lunes, 11 de abril de 2016

Segundones


Fíjate que yo ya descubrí lo chungo que era ser el segundón cuando mi madre decidió que heredara el traje de comunión de mi hermana, que hubo hasta que desmontarlo para que me entrara por el culo -que ya entonces era culo tipo Kardashian- alegando que era un traje ‘güenísmo, finísimo y de plumetti’ y con eso bastaba para que yo, segundona en la estirpe familiar, no tuviera derecho al estreno. Un sinvergoncerío muy grande.

Ahora el pobre hermanísimo es el que sufre en sus blanquecinas carnes estos desagravios, pero no porque tenga que heredar los vestidos de la hermana, que solo le faltaba a la criatura el travestismo, sino porque el pobre sobrevive como puede a su aire, sin que aquí nadie le haga caso más que para alimentarlo, bañarlo y como mucho hacer el saludo de Pija-masc dos veces al día para que el chiquillo se nos venga arriba y se sienta parte de esta familia de locos.

Conste en acta que yo amo a Cigoto y que de verdad que me gustaría plastificarle las vocales como ya hiciera con su hermana, leerle cuentos de postín, jugar horas a la plasti, hacer la coreografía del tallarín y la croqueta en el salón, pero no me da la vida y en lugar de eso, le meto los folios a empujones en la mochila junto al desayuno que nunca coincide con el calendario de la guardería y una muda de chándal desconjuntado, lo disfrazo con horribles trajes del chino sin dobladillo y ni siquiera sé de qué van las reuniones de la guarde hasta que la seño lleva media hora hablando.

Sin embargo, he descubierto que no soy la única y que las madres del cole de la pelirroja a las que les chupaba un pie que sus hijos suspendieran caligrafía, en realidad no eran pasotas, eran madres de hijos segundones a las que lo que le chupaba un pie era la caligrafía porque tenían un mayor que andaba haciendo circuitos eléctricos para clase de plástica y ecuaciones de segundo grado. Dónde va a parar. Y mientras las madres de primogénitos compramos caligrafía extra con los ojos desencajados y con el síndrome del túnel carpiano en grado tres, de tanto redondearle la a, porque para nosotras la caligrafía es la cima educativa.

Y, claro, yo ahora soy ellas en las reuniones de clase del peque donde las madres entran en modo ataque de ansiedad si la seño se niega a pelarles el plátano a sus criaturas o si su hijo aún no distingue el círculo amarillo en el entorno o el número tres en el calendario de Pampito y entre hiperventilación e hiperventilación, piden por favor participar en la coreografía de fin de curso, lampando por hacer el majara en público, con la de plancha que tiene una.

Y mientras sonrío maliciosamente con las preguntas de las madres entregadas acerca del pelado frutal, las chungas repetidoras nos sentamos al final como pandilleras en nuestras minisillas, y hablamos del último reality televisivo por estrenar, a sabiendas de que los nuestros, pobres segundones supervivientes, saben pelarse el plátano con los ojos cerrados. Y los que no, se lo comen con cáscara sin rechistar. Con la de vitaminas que tiene eso…

12 comentarios:

  1. Ja Ja, pues ya cuando vas por el tercero ni te cuento!! Yo soy la tercera. Recuerdo perfectamente como a mis hermanos les enseñaron a nadar, a montar en bici, a atarse los cordones...y a mi nada!! Pero no os preocupéis, porque doy fe de que se sobrevive!!
    Y en cuanto a mis hijos, sí que da la impresión de que con el segundo todo es un !Viva la pepa! Si con el primero me sabía de memoria a que edad había que introducir cada verdura y hasta le pesaba los potitos caseros para que tuvieran la proporciones exactas de cada grupo alimenticio, el segundo vive a base de potitos de farmacia, o directamente antes del año ya le doy lo que esta comiendo su hermano de 4 (escribo esto mientras me flagelo por mala madre!!).

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    1. Jajajjaja, es que con los segundos se une el hecho de que estamos agotadas y ya no nos da la vida más que para tirarnos al suelo con que ya somos expertas y sabemos que hay cosas que no son tan importantes...

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  2. Yo como mayor de seis declaro que los primogénitos también lo tienen jodido una vez empiezan a tener hermanos. Intentar que tu madre te preste atención cuando hay otras cinco criaturas bregando por ello no es fácil, sobre todo porque los pequeños siempre tienen prioridad. XD

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    1. La pelirroja tiene suerte de que el hermano sea un superviviente y podamos seguir viendo sus bailes torpedos pero imagino que es cuestión de tiempo que le llegue el ninguneo, jajajja

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  3. Jajajaja. Los segundones son unos supervivientes. Tienen que adaptarse sí o sí, los pobres. Besotes!!!!

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    1. Yo, por ejemplo, sólo tengo tres fotos de pequeña y mi hermana albumes y albumes... Qué malaente.

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  4. hajajajaa, me encanta leerte. Siempre me sacas una sonrisa jajaja

    no soy madre, soy hija, y no segundona, sino la ultima de una familia de 3 princesas, imaginate...

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    1. Muchas gracias, guapi!! La tercerca?? Pobre de ti, jajjaja

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  5. Jajaja...muy bueno, razón no te falta, lo de los segundones es para libro. Yo ahora lo pienso y aún no consigo explicarme en que estaría yo pensando cuando hacía todas aquellas tonterías( por cierto, me parecían de primera necesidad) con el primero. El segundo ha sido un superviviente desde el minuto uno. Lo que sí he echado de menos es el tiempo que le dediqué al primero, con el segundo ese tiempo pasó volando, si es que existió...La de los churumbeles. PD- otra que también se sienta al fondo en las reuniones, otra que también heredó el vestido de primera comunión, otra que tuvo que aprender sola a andar en bici, la de cicatrices que me han quedado...jajajja.

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    1. Sí, yo creo que la falta de tiempo es lo peor, pero como los pobres no han conocido otra cosa, les parece lo normal y por ahí nos libramos al menos de la culpa!! jajjaja

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  6. Buenisimooooooo. Yo he tenido suerte porque soy la primogénita de tres

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  7. Y yo la primera de 4!!!!. Pero me lo he pasado de coña siempre, qué quieres que te diga. Con lo fácil que es conseguir que tus hermanos pequeños hagan lo que tú quieres... hasta mi hermana conseguía que nos dejaran salir a ambas, que yo siempre estaba castigada.

    Tener hermanos es un regalo, chatis. Yo por eso he tenido dos, y no veas si nos lo pasamos bien. Ahora, te doy la razón en todo desde el día que mi segundagénita, con sus 7 meses y sus michelines disparatados, compartió con mi abuela una tapa de callos. A la pediatra nunca se lo he confesado, claro.

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