febrero de 2012

Las madres de antes


Desde que me inicié en esto de las labores de crianza y comencé a ser consciente de lo agotador que resulta compaginarlas con una correcta salud mental, empecé a desarrollar una profunda admiración por las madres antiguas, ésas que enganchaban un embarazo con otro y amontonaban criaturas chillonas en sus pequeñas casas, amamantando sin descanso prácticamente hasta la menopausia.
 
Y allí no había cuarentenas de reposo, ni cesáreas que te libraran de un parto difícil, ni bajas por maternidad, ni lavadoras que desinfectaran los trapos rebosantes de flujos infantiles variados, ni pañales desechables que lanzar a la papelera olvidando su aterrador contenido, ni maridos colaboradores a los que endiñarle el testigo a la vuelta del trabajo, ni una coctelería cercana donde despotricar –comiendo pistachos- con las amigas sobre lo duro que es ser madre ni, mucho menos, una caja de lata de El Corte Inglés con los episodios completos de Caillou, con los poder seducir a la camada.

Personalmente, hiperventilo sólo de imaginar lo que sería enfrentarme a la maternidad sin DVD y sin los insoportables compañeros televisivos de la pelirroja, a los que, para ser sincera, patearía hasta su desintegración, pero a los que -con la mano en el pecho- debo la mayoría de mis escasos momentos de tranquilidad maternal y las tres o cuatro neuronas que aún me funcionan, eso sí, a tiempo parcial.

Así que plantearme siquiera lo que supondría criar a una caterva de embravecidas criaturas sin lavadora, microondas, toallitas limpiatodo, biberones anticólicos –tan feos como maravillosos-, chupetes –cuanto más gordos y más pro-ortodoncia futura, mejor-, parques de cercado infantil, hamaquitas vibradoras -que a más de una han salvado la vida-, el Dalsy –el muymejoramigo de una madre- o los juguetes cantarines –tan desquiciantes como hipnotizadores-, me coloca de una brusca patada mental al borde del fallo multiorgánico.

Y entonces vuelvo a la realidad, a la mía, y me siento hasta culpable de quejarme tanto “con lo fácil que es todo ahora”, como me dicen las abuelas. Y asiento, entusiasmada. Y llego a casa, embotada de pistachos y exultante, dispuesta a disfrutar de las maravillas que el futuro ha puesto frente a mí…

Y entro y saludo, entre el jaleo de los incombustibles Cantajuegos y las adivinanzas del perro-oso cantarín que mi amiga Raquel tuvo a bien regalarle –algún día vengaré esta afrenta-; sorteo los doscientos klineex con los que ha cubierto el suelo y unas pocas de fresas machacadas a pisotones; encuentro una de mis zapatillas garabateada y abandonada junto al sofá y la otra en el interior de la fregona, empapada, junto a Dipsy, el Teletubbie verde; el padre me anuncia que la nena vuelve a tener tos y que no quiere comer y que le ha sacado una bolita de maíz de la nariz y que no sabe si tiene más…

Y se me desarmonizan los chakras, todos, y me vuelve el tic del ojo, a más velocidad que nunca, y, para ser sinceros, ya no me parece tan maravillosa la lavadora, ni los pañales ultrasecos, ni, mucho menos, el lacio alopécico de Caillou.

12 comentarios:

  1. Si es que no podemos parar de seguir leyéndote!
    Acabamos de actualizar con visita recomendada a tu blog!
    Y es que deberíamos decir eso que tan bien decía Eros Ramazzotti con voz de culo: GRACIAS POR EXISTIR!

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    1. Muchísimas gracias!!! Emocionada me halloooo!!!
      Besitos para los dos!!

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  2. Si que tenían MERITO!
    Gracias por tus post, son una delicia ;-)

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  3. " me coloca de una brusca patada mental al borde del fallo multiorgánico." Esta frase me ha encantado jajajajajaja. Bueno la q más, porque el resto también.

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  4. Mater, tienes que escribir sobre los cumpleaños, que los cumpleaños en esta familia no tienen desperdicio :) GENIAL

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  5. Hombre, es que la diferencia es que esas madres le quitaban a toda la caterva la tontería de golpe a sopapos. Los críos se portaban bien por la cuenta que les traía, pero como ahora pensamos que es pecado mortal darles un cachete, luego pasa lo que pasa.....

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  6. Me niego a ponerle los cantajuegos, son seres del infierno. Los vi en casa de mi cuñada y a mi sobrino le chifan, pero no no no.. me dan miedito

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  7. bufffff Yo siempre decía que quería tener tres. Tengo uno, y quiero tener otro aunque me da miedo, pero ¿tres? ¿tres? ¿estamos locos o qué?

    cada día que pasa admiro más a mi madre, que tuvo 5... los tres primeros en 3,5 años... y ninguno gemelo...

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  8. master: "soy una madre de aquellas" y te asguro que no se como sali adelante con dos elementos, entre lavar gasas ¡con fluiddos de todo tipo y procedendia! entrearcadas y escalofrios..no puedo ni acordarme.
    ¿sabes? tenia que gravar los dibujos de la tarde durante un mes para llenar una cinta de video para tener a que agarrarme en momentos de desesperacion, eso si se veian los mismos las veces que hacia falta.
    un beso y gracias por acordarte de mi...ssnufj(llanto)

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  9. jaja, que bieno, qué bien has hecho en reenviarnos a este post. A mi, cada vez que me preguntan ¿y cómo te apañas con 3? le pregunto ¿y tu abuela cuántos tuvo? porque ahora vamos de heroinas , pero ojo esas abuelas qué santas que fueron!!! qué fortaleza!!! los abuelos que ahora se desviven por sus nietos en el parque, en la época de sus hijos no dieron ni chapa, y las pobres se lo curraban todo, y algunas superwomen incluso trabajaban además fuera de casa.... muy fuerte, no estamos a la altura....

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