lunes, 28 de julio de 2014

La inocencia infantil y el unicornio María Magdalena



Probablemente, lo que más mola de tener niños –además que se siempre te vean guapa incluso recién levantada, con el rimel corrido cual bailarina de Las Vegas yonqui y con la bata de anciano del pater puesta- es que puedes disfrutar en primera fila de su curiosa visión del mundo, sin adulterar por el peso de la realidad. Vamos, que te puedes quedar con ellos con cualquier historia por surrealista que sea.

Yo como soy malamadre aprovecho esto a mi favor y a la pelirroja lo mismo un día le hago creer que existen las brujas y el hombre del saco para mantenerla a raya, y al día siguiente la veo con cara de horror y le confieso que es mentira, que una también tiene su corazoncito… y al otro día, vuelta a empezar… y da igual cuantas veces lo haga que siempre encuentro terreno virgen.

Pero laz brujaz ¿qué ez lo que comen, mamá? / Pues de todo, pero básicamente ojos de serpiente putrefactos y colas de ratas hipertensas –que a mí también me va la marcha- / Qué azcooo ¿y ezo dónde lo compran? / Ah, pues en la tienda de las brujas, que allí hay de muchos tipos y sabores y muy buenas ofertas / ¿Y me puedez llevar un día, anda mami polfi? / Qué disparate pero si eso da mucho miedo… / Anda mamí, polfi, puez que venga papi con nosotras / No porque te va a dar miedo / Que de verdad que no… que ademáz, yo me llevo el amuleto –que es un pedrusco contra el reuma de los chinos- / Vale pues cuando te comas la comida de mayor, te llevo / Biennn, pero la tortilla no, ¿vale? Que me da musho azco / Vale / ¿Y allí ze va en autobúz? porque yo me mareo musho…

Mamá, ¿las hadaz ezizten? / Claro / Yo es que un día vi una pero no sé si era un hada o una mozca grande, porque eztaba ozcuro pero no me picó ni nada y yo creo que era una hada porque laz hadaz no pican ¿a que no? / No, a no ser que tenga la rabia. Yo creo que lo que viste podría ser un hada-mosca, que son hadas que se convierten en moscas cuando viene la gente para que no las vean. / ¿Y zon mzscas normalez o llevan falda? / Hombre, llevan falda. / Puez yo creo que vi una en mi cole un día. / Seguro...

Yo ez que quiero tener poderez... / Y los tienes / Qué vaaa, mira – y hace como que lanza cosas con la mano en plan hechicera de teleserie barata- no zale nada / Pero a lo mejor tú tienes otro poder secreto como hacer que se cumplan los deseos / Anda puez yo creo que zí porque yo había dezeado ir al cine y hemoz ido… uauuu / ¿Ves? / Mira, ahora voy a dezear otra coza –y se coge la cabeza como si le estuviera dando un jaquecón mortal o un derrame, y vuelve a hacer el gesto de lanzamiento hechicero- jooo, había pedido tener poderez y no me zale / Pero porque son poderes a largo plazo / ¿Ezo ez que zon inviblez? / Claro / Qué guay

Y ayer mismo, estaba en el cuarto con el pater poniéndose el pijama y la escuché decirle: He penzado que para mi cumpleañoz no quiero la bici, mejor quiero una mazcota, pero una chuli. Quiero un unicornio que zea roza y morado y lo voy a llamar ‘María Magdalena’ porque es el nombre favorito de mami –ahí lo llevas, primera noticia- porque había penzado llamarlo Zandra pero creo que no le pega…

Y yo que soy de visualizar mucho las cosas ya he visto al unicornio bicolor llamado María Magdalena trotando por la casa, arrasando con el mobiliario y con Cigoto enganchado a las crines y la visión me ha llegado. Vamos, que ya estoy mirando por internet a ver si localizo uno a buen precio.

Si es que la juntera es lo que tiene. Que todo se pega.
Pues no me había creído que iba a descansar en mis vacaciones.

lunes, 21 de julio de 2014

Las vacaciones y otras formas de tortura


Que te den vacaciones cuando tienes hijos es una cosa muy fea y de muy mal gusto, que debería estar penada por ley o denunciada por Amnistía Internacional o Cruz Roja o Pablo Iglesias o algo, porque todo el mundo sabe y quien no lo sabe es porque no tiene hijos o no tiene vacaciones, que el binomio días libres-hijos es lo peor que os puede pasar a ti y a tus nervios –a los pocos que te queden medio utilizables- junto a un maratón de cumpleaños infantiles, que para más inri, también suelen sucederse en verano.

Una, que es ingenua y optimista como la que más, estaba como loca con esto de tener vacaciones y había hecho mil y un planes para disfrutarlas como dios manda. Y mira, que había bajado el listón y ni siquiera había pensado en escaparse una semana a un hotelito de costa, qué disparate, una se conformaba con tomarse unas copichuelas con las amigas, broncearse en un hamaca de playa de su ciudad, hacerse unos largos en la piscina, salir a comer, a cenar, al teatro y hacer todas esas cosas que hace la gente normal cuando está en vacaciones.

En mi defensa diré que este es mi primer trabajo ‘serio’ desde que soy madre y con serio quiero decir con un horario y con un sitio físico al que ir, así que era novata en esto de las vacaciones familiares y todo era utopía.

Por supuesto, la realidad es bien distinta, sobre todo en mi caso, que he de huir de casa cada día para que el pater pueda terminar alguno de sus trabajos que los pelirrojos tienden a boicotear, así que me tiro a la calle como una cualquiera, enganchándome a los planes más terroríficos para divertir a lo niños y entretenerlos hasta que el pater termine sus quehaceres, que empiezo a descubrir que no piensa acabar nunca, que aquí el más tonto te hace un reloj.

La cuestión es que un día me voy a la piscina y achicharro a los pelirrojos aunque me pase el día enyesándolos en factor 50 y arrinconándolos en la sombra, inflando manguitos y muriendo de hipotermia y exceso de cloro mientras la nena finge que sabe bucear porque mete la cara en el agua hasta que pierde oxígeno y Cigoto me patea el hígado tratando de soltarse de mí y nadar libre rumbo a la depuradora.

Otro plan es el paseíto interminable que empieza a la amanecía y que incluye parque infantil a 40 grados malagueños, con la pelirroja pelándose el culo en el tobogán, helado en Casa Mira que acaba refregado sobre mi vestido mientras Cigoto se rebela en el carro y grita rompiendo la barrera del sonido para que todas las señoras me miren como si yo lo estuviera matando y culminando en el mcDonalds o Burger King con ensalada tristérrima y parque de bolas infernal. Y por la tarde, café con la mamma o museos o cualquier otra cosa que me lleve hasta la muerte por agotamiento, cuando vuelvo a casa arrastrándome, y con suerte me lavo la cara antes de caer en coma en el sofá.

Otras veces innovamos como ayer mismo (hoy), que nos tiramos a ver la procesión de la Virgen del Carmen en familia, desde las once de la mañana, con un sol de justicia abrasándonos el cogote, con un pelirrojo poseído por las fuerzas demoníacas del mal, luchando por gatear y arrastrarse por cualquier suelo o carretera que se cruce en su camino, si hay colillas mejor, coqueteando con el suicidio cabeza abajo, con la pelirroja matándose viva con el primísimo, y conmigo arrastrando los pies y el alma detrás, al borde de la muerte. Y después, comida y café y helado y regue de quince segundos para que mi hermana que es una lianta como la mamma, me meta de estrangis en una especie de feria de pueblo con cuatro atracciones descatalogadas de la antigua URSS, a morir de tristeza y cansancio a ritmo de Bachata y tómbolas.

Y por si no fuera poco estar allí más muerta que viva tirando de dos millones de globos, una comba, un arco con hacha de plástico, dos botellas de agua, chucherías, un agotamiento crónico y dos enanos hiperactivos, me dice mi hermana que me monte con mi sobrino en una especie de zigzag inofensivo, que ella tiene las cervicales muy mal y que al chiquillo le hace ilusión.

Sólo diré que ahora soy yo la que tiene las cervicales mal. Y la médula peor. Y náuseas como de embarazada en el primer trimestre, montada en un globo del revés, y un brazo con más moratones que un yonqui, y unos mareos que ni mi tía cuando le saltó el audífono en Eurodisney. Vamos, que yo creo que esa atracción ni estaba homologada ni nada. Que no hemos muerto de milagro de los cabezazos que nos han dado contra el asiento, que yo creo que el feriante se había cabreado con la mujer y las ha pagado con nosotros, pobres criaturas levantadas desde la amanecía. De hecho han tenido que parar para que una chiquilla que le estaba viendo los ojos a la muerte, se bajara aterrorizada a los cinco minutos de empezar, cuando ya todos creíamos que se había acabado el tormento. Pero cuando el resto de los que estábamos allí quisimos seguirla, nos volvieron a asegurar el cierre y otros cinco minutos más de tortura, que se ve que allí no se montaba ni el tato y querían agasajarnos con veinte vueltas extras. Vamos, que ahora estoy escribiendo esto a la una de la madrugada mientras la pelirroja salta en la comba de los chinos que se ha ganado en los patitos, despertando a medio vecindario, y no sé si terminar el post o abrirme la cabeza sobre el teclado.

Y todavía me queda una semana de vacaciones.

jueves, 17 de julio de 2014

Publicidad, sobornos y otras maravillas. ¡Pisamonas celebra su semana sin IVA!



Ya os he dicho mil veces que la pelirroja come poco tirando a nada, con el sufrimiento que eso me genera a mí y  a mis nervios de madre aprensiva,  sin embargo, la criatura aprovecha lo que poco que engulle –no quiero imaginar la adolescencia que nos espera-  y no sólo parece repetidora en su clase de Infantil sino que de un mes a otro los vestidos se nos quedan cortos y los zapatos pequeños. Un sinvivir.

Eso, sumado a que Cigoto ya empieza a dar sus primeros pasos –cogido de la mano y sin mucho entusiasmo, que todo hay que contarlo-, vuelvo a colocarme en el punto de partida veraniego para invertir en un par de zapatos para los pelirrojos, fresquitos, con un diseño atractivo y por supuesto, de calidad. Que lo de andar pegando tiritas en cuclillas en mitad de la calle, ya me lo sé y no, no me pasa más.

Así que nuevamente, acudo a mis amigos de Pisamonas, que tienen una web cómoda, bonita e intuitiva, cuentan con un amplio catálogo de productos de la mayor calidad, con cuidados diseños, materiales de primera y unos precios inmejorables. Y lo mejor de todo, me dejan comprar desde casa con la tranquilidad de poder mirar al detalle cada modelo, sin malévolos niños correteando de un lado a otro.






 Pero por si esto fuera poco, esta semana –hasta el día 20 de julio- celebran su semana sin IVA, es decir, una semana en la que una amplia selección de artículos cuesta un 21 por ciento menos. Ojiplática me quedo. Vamos, que yo personalmente voy a aprovechar y a invertir hasta en zapatitos de piel para el otoño...














Y para las que precisen de un empujón para la compra online, recordad que los chicos de Pisamonas no os cobran gastos de envío y además, el cambio de talla es gratis. ¿Qué más se puede pedir?

Vamos, que el único problema que vais a tener ¡es no saber qué elegir! Merceditas, alpargatas, cangrejeras, bailarinas, menorquinas, pepitos… y un larguísimo etcétera de preciosos zapatitos de primerísima calidad...

Pasaos que nos arrepentiréis!!




















lunes, 14 de julio de 2014

El camping y otros sustos



Cuando la abuela me dijo que se llevaba a la niña al camping de sus tíos, se me pusieron los pelos de punta por aquello de que una es madre aprensiva y la pelirroja una bomba de relojería en lo que a coqueteos con la muerte se refiere, y si en casa es capaz de dejarse menisco y medio contra la pared en un giro de tres cuartos mientras ve el canal Disney, de qué no sería capaz en terreno abierto, libre cual cervatillo y de secuaz de la prima Sara, conocida en el mundo entero por su capacidad de hacer el mal y de divertirse y divertir a la cualquiera. Lo que viene a ser una chica popular de seis años de toda la vida de dios. Con lo que molan. Y claro, para la pelirroja, de cuatro, que vive empanada en su mundo de princesas Sofía, eso es lo más de lo más.

Así que para hacerme la guay dije que sí, no antes de hacerme con una caja de lexatines auténticos -mitad para mí, mitad para la abuela que se la llevaba- y de aleccionar a la niña como si se fuera a la guerra de Afganistán, llenándola de miedos varios, -que es lo que hacen las buenas madres- y previendo que antes de dos días estaría llorando para que fuéramos a recogerla, que la nena es fiestera pero nunca ha pasado tanto tiempo fuera de casa y mi niña es muy chica y necesita estar con sus padres. Pobrecita mía.

Pues no. Ni mijita. Lo cierto es que sí que ha llorado pero sólo a la vuelta porque no quería volver a casa -malévola traidora- y de hecho, cada vez que la telefoneábamos, la abuela tenía que perseguirla para que nos cogiera y cuando lo hacía repetía cual cacatúa 'Me eztoy portando bien, le hago cazo a la abuela y te quiero musho, mamá, pero ahora tengo que irme' y me dejaba con el pipipipi y con la cara partida mientras esta preadolescente encerrada en el cuerpo de mi hija de cuatro años, se iba a la piscina a hacer coreografías con sus nuevos amigos o al cine de verano que ponían en el club infantil, con una alocada vida social que ni Lady Gaga, mire usted.

'Ez que ezta nosshe me voy a hacer las trencitas porque luego me voy a la discoteca' me dijo una tarde así a las bravas y yo que no estoy preparada para tener una hija que vaya a la discoteca, ni siquiera a una de parvulitos menores de ocho años, me vi obligada a echarme una mascarilla rejuvenecedora para venirme arriba.

Y no sólo es que pelee con la abuela para ducharse sola, ella que es tan floja que no quiere ni abrocharse los cordones de los zapatos, sino que exige entrar sola al recinto de la piscina para que no crean los nuevos amigos que es una niña bebé, ella, que ya tiene acumulados 56 meses de vida. Hombre ya.

Pero lo mejor de todo el asunto  -lo peor según el pater que ya ha ido a sacarse el permiso de armas- es que se ha echado una pandilla de amigos, donde hay una pareja de gemelos con los que las primas Jiménez ya han hecho ojitos y al parecer pasean por la parcela pelando la pava con sus labios pintados y sus bolsos de Peppa Pig al hombro. Y el otro día, al parecer, la madre de los críos las invitó a merendar a su caravana, imagino que para ver de qué calaña eran las mozuelas que rondaban a sus retoños. Y teniendo en cuenta que la pelirroja sólo come potitos y que iría pintada como una puerta con su maletín de maquillajes de Hello Kitty, no tengo claro si habrá congeniado con la suegra y si habrá o no boda en marcha.

Con lo bien que me vendría su cuarto para una salita de lectura.

lunes, 7 de julio de 2014

Cigoto el pandillero



Que Cigoto es un ser malvado es algo que descubrí más pronto que tarde por aquello de ser madre repetidora, que ser madre repetidora te enseña mucho y además de a ducharse con muñecos clavados en los pies sin perder el equilibrio ni las ganas de vivir y a peinarse en el coche con el cepillo de la Barbie y conseguir un acabado decente, también te enseña a distinguir la seña del mal entre tus filas.

Y es que mientras su hermana se pasaba los primeros meses de vida frita sobre un cojín, sin encontrarle más sentido a la vida que el de beberse un biberón cada tres horas y volver a coger el sueño en un bucle de diversión sin límites, el hermanísimo ya planeaba mil maneras de escapar de la cuna, a ser posible cabeza abajo y con el mando del aire acondicionado en la boca para ir dándole emoción al asunto y a ser posible, comerse una pila. O las dos..

Pues bueno, los meses han ido pasando y Cigoto ha ido perfeccionando sus técnicas malignas para dar rienda suelta a su instinto vikingo, dejando un reguero de estrés y caos a su paso. Así ir con él a la piscina es perseguirlo por todo el recinto mientras corre como un loco a cuatro patas, se purga con el césped y lame las chanclas ajenas que va encontrándose a su paso como un tesoro de incalculable valor, sobre todo si tienen pelusones, y eso cuando no roba pelotas, paletas, manguitos y flotadores, en ocasiones empleando la intimidación enseñando sus gigantodientes de Bob Esponja, como si fuera un lating king descolorido.

Vamos, que este niño, con su año recién cumplido y sus violentos andares a gatas como si fuera una niña poseída, se nos está yendo de las manos, Que más pronto que tarde, lo veo en Hermano Mayor, que yo ya hasta me he puesto a dieta por aquello de los 5 kilos que engorda la cámara.

Y es que con Cigoto todo es ansiedad porque no quiere carro ni parque ni hamaca ni nada que no sea gatear sin descanso, trepando a la mesa del salón para saltar luego al sofá y de ahí a la barra de la cocina, el objeto de deseo cigotil. Y si lo frenamos y lo sacamos del triángulo del peligro, vuelve a iniciar el recorrido como si no fuera con él. Ni ‘no’, ni ‘trastras’ ni ‘niñomalo’ ni cara de loca de libro.

El problema es que el pelirrojo empieza a disfrutar de su maldad, vamos que ya no sólo lo hace por instinto sino por diversión.

Por ejemplo, hace unos días estábamos en una cafetería y le dimos un medio bollo de pan para que se entretuviera y no quisiera salirse del carro. Lo cogió, nos miró con desdén y en plan adolescente rebelde, lo lanzó con fuerza a cabeza de la señora de la mesa de al lado –que la criatura se ve que había ido a la peluquería-  y se lo dejó encajado en el cardado mientras el malvado se reía a carcajadas a sabiendas de su hazaña.

Y ayer mismo en la piscina se fue gateando hasta la reja que la cerca y empezó a trepar por ella hasta colocarse de pie, agarrando con las manos y con la cara aplastada contra el alambre. Entonces me miró y me enseñó la dentadura y como veía que lo miraba y no le decía nada, decidió doblar la apuesta y se soltó de una mano para quedar balanceándose adelante y atrás de un solo brazo, como un pandillero juvenil vacilón.

Pues eso, que lo doy en adopción.