Yo soy de las que hace muchos propósitos, imagino que para
fingir que así lo tengo todo controlado porque quien tiene un plan tiene medio
trabajo hecho, aunque el otro medio no lo haga nunca, que todo no puede ser. Hombre
ya.
Por eso yo, con la llegada de septiembre me había venido arriba
y pensaba ser una mujer renovada, empleada del mes, madre perfecta y esposa amantísima,
pero ha sido correrse la voz y tengo más tareas que un alumno de Bachillerato,
vamos, que entre lo que me dice la
Vogue, el jefe, el endocrino, las maestras de los pelirrojos,
el médico de cabecera, la mamma y el primo hermano de la vecina del quinto he
perdido el brillo en los ojos y me he apuntado para que las autoridades me
concedan una muerte digna ante esta nueva vida que ni es vida ni leshes.
Según estas indicaciones, lo suyo es que me levantara antes
de que suene el despertador a las seis y media porque levantarse por uno mismo
es siempre mejor para el sistema nervioso, así que lo suyo será dormir con un
ojo abierto para conseguir arrancar unos quince minutos a las cuatro horas de
sueño que con suerte hilvano y en la que me despiertan de tres a cuatro veces
con aguas, mocos, miedos y agresiones físicas infantiles como patadas en los
lumbares o lanzamiento de brazos en el jeto.
Nada de café, ni cocacola, lo suyo es que con el cuerpecito
cortado te bebas un vaso de agua caliente con limón porque si no, al parecer
estás condenado a una muerte segura, luego desayunas un pomelo y pan sin sal y
te duchas con agua casi fría para reavivar la circulación, te maquillas y te
pones mona para ir a la oficina. Y cuando digo mona digo siguiendo los outfits
de las revistas o los blogs de moda o estarás out y estar out es una cosa muy
terrible.
Luego vete al curro y rinde mucho que hay que luchar por un
ascenso aunque no lo quieras porque la ambición es también una cosa
importantísima porque a ver si no de qué iba a estar Clara Campoamor dándolo
todo para que tú no quieras ahora un despacho más grande, desagradecida.
Cuando llegas a casa con las piernas colgando y la malacara
de Gollum, hazte una comida sana e insípida que no vea tu endocrino que has
tirado de carbohidratos sinvergüenza, no vayas a coger un poco de energía con
lo buena que están las espinacas hervidas y lo buenas que son para el colon… Y
con el último bocado en el gaznate ponte a hacer los deberes con la niña, que
te ha dicho la maestra que tenéis que colaborar, esto es que tú haces de
profesora suplente en casa, pero ella no te barre el salón, que cada unos establece
las colaboraciones como quiere.
Así que tengo que sentarme con ella clavándole las pupilas
para que haga los deberes mientras repaso la lista de la compra que tiene que
hacer el pater por la mañana y limpio la mesa al mismo tiempo que le explico
las restas conllevadas, los conjuntos y la santísima Trinidad. Y además dice la
seño que hay que traducirle los contenidos de sociales y naturales porque son
en inglés y no quiere que se pueda ver perjudicado el contenido de la
asignatura, que me parece muy bien, pero no está una para traducir las partes
de una flor y las etapas de la
Prehistoria como tiene el salón y los nervios. Pero ella dice
que no tiene tiempo con sus veintitantos niños que se ve que tú, mujer, te
organizas mejor.
Así que traduzco con mi inglés pueblerino mientras obligo al
benjamín a dibujar para facilitar el trazo óculo manual, que dice su seño que
es tema vital, aunque el niño lo que quiera sea comerse la cera y/o dejar
tuerta a la hermana.
Tampoco nos podemos entretener mucho porque la niña tiene
que ‘esparcirse’ e ir al parque pero también leer una media hora al día, así
que podemos ir al parque arrastrándonos con nuestra dieta hipocalórica y
nuestra cara tipo muñeca de Tim Burton para que la niña se esparza pero que se
esparza leyendo aunque se abra la cabeza contra el tobogán y Cigoto coquetee
con el suicidio en la barra de los mayores mientras hace ejercicios bucales de
quince minutos a media hora diaria para que alcance una buena dicción en su
vocabulario de cuatro palabras.
Y hay que volver a casa porque el pequeño tiene que hacer
Yoga, no, no es una broma, que mi guardería es muy progre, así que mientras lo
pongo en la postura del loto, hago flexiones que dice mi endocrino que no
pierdo porque no hago deporte, así que me flexiono mientras el pequeño se
reordena los chakras en el salón y la primogénita me cuenta lo que ha hecho en
el día, que hay que hablar con los niños, sin interrumpirles ni terminarles la
frase que eso está muy feo, así que mientras hago sentadillas, me puede ir
repasando las intrigas palaciegas del patio del colegio o las propiedades
mágicas de una canica con un desconchón que se encontró en el parque con dos
millones y medio de gérmenes.
Y si aún no se me han parado los órganos vitales en seco,
aún me faltarían los baños relajantes, las cenas sanas y tranquilas sin
presiones pero sin que se dejen nada en el plato, que dice la pediatra que soy
muy permisiva, jugar un rato antes de dormir, a ser posible haciendo un puzzle
o algún juego educativo y acostarlos con un cuento antes de las diez. Luego,
tener un rato para hablar con el pater y mantener viva la llama del amor, ver
alguna serie de culto y leer a García Márquez o el poemario de Luis Alberto de
Cuenca, que es premio nacional de poesía y hay que cultivarse aunque una ya no
tenga neuronas ni para leer la receta del Apiretal.
Pues eso, que no me da la vida.