La gente –y cuando digo la gente en realidad me estoy
refiriendo sobre todo a la mamma y a sus ojos inquisitivos acompañados de un
ligero movimiento de cabeza de un lado a otro- cree que cuando yo digo que es
imposible hacer que la niña se tome los medicamentos, me refiero a que le pongo
la jeringa o cucharilla en la boca y ante la negativa de la nena a abrirla
–todo esto con las maneras de la Casa Real
británica- yo desisto, le doy un beso en la frente y le pido que por favor, en
la siguiente toma trate de abrirla y todo con una música celestial sonando de
fondo, mientras cuatro querubines flotan por el salón.
Pues mire usted, no. Cuando yo digo que es imposible hacer
que la nena se tome los medicamentos, me refiero a que es imposible. A que tras
los dos intentos por las buenas, yo me encargo de atraparla con las piernas
como un alacrán, placarle los brazos mientras se retuerce como una serpiente de
cascabel y entretanto el pater le sujeta la cara con una mano y con la otra le
inyecta el chute entre el hueco de los dientes y nos quedamos así con postura
de torturadores de Guantánamo hasta que parece que la pelirroja se lo ha
tragado y entonces, justo cuando nos creemos vencedores, la nena lo escupe
dejando caer un río naranja bajo sus labios y llenándolo todo de principios
activos.
También hemos probado a alterar la ecuación inyectándole un
chute de agua o de zumo o de fanta al instante para que trague ambas cosas,
pero de nada sirve, el caño naranja vuelve a brotar una y otra vez.
Por suerte, la mayoría de los tratamientos se dan tres veces
al día por lo que el chute de la noche se lo damos dormida y a traición, que
ético no es mucho, pero funciona a la perfección. El problema viene con la toma
de la mañana cuando ya está más despierta y nota el olorcillo del mal bajo su
nariz y entra en cólera, o la del mediodía que desde que no echa siesta se
convierte en una auténtica batalla campal con resultados eternamente negativos.
También, he de decir que estas técnicas de polis malos muy
malos y corruptos de series estadounidenses, las venimos alternando con otras
acciones más benévolas y menos penadas con cárcel, bien sobornos en plan ‘si te
tomas la medicina, te compro una bolsa gigante de chucherías o unos patines o
un mono Tití que baile sevillanas’ o bien reforzando su autoestima en plan ‘con
lo mayor que eres seguro que te la tomas de un trago, no como Periquito que es
un bebé’ o ‘las princesas como tú se la toman rápido, rápido porque son buenas’
o bien directamente amenazando en plan ‘pues como no te la tomes no te voy a
poner tu tele o no te voy a comprar las pinturas o no vamos a ir a los
columpios’ o las más destructoras ‘pues cuando vean que no te la tomas y que
sigues siendo un bebé, no nos van a dar al hermanito porque van a decir que si
ya tenemos un bebé en casa para qué queremos otro’… Y así hasta el infinito de
la coacción creativa…
Y luego, me llama mi madre para pedir el parte y preguntarme
si se ha tomado el jarabe y cuando le digo que no, mientras me quito el
antibiótico de las pestañas y barajo qué ansiolítico natural puedo echarme a la
boca, noto su mirada fulminante e incrédula a través del teléfono y me dice
algo así como ‘¿pero es que no entiendes que se la tiene que tomar?’ y entonces
me debato entre volver a explicarle mis métodos mafiosos, grabarle un vídeo del
placaje o hacerme la muerta. Y me hago la muerta.