miércoles, 20 de febrero de 2013

El drama de los regalos-engendro


Yo no digo que no me hagan ilusión, porque me hacen, pero luego una vez pasada la intriga y la emoción del momento, me quedo como descolocada sin saber qué hacer con esa aberración en mis manos. Y no, no hablo de esa camiseta de propaganda o esa gigantogorra con frontal de gomaespuma propia de jubilada playera, que todos nos desvivimos por conseguir cuando las regalan por las calles o las lanzan en una fiesta, aun a sabiendas de que son esperpentos que no sólo no quieres para nada, sino que su mera presencia en tu ropero es una ofensa mortal... pero en ese momento son lo más y si no los consigues entras en una depresión de caballo mientras miras con envidia a tus congéneres luciendo camiseta con logo. Una pena, vaya.

Pues no es eso, pero es más o menos lo mismo lo que me pasa a mí con los regalos -por llamarlos de algún modo- que la pelirroja me hace en clase para Navidad para el día de la Madre o para San Valentín, que acojo con toda la ilusión inicial de la que soy capaz en un primer momento entre la sorpresa por el presente y las dos mil elucubraciones por minuto que he de tener hasta averiguar qué demonios es ese pedazo de arcilla deforme y multicolor, para no hundir la vocación artística de la nena ni mucho menos su ilusión en homenajearme.

Precisamente, para solventar este truco he venido depurando una estrategia que consiste en cerrar los ojos y preguntarle a la nena qué es el regalo y que ella desvele el misterio para así no pisar arenas movedizas ni machacar egos infantiles -que aún recuerdo el disgusto que se llevó cuando me hizo una flor de plastilina que yo confundí con un monstruo pero en mi defensa diré que acabábamos de ver Monstruos SA y además aquello podía ser cualquier cosa menos una flor- para luego abrirlo y mostrarme falsamente emocionada con sus cuestionadas dotes artísticas.

Y es cierto que yo me voy a casa la mar de contenta con mi engendro entre la manos, presumiendo de amor maternofilial y de atenciones pelirrojiles, pero claro, el problema viene cuando pasadas unas horas y olvidada la emoción, la nena  no sólo continúa reclamando atenciones sobre la cosa, sino que pretende que le dé utilidad en una dura prueba de confianza. Y ahí viene lo peor.

Quizá por eso prefiero que los regalos-engendro sean decorativos en plan cenicero deforme o portarretratos surrealista, que una puede abandonar a su suerte en cualquier esquina de la estantería sin notar mucho perjuicio en su vida. En segundo lugar y subiendo en peligrosidad me quedo con los regalos 'útiles' en plan una taza amorfa y con bordes punzantes que hace que todo lo que metas dentro sepa a buches de barro y es que ya es un drama en sí mismo tener que ver algo tan horrible recién levantada como para encima echarte ahí un zumo y dejarte la boca como Carmen de Mairena. Pero lo peor de todo, son sin lugar a dudas, los regalos que precisan de lucimiento exterior y humillación pública, tipo llavero con cordón de lana o collar de macarrones pintados con témpera...

Como no podía ser de otra manera, yo pillé uno que me hizo la pelirroja el año pasado y que es para pegarse un tiro sólo con mirarlo, pero claro, la nena, que se creía que aquello era un Bvlgari por lo menos, quería que me lo colocara cada día y a pesar de que yo le decía que lo reservaba para ocasiones especiales, una tarde me vi obligada a ponérmelo ante la insistencia pelirrojil que me decía que estaba guapísima con mi fabuloso look rematado por un collar comestible...  Un drama. 

Y como era verano, no tenía opción a pañuelo ni nada que escondiera aquello por lo que me vi obligada a ir con la mano en el pecho como Napoleón para cubrirlo un poco y no parecer una majara. Porque una es madre pero tiene cierto sentido de la moda y llevar aquello alrededor del cuello sería un gesto de amor muy grande, que no digo yo que no, pero también un atentado contra el buen gusto y ya tengo bastante con mis pelos de loca criadora de gatos callejeros, como para alimentar esa idea con collares engendro.

Por suerte, la nena que es caprichosa como su madre, decidió que aquella joya era tan estupenda, que estaría mejor en sus manos. Yo me hice la herida -no mucho no fuera a cambiar de opinión y me tocara repetir hazaña-  pero se lo endiñé y por suerte lo rompió en dos días por lo que me libré de aquel tormento y de su posible vuelta a mi cajón de complementos. Eso sí, todavía me queda el llavero de arcilla naranja flúor y el cuadro de lentejas... 

Con lo bien que me vienen a mí las tarjetas regalo.


Que aún no habéis participado en nuestro Súper Sorteo de Aniversario!!! Y a qué esperáis???? Tenemos 20 regalazos en juego!!!
Pincha aquí para verlo

martes, 19 de febrero de 2013

Sueño, tengo sueño


Tengo sueño. Mucho sueño. Todo el tiempo. Tengo sueño por la mañana cuando me levanto y quiero seguir durmiendo hasta la una, a la hora de comer cuando doy cabezadas entre cucharada y cucharada y en la sobremesa, cuando finjo que veo la televisión y en realidad estoy hibernando, y por la tarde, cuando ya tengo los ojos desorbitados de ilusión de pensar en que llega la hora de dormir y por la noche, cuando mi cuerpo ya no da más de sí y se queda en coma en cualquier esquina de la casa.

Imagino que la culpa de este malvivir de sueño intenso la tiene el embarazo, que ya se sabe que es hacerte el predictor y quedar a merced de la cama y el sofá, pero claro sólo si es tu primer embarazo y no tienes otro ser reclamando tu atención y tus cuatro neuronas, si no, te toca muerte. 

Pero sin lugar a dudas, el segundo culpable o el cómplice de mi sueño profesional es el hecho de llevar varios días -ya no me queda energía ni para llevar la cuenta- durmiendo -por llamarlo de alguna manera- con la pelirroja y su síndrome de piernas inquietas.

Y es que desde que el pobre pater cayó malo, se recluyó cual monjita de clausura en el cuarto de la nena para evitar contagios con nosotras, que ya es lo que nos faltaba, y nosotras, más conocidas como el Dúo Dinámico, Pili y Mili o las Bákaras nos pasamos el día cual siamesas y las noches colechando cual entregada madre marsupial con su prole. 

Y, claro, así no hay quien duerma y eso que llego a la cama con más sueño que un lirón, pero entre los ronquidos de la nena -sí, sí, que ronca la señora-, los gritos en sueños que me pega en a oreja y que me incorporan de la cama con los ojos 'güertos' mirando a mi alrededor como un trastornado veterano de la guerra de Vietnam, las patadas sorpresa en la riñonada y los guantazos que me pega cada vez que se abre toda ella para ponerse boca arriba, vivo sin vivir en mí como Santa Teresa y, como ella, amanezco llena de estigmas en forma de cuerpo dolorido y algún moratón espontáneo que deja constancia pública de los infiernos nocturnos a los que estoy siendo sometida.

Como además, he de levantarme temprano para llevarla al cole y participar en las luchas cuerpo a cuerpo para vestirla, lavarle la cara -que parece que se la lavo con ácido- y peinarla, pues gasto la poca energía acumulada y antes de las ocho de la mañana ya vuelvo a estar en cero, arrastrando mi cuerpo allá donde vaya y fingiendo que escucho lo que los demás me cuentan, cuando en realidad estoy durmiendo de pie.
Y como también me veo obligada a renunciar a la siesta -porque si la nena duerme después de comer, ya no vuelve a dormir hasta la una de la madrugada- pues sobrevivo dando cabezadas y cabezazos por los rincones.

Y la pelirroja que tiene energía para parar un tren de mercancías, no se está quieta ni un momento y salta desde el sofá, coquetea con la muerte abrazándose a la televisión como tratando de levantarla a pulso, hace lo que ella cree que es una voltereta sobre la mesa para matarme de un infarto y pretende que baile unos vals y hagamos 'eferfifio' sobre la manta de Kitty. Y claro, dado que a la pobre la tenemos apartada de su persona favorita -el pater-y me da mucha penita verla sufrir su ausencia -esto parece un bolero- pues no me queda otra que sucumbir a sus deseos y dejarme morir cada tarde dando vueltas sobre mí misma al son de Tchaikovsky con una diadema de strass cortándome la circulación en las sienes, lampando porque llegue la hora de las patadas en los costados. No somos nadie.

PD. Y no os olvidéis de que tenemos un supersorteo en marcha!!! Podéis apuntaros hasta el día 2!! Echadle un vistazo!
Pincha aquí para ver el supersorteo con nada menos que 20 regalazos!!


lunes, 18 de febrero de 2013

Madre sí hay más que una. 41.- La madre primeriza


La madre primeriza tiene un asiento reservado en la sala de espera del pediatra, donde acude prácticamente todos los días de entre semana para preguntar si es normal que el niño haga tanto pipí, que no tenga mocos o que tenga muchos o que no baile la sardana como el niño de la vecina del cuarto que, encima tiene 3 semanas menos. Y en fines de semana alternos acude al hospital de guardia porque al niño le ha picado un mosquito y la roncha se le ha puesto muy grande y muy fea y quién sabe si el mosquito no tenía la malaria...

La madre primeriza lleva al niño más abrigado que nadie con un buzo, un saco y una toquilla mientras el resto del mundo se pasea al sol con sus mangas francesas, de ahí que al chiquillo le salga un sarpullido y haya que volver al Materno a por la opinión de un profesional.

La madre primeriza aún trata de mantener su casa en orden,  de que el niño esté bañado, cenado y dormido a las ocho y media y de tener el pelo planchado y las pestañas rizadas como antes de la primera contracción por lo que vive en una autoimpuesta disciplina espartana que no la lleva más que al caos y a la histeria ocasional hasta que meses más tarde decide darse por vencida y sobrevivir. Y todo es mejor. Un poco mejor.

La madre primeriza compra por internet toda la colección de vídeos de Baby Einstein, que le han dicho que la estimulación temprana es muy buena y se pasa media cuarentena recitándole al niño la tabla del 2, que ella leyó en el Muy Interesante que esos conocimientos ya se quedan para toda la vida y su niño tiene que ser, por lo menos, arquitecto de los buenos.

La madre primeriza completa un armario de faldones, lazadas, encajes y florituras que trata de colocarle a la criatura desde su primer día de vida para llevarla hecha una princesa de película. Las vomitonas continuas, los llantos por la incomodidad del lazo en el cogote y el sarpullido del roce con el encaje, no le afectan hasta los 3 meses, cuando resignada, pasa a los trajes cómodos y de fácil lavado.

La madre primeriza habla de perceptiles y le encanta comparar el de su niño con el de todo bicho viviente no vaya a ser que no le esté alimentando la leche de pecho y tenga que cambiar a fórmula o incluso a papillas o a un plato de los montes, que los niños chicos son endebles y pueden ponerse malos con mayor facilidad.

La madre primeriza no sólo se pasa los primeros meses de su maternidad en un sinvivir sino que su locura empieza en el momento de embarazo, cuando entra en todos los foros sudaméricanos que encuentra para asegurarse, ecografía en mano, de que su feto no tiene espina bífida aunque se lo hayan dicho tres ginecólogos diferentes y cada vez que nota una patada asegura que son contracciones y vive temerosa de un parto prematuro, con el bolso preparado e instalado sobre una silla en el salón junto a la puerta de entrada.

(Nivel de identificación personal con la madre primeriza 9 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!


PD. Y no os olvidéis de que tenemos un supersorteo en marcha!!! Podéis apuntaros hasta el día 2!! Echadle un vistazo!
Pincha aquí para ver el supersorteo con nada menos que 20 regalazos!!