jueves, 27 de marzo de 2014

La revolución silenciosa y otros engaños



Algunas cosas ocurren poco a poco, sin que nadie se dé cuenta, en plan rebelión silenciosa, como cuando empiezas acumular centímetros en las cartucheras y hasta que no tratas de embutirte en los vaqueros del año pasado y no te dislocas la muñeca tratando de abrocharlo no te percatas de que los donuts y las cañas, ésas que parecían que pasaban de puntillas por tu metabolismo, han pasado factura.

Pues eso es más o menos lo que me ha pasado a mí con mi vida social si es que a esto que tengo puede llamarse vida social, de hecho ni siquiera estoy segura de que esto sea vida, mire usted, que seguro que si Amnistía Internacional me viera por la mañanas lanzaba una campaña internacional a mi favor.

La cuestión es que yo ya era consciente del malvivir prácticamente desde que me cosieron el útero allá por el año 2009, pero me centraba más en esto del maldormir y del cansando acumulado y de la falta de tiempo para pintarme como una persona normal y no como un mapache borracho y hacer todas esas cosas que hacen las mujeres normales que no viven con un par de pelirrojos adosados a la cadera.

Pero lo que no me iba dando cuenta era de todas esos pequeños cambios que una iba haciendo en su vida y en sus costumbres paulatinamente con nocturnidad y alevosía y como sin darle mucha importancia, como si fueran cuestiones circunstanciales hasta que un día una va y se da cuenta de cómo son las cosas en realidad y entra en shock multiórgánico.

Así mis domingos de vinos y tapitas son ahora domingos de Burguer King –ni siquiera de McDonalds- con dos millones niños sudorosos dando corretadas a diestro y siniestro y pisándome los pies mientras yo me debato entre evitar que la pelirroja se descalabre tobogán de bolas abajo, hacer que Cigoto se duerma o masticar el pollo de plástico de la ensalada más triste del mundo como si lo hubiera hecho toda la vida.

O ir al cine pero no a ver películas aclamadas por la crítica, sino de dibujos animados infumables de albóndigas que caen del cielo o cuartas partes de cintas que ya eran malas en la primera entrega y encima compartiendo palomitas –alguna chupada me acabo comiendo- y haciendo viajes al baño cada cuatro segundos transportando como un sherpa los bolsos, los abrigos, las palomitas, los pelotazos y el alma en pena.

O ir a las tiendas dejándote los ojos en vigilar a los niños para que no acabéis todos en comisaría, en lugar de ir conociendo las nuevas tendencias y probándotelas con tranquilidad como una Paris Hilton venida a menos.

O ir a pasear cargada como un homeless neoyorquino, con el carrito a rebosar de posibles necesidades como biberones, mantas, mudas, pañales, potitos, zumos, yogures, el patín, juguetes… dejando cualquier atisbo de glamour con la bolsa de plástico de El Corte Inglés que llevas atada al manillar con la compra en plan señora viejuna de extrarradio.

Y lo peor no es que haga todas estas cosas. Lo peor es que ya me parecen normales y a veces, sólo a veces, me descubro reflejada en un escaparate con la cara de loca amenazando a la prole y me doy cuenta del asunto. Entonces, me pinto los labios con mi nueva barra de color fucsia, me hago la moderna y me compro un collar de esos que pesan seis kilos para dejar claro que no podrán conmigo.

Dos horas después, Cigoto ya se ha comido medio collar y la pelirroja es una masa fucsia toda ella y yo vuelvo a tener la cara de Carrie –la Bradshaw no, la muerta-  hasta que vuelvo a cruzarme con otro espejo que no esté borroso por las lamidas pelirrojiles.

Y así vamos.

13 comentarios:

  1. Vamos, que vas ideal con tu cara desencajada y tu mirada de psicótica, jajaja. ¿Y porqué burguer king? A mi me gusta más el Mc Donald.

    ResponderEliminar
  2. Cambiando el Burger King por el mcDonalds ya mejoraría tu malvivir.... y no trabajo ahí, que conste!
    Me río mil contigo.

    ResponderEliminar
  3. Ayy tenemos mismo restaurante los fines de semana. Yo soy más de B.King pero desde que han cambiado las patatas me da igual. Vamos según regalo del menú infantil.

    ResponderEliminar
  4. Tengo 34 años, una hija de 2 que me tiene "estrosaita" y ayer por primera vez fui al supermercado y lleve el carrito de la compra de mi madre....con lo que yo era...

    ResponderEliminar
  5. Eso nos pasa a todas , yo tampoco tengo casi vida social , aún no voy a mcdonald o burguer king pq hugo es pequeño pero ya llegará. ...y comprar siempre en rebajas y estar en casa a las diez de la noche como muy tarde para respetar su rutina de sueño, sea invierno , verano , semana santa o el día del juicio final. ....aaaayyyy

    ResponderEliminar
  6. Jajajaja. Ya tendrás tiempo de volver a tu ser. No sé... cuando se independicen o algo. Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bea, la del otro lado del mundo28 de marzo de 2014, 1:09

      Estas mintiendo descaradamente, la mia tiene 27 años y seguimos casi igual. Lo unico que dejo de hacer es arrastrarse por el suelo, y solo porque es abogada, que supongo eso se veria mal

      Eliminar
    2. Jajajaja. Hablo de oídas... es que no soy madre...¿Mi madre pensará igual de mí? Me has dado miedo. Jajaja.

      Eliminar
  7. Tranquila, que no estás sola en esto tan antisocial, pero que rabia da sentirte tan puaff cuando ves algo que te recuerda lo que has sido y no eres, lo que hacías y no haces....,y sí, son una de cosas....Lo que más me delata es el momento charla de adultos, siempre acabo metiendo la pata con cada cosa....Por cierto un post genial, muchos de estos a lo mejor nos hacen rebelarnos jajjajjajjaLa de los churumbeles.PD- el reflejo de los escaparates miente, que una vez yo me ví joroba, anda ya, con lo tiesa que ando yo siempre.

    ResponderEliminar
  8. ¡Ayyyy, cuánto hay de una Carrie a otra :D!!!!

    ResponderEliminar
  9. Eso sí es una revolución, y no la Francesa....
    Estoy segura que la pobre Maria Antonieta se habría guillotinado ella misma si hubiera tenido varios churumbeles en edad de porculear.
    Besicos.

    ResponderEliminar
  10. Yo soy nomadre con algunas ganas ya de estrenarse en esto del malvivir maternal, pero se me quitan toditas cuando tengo a mi cuidado a mi sobrino Hugo de dos años, lo quiero muchísimo, pero estoy deseando que su madre vuelva del trabajo e irme a casita a mi relax, a ver la final de Tu Cara me suena hasta las tantas y a dormir toda la noche de un tirón. Soy un poco egoísta, pues si, lo admito.

    ResponderEliminar