martes, 24 de septiembre de 2013

Éramos pocos...


Como si no tuviéramos bastante en esta casa de locos con dos pelirrojos gritones –una más que otro, que hay que ser justos- trabajando desde casa –poco y mal- y con un hogar que decide convertirse en pocilga a los tres segundos de terminar de limpiar, no hemos tenido otra cosa mejor que hacer, en esta sabiduría infinita que Dios me ha dado, que sumar un nuevo miembro a la familia, virtual eso sí, que los perros y los gatos me dan alergia, los peces traen mala suerte y los pájaros me deprimen. Y de hermanitos, como de Voldemort, ni hablamos. Así, que le hemos descargado a la niña un Pou, es decir un Tamagochi de nueva generación con cara de patata y/o caca, al que hay que alimentar, bañar, poner a descansar y hasta divertir, que el Pou es mucho Pou y no se contenta con cualquier cosa.

Dicho así puede parecer una cosa inocente, un juego divertido que además puede despertar en la pelirroja el sentido de la responsabilidad y el buen hacer, pero nada más lejos de la realidad, el Pou es en realidad un vampiro emocional que ha venido a quitarnos los tres segundos libres que teníamos y lo que es peor, a despertarnos un nuevo sentimiento de culpa, como si no tuviéramos ya bastante.

Todo empezó porque mi amiga Isa me dio en herencia un vestido de su niña con un Pou gigante en el pecho. La pelirroja preguntó y yo que estaba frita porque estuviera entretenida con el móvil del pater y me dejara sacarme los ojos en soledad y silencio, se lo descargué para que diera rienda suelta a su instinto maternal y dejara vivir a su hermano, que cada vez que la ve acercarse pega un respingo en la sillita -como los payasos feísimos y terroríficos ésos de las cajitas de madera- y lanza un alarido para alertarnos de que está en peligro de asfixia por besos y abrazos nivel muerte por aplastamiento. Pobretico mío.

La cuestión, que el Pou fue un éxito. A la niña le encantó y se ha hecho una experta en lavarlo y en darle de comer lechuga –que no se por qué es lo único que le compra al chiquillo- y hasta lo saca a jugar con una pelotita que hace un ruido desquiciante y que le pone los ojos como Marujita Díaz.

Y todo era felicidad porque cada vez que la niña se ponía pesada, le dábamos el móvil para que vigilara al Pou y ella era feliz y lo más importante, silenciosa. Pero claro, no todo podía ser felicidad y relax maternal, y antes de los dos días llegó el primer problema: se le gastó el dinero para comprarle más comida. Y, angelito mío, el Pou estaba hasta temblón del hambre que tenía, así que tuve que quitar la carne de la vitro, quitarme el delantal virtual y perder mi escaso y valioso tiempo en sentarme a jugar a algunos juegos infernales con los que conseguirle dinerito para el sustento de la patata virtual. Manda güevos. Y encima la niña se me enfadaba porque había uno en el que el bicho iba por libre y siempre acaba despeñándolo nube abajo, dejándolo ‘estrosaíto’ y sin ganar ni para un chupachups, menos mal que al final encontré uno facilón –y acorde a mi falta de riego sanguïneo- y le pudimos llenar la nevera hasta con chucherías, mire usted.

Así que asumí que tendría que ganar el sustento virtual para el Pou si no quería que la niña se lo encontrara muerto una mañana, que mi amiga Vanesa se encontró tieso a su hamster y estuvo seis meses traumatizada y no era plan de tener que llevar a la pelirroja al psicólogo por una patata raruna que defeca una caca con ojos. Así que al lío.

Pero a pesar de lo que yo creía, no iba a ser esa mi mayor implicación con el Pou y es que la niña se fue a una fiesta de cumpleaños con fiesta de pijamas incluida –demos gracias al señor por tanta generosidad- y claro, una no cayó en la cuenta, pero el Pou se quedó en casa, solito, sin una madre que lo cuidara.

Así que en el breve intervalo de tiempo en que la pelirroja no estuvo en casa y podía relajarme con los pies en alto, me dediqué a bañar al Pou, a darle brócoli y a sacarlo a jugar a piscina, que a ver, que yo no quería, pero era verlo con los ojitos vidriosos, sucio como un carbonero y temblando de inanición y se me partía el alma. Y al pater también que aunque me lo niegue, cuando se llevó el móvil a una reunión con un cliente, le metió helados en la nevera. Para que se me resfríe.

Donde se ponga una madre…

35 comentarios:

  1. Jajajjajajaja. Al final te salía más rentable tener un perrito, que total, sólo es sacarlo a mear y cagar tres veces al día como mínimo xD. Y el perro come solo de su cuenco y le da juegos a la pelirroja.

    A ver cuanto le dura el Pou.

    ¡Besos!

    ResponderEliminar
  2. Lo que más me ha sorprendido es que alguien se atreva a hacer una fiesta de pijamas, ten cuidado a ver si te va a tocar luego a ti.

    ResponderEliminar
  3. Ja,ja,ja...esto me recuerda cuando le regalos a mi madre un tamagochi por su cumpleaños (valiente put...que le hicimos) y la pobrecita se iba a trabajar, con 55 años y su tamagochi en el bolso para cuidarlo y que no se le muriera....y así estuvo liada con él hasta que se le acabaron las pilas (gracias a Dios)

    ResponderEliminar
  4. Ains...a mis criaturas también les gusta la patata. Eso sí, el niño lo deja morirse de hambre sin remordimientos, y su pobre hermana se pega cada disgusto...

    ResponderEliminar
  5. El Pou también vive aquí,pero el churumbel mayor no me deja ni olerlo,dice que seguramente no sabría cuidarlo,el pequeño dice que no me preocupe,que el bicho ese raro es un rollo.PD-creo que el pobre, a la patata me refiero pasa sus apuros en esta casa.La de los churumbeles.

    ResponderEliminar
  6. Jajaja. Si es que no escarmientas. Mira a ver si te dan el carnet de familia numerosa, por lo menos... Un besote!!!

    ResponderEliminar
  7. jajajaja una más que se ha sumado al POU, mi sobrino está enganchadísimo y se le ha ido la cabeza de comprar un perro

    ResponderEliminar
  8. Qué bueno, qué bueno el post!! Ese sentimiento de culpa... si es que al final somos unas blandas!

    ResponderEliminar
  9. Jajajjajajajajajajajaa las lágrimas se me salen de reirme jajajajajajajajajajajaajjja ains que no puedo parar jajajajajajajajajjjjjajajaajjajajajaajajajjajjjajajajajajajajajajajajajajajajajaajjajajajajajaajjaajajjajaja

    ResponderEliminar
  10. Ja ja Que bueno.. Pou dices? Estaré atenta por si un día lo encuentra y se lo quiere descargar.. que en ésta casa bastante tenemos cada uno con lo nuestro, o más bien yo con lo de todos.. así que nada.. fuera mascotas.. que Daniel está enganchado con Angry Birds y al menos a esos no hay que alimentarlos..
    Besos

    ResponderEliminar
  11. Jajajaja has caído en el Pou!!! confieso que mi prima lo trajo a casa... y yo sólo necesité una tarde para engancharme!!! debe ser que mis neuronas no dan para más que para esos juegos facilones...

    ResponderEliminar
  12. me meo.....yo s lo descargue a mi hijo pero la q lo cuida soy yo...y la verdad q muy agusto....

    ResponderEliminar
  13. Nunca subestimes a Pou... a mí lo único que me ha salvado de sus garras es tener que cargar la batería de mi móvil cada tres horas... una está aburrida, pero no tanto jejeje.
    Besotes.

    ResponderEliminar
  14. Otra enganchada... pero yo a los juegos. Y no se muere, como mucho puedes encontrarte más pares de ojos de los necesarios esperando que los elimines, ¡Pero es inmortal!

    ResponderEliminar
  15. "una patata raruna que defeca una caca con ojos" DIOSSSS ME MUERO DE RISAAAA!!!!!

    ResponderEliminar
  16. Aquí otra que ha caído.
    También me toca jugar con la patata pa conseguir comida porque lo que al colorao le gusta es darle de comer. Da igual que lo ponga a punto de reventar de obesidad mórbida, él se escojona cada vez que lo alimenta. También me toca bañarlo y quitarle los montoncitos con ojos.
    Ya tengo muy claro que nunca tendremos perro...

    ResponderEliminar
  17. Si, yo tambien m lo descargue en la tablet para ver si mi bichillo m dejaba un ratito en paz. Jugo los cinco primeros minutos... el pobre pou lleva una semana sin q nadie le haga caso!. Miedo me da encender la tablet...no se con q m voy a encontrar!

    ResponderEliminar
  18. Vamos, es como verme reflejada en un espejo. Yo también he sido abducida por el Pou. Lo peor, que mis hijos son demasiado pequeños para atenderlo, pero sí se tiran todo el día pidiéndome al bicho para jugar con él a repetir palabras por el micrófono!

    ResponderEliminar
  19. Yo pensé en descargarme el Pou de las narices, pero mi marido me avisó de que se despertaba por las noches pidiendo comida y ¡faltaría más! bastante tengo con uno que no me deja dormir de un tirón como para preocuparme de una patata. Y encima virtual.

    ResponderEliminar