lunes, 3 de agosto de 2015

La ola de calor y sus daños colaterales

Las olas de calor son una cosa muy mala, sobre todo si tienes hijos y los biorritmos bajos, una importante carencia de sueño acumulada a través de los años o una severa intolerancia a los chorreones de sudor cogote abajo.

En Málaga somos mucho de olas de calor y de hecho cuando no tenemos ola de calor tenemos básicamente las mismas temperaturas que te derriten las entrañas a fuego lento, pero eso no sale en el telediario y por tanto, no me tiene a la mamma amenazándome al otro lado del teléfono con alertas verdes, rojas y amarillas para que no lleve a los niños a la playa ni a la piscina ni a misa de siete, no vayan a asarse como sardinas en espeto y tengamos un disgusto.

Así que aunque siempre vivamos al borde de la muerte por asfixia, basta con que la chica del tiempo nos señale con su espada láser y diga que hay alerta, para que corramos a escondernos a casa como si hubiese una alarma nuclear iraní, a tirar de aire acondicionado y de juegos en familia que es lo más parecido a una tortura china de las malas.

De ahí, que hace dos fines de semana decidiéramos atrincherarnos en casa ante los tres millones de grados que hacían en la calle y que te tostaban a traición hasta la desintegración total. Yo, que soy una temeraia en días alternos y que creo en la huida hacia delante como la mejor manera de lidiar con la maternidad y dos pelirrojos hiperactivos, quería lanzarme a la playa, que aunque hiciera calor, siempre supone un buen refugio para andar en remojo y soltar adrenalina infantil. Pero claro, el poder de la mamma es inconmensurable y tras tres avisos en creciente violencia callejera, aborté operación y nos quedamos en el refugio a salvo de los rayos solares pero no del ocio infantil que es cualquier cosa menos el ocio adulto.

Por aquello de mi inconsciencia y por el subidón que me dio el aire acondicionado a 16 grados, se me ocurrió meter a la pelirroja en la cocina y hacer un flan para poder rebozar los azulejos de clara de huevo y que el pelirrojo se llevara un chicatazo de caramelo en las pestañas que a punto estuvo de perder el iris y que me lo tuvo con el ojo pipa toda la tarde, aunque eso no le hizo perder interés por la harina y su poder blanqueador de paredes.

Por si aquello fuera poco seguimos con las galletas manoseadas de Nutella, siguiendo una cutrereceta de internet y con el toque maestro de la pelirroja que aseguraba que dos millones de estrellitas de azúcar eran indispensables para el buen resultado del galleteo, que quedó duro como una piedra, semicarbonizado y con pinta de heces de algún animal salvaje y nos dejó exhaustas y fracasadas. Pero por supuesto inaccesibles al desaliento porque ahora tocaba partida de cartas con reglas inventadas y variables en función de las necesidades de la fullera de la primogénita, mientras el hermanísimo lloraba porque no le dejamos comerse el siete de espadas y se vengó tirando media docena de galletas-pedrusco por la ventana para acabar de descalabrar a alguien.

Tres partidas de yoquéséqué soporíferas e infernales después, con la Patrulla Canina pegando voces en la tele y la muerte por agotamiento acechándome por el cogote, me tocó ver dos pases de baile y hacer diez minutos de zumba con un vídeo colombiano que la niña se había bajado en la tablet, y ya cuando estaba a punto de alcanzar la muerte súbita, me planté y decidí que no había más ocio ifantil. Que ya está bien de abusar de una, hombre ya. Cogí mi revista recién comprada y me senté.

Sobra decir que esa ilusión duró el tiempo que tardó el dúo calavera en tirárseme encima para leer conmigo las últimas noticias de la jet, dando patadas a diestro y siniestro, haciéndose un hueco sobre mis caderas y dejándome al borde de la paraplejia. Así que claudiqué, lancé la revista y me enfarruqué. Dos minutos después nos disfrazamos, nos pintamos como puertas y nos grabamos haciendo el majara y cantando por Raphael, preparamos una tarta de galletas y chocolate, hicimos un puzzle incompleto de Frozen y jugamos una partida del parchís gigante infernal hasta que el hermanísimo amenazó con tragarse el dado si no le dejábamos jugar o pisotear las fichas mientras la pelirroja lloraba como si le estuvirean estirpando un riñón.

Al día siguiente vi que la prensa hablaba de los muertos por la ola de calor pero no decía nada de cuántas madres encerradas con hijos habían perdido la cabeza y las ganas de vivir.

Definitivamente, el periodismo ya no es lo que era.



 

10 comentarios:

  1. Venga, piensa que en unas décadas se invertirán los papeles cuando sean ellos los que cuiden de tí! XD
    Las galletas hay que sacarlas cuando aún parecen crudas, yo también las carbonizaba al principio. Busca en google la receta de galletas de mantequilla, sólo tres ingredientes y salen que te mueres de ricas.

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    1. Me lo han dicho alguna vez, pero siempre digo un 'poco más' y así hasta que ñas carbonizo! jajajaa

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  2. jajajajaja yo también "hice galletas" el fin de semana, incomibles, quemadas, duras; bueno es que no se que locura es la que nos da de repente. además estoy sola en casa porque mi esposo anda de viaje durante 10 día (afortunado él) y yo me quedé con los peques, ¡¡¡qué cosa más agotadora!!!! porque además creo que me picó algún bicho que me afectó el cerebro porque me puse a arreglar closets, limpiar cajones, depurar juguetes, como si tuviera mucho tiempo libre!!!

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    1. Qué nivel!!! Yo con entretener a los peques y sobrevivir ya me sobra trabajo!! jajajja

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  3. Jajajajaja, creo que es mejor opción derretirse al sol!!!!!!

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  4. Jajaja aqui eso lo hacemos cuando llueve, hoy por ejemplo ;-)

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    1. Llueve?? De dónde eres? Llévame contigooooo!! jajajja

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  5. Yo como María, que me tengo que recluir en casa cuando en el estupendo invierno del norte hay 2 grados a las 17.00 de la tarde, llueve que se ahogan hasta los patos y no saldría a la calle ni a por pipas. Y encima no entra ni luz por la ventana y te entra una depre de caballo. Vamos, que por el sur no os podéis quedar con todo ehhhh?? Que los veranos serán muy chungos, pero nosotros aquí tenemos invierno de octubre a junio! La verdad es que ayer se estaba genial en la calle 22º y nubladito. Un gusto! Si te animas, te espero por las playas guipuzcoanas!!

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  6. Jajajaja...y todo esto...en plena ola de calor???!!! Eres muy grande, no le eches la culpa al aire acondicionado. A mi las olas de calor me encantan, me hacen sentir tan cansada y derretida que ya todo me resbala...La de los churumbeles.

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