lunes, 30 de mayo de 2016

Campamento prematernal. Lección 1

Dado el flamante aumento de embarazadas que tenemos por aquí, no me queda otra que retomar este post para que estas pobres criaturitas vayan preparándose de cara a la vida maternal, donde todo entrenamiento es poco. Quien avisa...
 
Pensando en todas aquellas cosas que debíamos hacer antes de convertirnos en padres -por aquello de que luego no volveremos a tener la oportunidad ni las fuerzas- me vino a la cabeza la flamante idea de crear un campamento prematernal en el que prepararnos para la crianza, ya no disfrutando de lo que no haremos, sino preparándonos para lo que no tendremos más remedio que hacer y que sufrir.
Así, este campamento prematernal contaría con las técnicas más asalvajadas –al más puro estilo Chaqueta Metálica- y estaría destinado a todos aquellos que se decidan a embarcarse en el agotador mundo paternal, para que sepan a lo que van y no puedan decir que no sabían de qué iba el asunto.
En principio he pensado en estas cinco asignaturas como tronco del currículo nocturno, que será completado con otras materias, igualmente fructíferas, en futuras entregas.
1.- Maltrato nocturno. Para ir abriendo boca de cara a la maternidad, los alumnos de nuestro campamento serán despertados en mitad de la noche con alaridos en la oreja y llantos desconsolados en tantas ocasiones como se considere oportuno pero siempre con la idea de no lograr las 3 horas consecutivas de sueño, como en las torturas de Guantánamo. Igualmente, recibirán en silencio y por sorpresa, dolorosas patadas y algún que otro puñetazo bien en los costados, bien en la espalda,  haciendo especial hincapié en las zonas donde haya habido lesiones anteriores.
2.- Prueba de fuerza y constancia. Los alumnos pasarán noches aleatorias en blanco que no serán avisadas previamente y que deberán pasar en pie, paseando por la habitación hasta el amanecer con un saco de harina de cinco kilos acunado en los brazos y cantando nanas clásicas sin descansar. Queda prohibido sentarse o el saco chillará, queda prohibido callarse o el saco chillará, queda prohibido no sufrir o el saco chillará.
3.- Tareas de comprobación. Los alumnos serán despertados cada media hora para comprobar la supuesta supervivencia de un saco de harina en forma de niño que le colocarán en una cuna cercana. Las tareas de comprobación incluyen pasada del dedo bajo la nariz y traqueteo una de cada tres veces. Si el traqueteo es demasiado leve, el saco no se inmutará y será causa de suspenso, si por el contrario es demasiado fuerte, el saco comenzará a llorar y también será causa de suspenso y de colecho con el saco encima.
4.- Destreza nocturna. Al sonido de la alarma –que será en modo llanto infernal- nuestros alumnos deberán levantarse y, a oscuras, buscar chupetes, biberones de agua y mantitas, sin hacer ruido y en dos minutos. Si lo logran, volverán a dormir hasta nuevo aviso, si no, deberán trasladarse al salón y visionar cinco episodios de Caillou consecutivos, meciendo a un saco de harina chillón.
5.- Arrinconamiento en el lecho. Los alumnos no deberán sobrepasar bajo ningún concepto la raya marcada en sus sábanas que les señalan sus 45 centímetros de espacio para dormir. Si la sobrepasan en mitad de la noche, serán castigados con patadas y otras agresiones físicas. A la tercera falta, agresión extrema y visionado de Caillou hasta el amanecer.
(Continuará)

lunes, 23 de mayo de 2016

Surrealismos infantiles


- El miedo al secador y a cortarse las uñas. Yo no sé los vuestros, pero a los míos hay que perseguirlos y placarlos en plan Pressing Catch para poder secarles el pelo mientras gritan como si los estuviera torturando con kilos de espinacas, y cuando eran pequeños lloraban desconsolados nada más encenderlo, no tengo claro si por el ruido de reactor nuclear o por que creían que iban a ser absorbidos por la máquina infernal. Y respecto a las uñas, si por ellos fuera irían con las uñas de metro y medio como Aramis Fuster porque todavía a día de hoy, tengo que retorcerles el brazo en plan tortura de la guardia republicana iraquí o componente del Circo del Sol para poder cortárselas mientras ellos cierran los ojos y hacen muecas de horror como si estuvieran viendo a Candyman en bañador.

-  El horror ante los puntos negativos. Los pelirrojos son gente insumisa a los que amenazarlos con las siete plagas egipcias no vale de mucho, ni siquiera cuando pongo mi cara de asesina en serie. Sin embargo, es hablarles de la posibilidad de darles un punto negativo y son capaces de mover el mundo. Lo más curioso es que esos puntos no se traducen en nada, pero es nombrarlos y caer hechizados bajo su influjo. Ayer mismo la pelirroja fue capaz de hacer tres copiados seguidos sólo por la posibilidad de conseguir un punto positivo, que salvo para el currículum no le vale para nada. Qué grande el poder de la supernanny.

-  Modo repetición en bucle. Desde que soy madre he aprendido que las veces que un niño ve la misma película o el mismo episodio de una serie es directamente proporcional al aumento de su predilección por él. Es decir, que el hecho de que tu niña vea siete veces Enredados no sólo no provocará que se harte de ella – lo siento- sino que hará que cada vez le guste más en plan adicción mortal a la heroína. En mi casa llevamos viendo Pocahontas desde 2010 a razón de tres veces por semana. No os diré hasta dónde estoy de la india y sus colores en el viento.

-  Toys on the go. ¿Qué mierda es ésa? ¿Y por qué lo conocen todos los niños, cómo se pasan la información? Y lo más importante ¿por qué les apasiona ese infierno tan grande? La primogénita hasta se indigna si no suben capítulos nuevos cada semana y amenaza con denunciar en algún sitio ante tal ultraje y el pelirrojo se monda de risa cada vez que sacan a un miembro de la patrulla canina de una bola de blandiblú y aplaude como si fuera una obra maestra de la prestidigitación.

lunes, 16 de mayo de 2016

Cosas que nunca deberías decirle a una madre 2 (a no ser que quieras que te parta las piernas)



Ese niño llora porque se queda con hambre. Yo creo que no tienes leche.
Seguramente. Igual estos pechos de Yola Berrocal que se me han puesto que van lanzando chicates de leche a diestro y siniestro son una ilusión óptica y el hecho de que la matrona y la pediatra hayan comprobado el asunto y que el niño coja peso semanalmente como un lechón no significa nada. Lo importante es tu ojo clínico, que igual un día de estos, ciego con un chicate a traición. Total si no tengo leche...

A tu niño le cuesta sentarse a hacer los deberes porque no le has creado una rutina.
Que tu niño sea un empollón es un regalo del cielo. Fin. Que al mío siempre le duela la mano, la barriga o justo se muera de hambre a la hora de abrir el libro de matemáticas no es cuestión de rutina sino de flojera extrema, que créeme, oh bienaventurada madre de niño empollón, no se arregla ni con el cuadrante de la supernany, ni con el uniforme de Hitler, así que no te digo ya para lo que nos sirve tu rutina, que de hecho no has inventando y que todo el mundo tiene, ¿o te crees que despierto al niño a golpe de corneta cada día a una hora más intempestiva para que haga los copiados? Muerte y destrucción.

¿De verdad lo vas a dejar solo?
Que a ver que el niño no tenga hermanos no quiere decir que se vaya a criar en la selva con una manada de lobos, ni en una jaula sin contacto con seres humanos, el niño tiene a sus padres, a sus primos, sus tíos, sus abuelos y una legión de amigos que le acompañarán toda su vida, pero que vamos que si te quedas más tranquila cambiamos nuestros planes vitales y me pongo a parir como una coneja que no quiero dejarte con esa preocupación en el cuerpo.

¿Otrooo niño vas a tener?
Perdona, igual debería haberte consultado. Ah, no, si tú no eres la que vas a embarazarte, ni vas a parirlo, ni vas a volver al mundo de las malas noches y los cólicos,  ni me vas a pagar los pañales, ni lo vas a cargar en brazos… Exactamente, ¿qué te importa?

¿No crees que ese niño ya no debería usar chupete?
Lo que creo es que llevo sin dormir más de tres horas seguidas desde el parto así que si la pequeña bestia parda engancha media hora más de sueño gracias al bendito chupete, no pienso quitárselo ni aunque me apuntaran con un rifle. ¿Que qué me supone media horilla más? Sierva de Satanás, para una madre de hijo insomne y llorón, media hora de sueño es mejor que una noche con  Hugh Jackman.

Hija mía, tienes que ponerte las pilas… ¿Cuándo piensas quitarle el pañal?
Cuando tú dejes de ser tan fea.

lunes, 9 de mayo de 2016

Cosas que nunca deberías decirle a una madre (a no ser que quieras que te parta la cara)


Tu niño no duerme bien porque no creáis el clima de tranquilidad adecuado en casa.
Hola, qué taaal… En esta vida hay niños que duermen y otros que te hacen la vida imposible. Punto. No hay más. No habéis hecho nada para merecer al niño dormilón ni vuestros móviles de estrellas cantarinas valen para una mierda. No creo que nadie sea de montar una rave a las ocho de la tarde en el salón para darle vidilla a la maternidad. Y vacilarle a una madre que lleva sin dormir desde la primera contracción es más peligroso que lamerle el hocico a un caimán hambriento.

Ese niño tuyo no come porque lo has malacostumbrado.
Sí, es verdad. Es mi rollo. Cuando el niño me pedía lentejas yo se las negaba y le daba un paquete de Ruffles al jamón y un bol de helado de chocolate. Así soy yo, una rebelde. Pero llévatelo tú un mes a tu casa y si consigues que se coma una loncha de jamón cocido te pongo un chalet. U dos.

Yo no soy madre pero tengo un perro…
Y eso está muy bien. Yo tengo un armario empotrado de cuatro puertas y un apartamento en Torrevieja, pero no sé qué tiene que ver. Un perro no tiene cólicos del lactante, ni hace deberes ni tienes funciones de fin de curso y aunque no lo creas no es humano. Te lo juro. Eso sí, el hecho de que no puedas dejarlo solo en casa y tengas que sacarlo a hacer pis a las siete de la mañana te otorga puntos de sacrificio maternal. Al César lo que es del César.

Deberías arreglarte un poco más…
¿Tú crees? Si yo me veo monísima con estas ojeras y esta cara de indio viejo sin maquillar y con los pelos de Helena Boham Carter recién atacada por un gallo de pelea… A no, espera, es que igual mientras tú te hacías la plancha, oh, amiga nomadre, yo estaba tratando de que el primogénito entendiera las sumas llevando y se pusiera los zapatos antes de la jubilación, de que el mediano dejara de comer plastilina y piezas de Lego como si no hubiera un mañana y de que el pequeño dejara de llorar como un verraco. No es que no lleve colorete, es que no llevo bragas. Gracias.



domingo, 1 de mayo de 2016

Felicidades, mamá

Esta semana recuperamos este post para felicitar a todas las mamás del universo, que con su esfuerzo, su cariño, sus noches en vela, su agotamiento crónico, su sentido del humor y su entrega incondicional hacen de éste el trabajo más maravilloso del mundo. ¡Felicidades!

A las que les cambió la vida el mismo día en el que le salieron dos rayas al predictor. A las que se pasaron medio embarazo vomitando y el otro medio con ardores. A las que engordaron 20 kilos y no encontraban postura en la que vivir. A las que disfrutaron de las bondades de la epidural y a las que sufrieron una a una las contracciones de la muerte. 

A las que le entregaron un bebé al que no tenían muy claro cómo mantener con vida. A las que se emocionaron junto al pater cuando la habitación del hospital por fin se quedó vacía. A las que llenaron la casa de cachivaches que en realidad no servían para nada. A las que tenían miedo de no hacerlo bien. A las que cambiaron las noches de juerga por las noches de insomnio. 

A las que aprendieron a cambiar pañales a la velocidad del rayo. A las que dejó de importarles llevar la camisa con manchas de leche y otras sustancias innombrables. A las que llenaron el armario de peleles. A las que se metieron por primera vez en una cocina para hacer un vegetal. A las que aprendieron a hacer malabarismos para sobrellevar los cambios. A las que lloraron de desesperación y estrés. 

A las que se emocionaron en el espectáculo de Navidad del cole y rieron como locas viendo a sus polluelos bailar. A las que mandan vídeos de sus niños por whatssap. A las que cambiaron el TCM por Canal Disney. A las que perdieron la vergüenza y el ridículo para arrancar una sonrisa. A las que cantan a voz en grito por la calle. A las que cuentan mil cuentos cada noche. A las que llevan el bolso hasta arriba de envoltorios de chicles y restos de gusanitos. 

A las que han hecho de Caillou y Mickey nuevos miembros de la familia. A las que se inventan historias de princesas valientes a la entrada del médico. A las que cada noche sortean juguetes por el suelo y se hincan el mobiliario de la Casa de Minnie en la planta de los pies. A las que no disfrutan de un baño en solitario desde el 96 y se resignan a una ducha rodeada de muñecos de goma. 

A las que gritan como locas en plena calle para que los nenes no se acerquen a la carretera. A las que se despiertan en la noche para comprobar que siguen respirando. A las que tienen plaza fija en el pediatra. A las que se levantan veinte veces de la mesa para atender a la prole. A las que se emocionan cuando les abrazan unos bracitos rechonchos y les acarician unas manos pegajosas. A las que echan de menos la libertad y apenas pasan una noche fuera, gastan la batería del móvil.

A las que fueron escrupulosas y ahora no hay mejor manera de despertarlas que con un beso baboso. A las que se quejan de la mala vida maternal y planean cuándo buscar otro. A las que tienen la espalda destrozada y siguen jugando a los caballitos. A  las que organizan fiestas sorpresa de cumpleaños. A las que juegan al escondite pasados los 30. A las que se derriten con una mirada somnolienta y una sonrisa de dientes de leche. Y en definitiva a todas aquellas, que acumulan ojeras, estrés, mala vida y un montón de momentos maravillosos que son los que hacen que, efectivamente, todo este trajín merezca la pena.

¡Felicidades, mamás!