lunes, 14 de noviembre de 2016

Los cazadores de libros y el mal perder


Yo soy mucho de venirme arriba, imagino para mantener viva la esperanza en un mundo mejor y en un día que no acabe conmigo arrastrándome por el pasillo y debatiéndome a las once de la noche entre el ataque de nervios y el coma, vamos lo habitual.

Así que el sábado por la mañana, que el pater trabajaba y yo estaba sola al frente del abismo pelirrojil, decidí, por aquello de que había tenido una semana horrible, buscar un colofón final digno de aplauso y lanzarme a la calle en plan madre kamikaze a participar en el buscador de libros, una iniciativa para niños y jovenzuelos que consistía en encontrar libros que habían sido previamente escondidos por las calles, con un mapa interactivo donde estaban señaladas las diferentes ubicaciones para ansiedad paternal.

La idea, así a priori, de lanzarme a ese infierno sola con la prole era para echarse a temblar pero así soy yo, una rebelde, y me tiré a las calles un cuarto de hora antes para estar preparados y lanzarnos a la búsqueda con éxito.

Cogí el carro del hermanísimo por aquello de ir más deprisa, que la pelirroja que tenía la competitividad por las nubes decía que el benjamín era un ‘paquete’ que nos iba a retrasar, como si ella fuera Usain Bolt, así que lo metimos en el carro lisiado que va por libre y tuerce las ruedas cuando cree oportuno y nos lanzamos a la aventura a trompicones.

He de confesar que yo soy esa mujer de los chistes machistas que no tiene huevos de interpretar un mapa y entre eso y que tengo móvil nuevo –oh, Blackberry cuánto te echo de menos- aquello era un despropósito de mapas y referencias que cambiaban de sitio cuando ampliaba  la pantalla y calles que se ponían del derecho y del revés y todo muy horrible como si estuviera en el Laberinto de David Bowie. Así que mientras yo me peleaba con la pantalla, la pelirroja empujaba el carro corriendo como si se nos quemara el puchero, derrapando por las calles y atropellando ancianos ociosos y a otros niños malvados que también buscaban lo mismo. Luego, una vez decidido el trayecto, cambiábamos las tornas y la primogénita corría dejándose las rodillas por las esquinas y yo empujaba el carro poseído mientras unos globos contra la diabetes que unos voluntarios nos habían endiñado a traición y anudado al manillar, me iban dando golpes en la cara ininterrumpidamente como en un episodio de Humor Amarillo.

El hermanísimo que había oído algo de encontrar un tesoro también estaba poseído por un instinto demencial y sabedor de que su hermana le había dicho que era un paquete, se resignó a quedarse en el carro, eso sí, de pie, dando instrucciones de ‘máz depriza, mázzzz’ y dificultándome la visión que ya era de por sí limitada con los dos globos que me tenían sin aire lamiendo plástico desde las doce.
Sobra decir que no encontramos ningún libro. De hecho creo que sólo llegamos correctamente a una de las ubicaciones para ver a una niña de trenzas perfectas ser fotografiada con el premio por sus padres lamiosos y nosotros, tres malos perdedores envidiosos, más enfurecidos a cada rato.
Hora y media después, decidimos abandonar el asunto, cabizbajos y deprimidos y para paliar la tristeza nos fuimos al McDonalds a matarnos a carbohidratos  como si acabáramos de llegar de la guerra, sudando como pollos a pesar del frío y con cara de dibujos de Tim Burton, tanta pena debíamos de dar que hasta nos regalaron un helado a cada uno.

‘Eso va a ser que nos han visto lo bien que lo hemos hecho, mamá’ –me dijo la pelirroja entusiasmada.

Y fue ver la cara del camarero que nos miraba con infinita compasión, como si acabáramos de cruzar el mar en una patera, que tuve claro que sí que nos había visto.

Porca miseria.

10 comentarios:

  1. Los globos dándote en la cara...eso parece una exageración hasta que una lo vive en primera persona. Las navidades pasadas me levantaron 2 días dolor de cabeza al tercer cabezazo. Y venga belenes que regalaban globitos, y más belenes dando globitos...

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  2. No me digas que no has disfrutado de la mañana de sábado...!!! Conforme te iba leyendo e imaginando la escena, me daban ganas de recorrer los mil km que nos separan ( eso si, sin globos). Eso si es un plan de fin de semana y el resto son tonterías. La de los churumbeles.

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  3. Juas juas! Eres una valiente.
    Yo que esto de la maternidad me lleva por el mal camino, habría llevado escondío astutamente un libro en el carro para sacarlo cuando viera la cosa torcía, para venirme arriba delante de los vástagos. Que para eso he quedado.

    ;)

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  4. Estoy que no vivo en mi. El otro día quedé con unas amigas y hablábamos de la fiesta de Halloween que iba a dar en mi casa para unos amiguitos de mis hijos... ¿Te puedes creer que me suelta una de mis amigas "lo que es tener tiempo"? Pero si tengo 4 hijos de entre 11 y 2 años... ¿Cómo pueden soltarme una frase así sin despeinarse? Desde ese día no duermo. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que tengo tiempo para algo? ¿A qué no? Y lo peor es que me quedé callada y no le contesté. Se me había parado el corazón o algo. Y ahora tengo una sensación de gilipollas qué pá que más....

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  5. Jajajaja. Yo seguro que no hubiese encontrado ni uno tampoco. Google Maps es el mal. Prefiero el callejero impreso de toda la vida.

    Besotes!!!

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  6. Los libros se los llevan los hijos de las instabloggers :)

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  7. Y lo bien que lo habéis pasado?al año que viene lleva un libro y lo sacas disimuladamente cuando no te vea la pelirroja

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