lunes, 26 de marzo de 2012

La guardería, el paraíso maternal (Parte I)


Lo cierto es que tardé en decidirme a llevar a la nena a la guardería, en primer lugar porque me daba pena llevarla tan pequeña, sobre todo, porque yo no trabajaba fuera de casa y no me parecía tan necesario –aunque dentro estuviera al borde del colapso nervioso cada día- , pero sobre todo, por las historias para no dormir que contaban los informativos y las terribles leyendas urbanas sobre guarderías demoníacas de cuidadoras psicópatas, que todo el mundo me contaba al unísono cada vez que me planteaba el asunto.

Mi madre, la misma que había coaccionado a mi hermana para que metiera a su hijo en la guardería años atrás, por aquello de que se relacionara y cogiera cierta disciplina, me extorsionaba con todo tipo de amenazas para que yo no llevara a la mía, imagino que más por dar por saco que por convicción, ya que como toda madre es experta en esperar a que tomes una decisión para apostar por la contraria, y casi siempre me acababa convenciendo –por agotamiento o por miedo, qué se yo, pero me convencía- aunque yo estuviera loca por quitarme a la pelirroja de en medio unas horas al día y así poder atender los mil asuntos pendientes e, incluso, en un acto de entusiasmo, pintarme las uñas y depilarme las cejas antes de que acabaran tapándome los ojos –si es que eso no había ocurrido ya-.

Así que cuando la nena cumplió los dos años y yo ya tenía la mirada perdida y las ojeras de un preso de Guantánamo, decidí que iría a la guardería, aunque fuera a una demoníaca, que más demoníaca era ella y que se seguro que se las sabría apañar bien.
La matriculé en la única que tenía plazas libres y que estaba a dos códigos postales del mío, o sea, en Gambia, lo que me suponía unas carreras matutinas de 25 minutos ida y 25 vuelta, pero bueno, la recompensa era enorme, tan enorme como mis cejas.

Así que la matriculé, le compré un par de minibabys de cuadros azules, a los que, en un arrebato de amor maternal -en parte provocado por la culpa del inminente abandono- les bordé el nombre junto a la cara de una Kitty deforme, recordando las clases de punto de cruz del colegio, cuando bordé cientos de claveles –también deformes- en un horrible mantel amarillo que olía a plastilina vieja y que mi madre nunca colocó sobre la mesa. No la culpo, la verdad, yo tampoco lo habría hecho.

Invertí los cuartos previsto para la temporada de otoño, en un libro de fichas de un erizo con peto naranja y sobrepeso, en materiales escolares variados, en dos mochilas, en más de un chándal y en dos pares de zapatillas deportivas de calidad con las que poder patear los traseros de posibles abusones y de presuntas maestras psicópatas, para lo que le di unas clases caseras de cutredefensa personal tan ridículas como inefectivas.

Y la mandé a la guardería como quien la manda a la guerra. Con la mochila hasta arriba de pañales, mudas y viandas para una semana. Sólo me faltó la estampita de la Virgen del Carmen y la medallita de San Judas, como proponía mi madre y que no le metí para que no nos tacharan de fundamentalistas o, lo que es peor, de majaras y nos echaran en el minuto uno. Así que, sin protección divina y con mucho miedo en el cuerpo –en el de ambas- tomamos rumbo a la guardería como peregrinas del Camino de Santiago, pero con la certeza de una recompensa mejor que la del Año Jubileo porque ¿para qué quiere una madre agotada de cejas gigantes y uñas descoloridas una Bula Papal cuando puede optar a cuatro horas de libertad diaria? Cuatro horas enteras. En blanco. Cada día. Sin gritos. Sin Canal Disney. Sin manos pegajosas. Sin pataletas… ¿Bula papal? Venga ya…

(Continuará)

8 comentarios:

  1. Hace dos dias descubri tu blog y ya me lo he leido enterito, ademas de ser divertidisimo dice verdades como puños.

    Un saludo.

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    1. Muchas gracias!!! Espero seguir leyéndote por aquí!!
      XXX

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  2. Guardería, bendito santuario. Además, no nos engañemos los niños se lo pasan muy bien aunque se maten vivos.

    Amelia.

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    1. Y si no, tendrán que aprender que la vida es dura, no?? jajajja, pobres peques!

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  3. Me he sentido muy identificada(como casi siempre me pasa con tu blog), para cuándo la segunda parte del post de hoy??? Estoy en ascuas por saber como sigue la historia...:-)

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  4. Hola,
    Hace unos días descubrí tu blog por casualidad y me encanta, escribes muy bien y eso marca la diferencia, se nota que eres periodista.
    Me siento muy identificada con todo, y me trae muchos recuerdos, porque mis niños tienen ya 11 y 6 años, o sea, es una época mucho más llevadera, todavía no están en la temida adolescencia, y a la vez son muy autónomos con su colegio, amigos, deportes, deberes ... es una buena etapa.
    Seguiré leyéndote, saludos desde Gijón

    Bea

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  5. Como dice mi madre... Que barata es la guardería

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