miércoles, 28 de marzo de 2012

La guardería. El paraíso maternal (Parte III)

La guardería no es especialmente bonita, de hecho, es más bien fea y huele a fritanga, pero dicen que eso es porque hay cocina propia y que es buena señal. A saber. Muchos de sus compañeros tienen pinta de futuros delincuentes y sus madres aún no han descubierto ni el grupo Inditex ni las buenas maneras, pero imagino que, probablemente, las pobres son también madres agotadas que vienen desde la otra punta de la ciudad y al llegar no les queda aliento para los buenos días, a lo sumo para un bufido, que no es poco, y que a esas horas tampoco sé cómo interpretar, ni me importa,  la verdad.

Lo cierto es que desde que la nena está en la guardería cada vez me importan menos cosas o, por lo menos, me preocupan en menor medida, probablemente porque tengo cuatro horas libres para rumiarlas y darles solución o bien porque al estar menos estresada “todo el mundo parece más bueno y mejor y es más difícil distinguir al enemigo”, como diría El Lichi, así que apenas me importa lo del insoportable olor a fritura que me trae la pelirroja a casa cada día y que me lo impregna todo –aunque luego me vea obligada a limpiar el sofá con amoníaco-, ni los chicles pegados en el pelo –aunque los estragos en la melena la hagan cada vez menos Shirley Temple y más Punset- , ni las uñas con plastilina incrustada hasta la raíz, ni los virus que nos trae a casa y que nos repartimos como buenos hermanos… ni muchas otras cosas que antaño me hubieran hecho disparar las pulsaciones, como la pinta de paramilitares serbios que tienen algunos de los padres –algunos hasta mascan tabaco violentamente, lo que lo hace todo mucho más terrorífico- y es que a veces me acojono un poco, la verdad, no vaya a ser que a la pelirroja le de por guantear a su hijo y a mí me exilien a un Gulag. Y es que mis cuatro horas dan para mucho rollo zen, no digo yo que no, pero aún tengo que lidiar con otras 20 en las trincheras y lo cierto es que no siempre puedo mantener los chakras en orden.

Precisamente uno de los momentos donde cuesta mantener los chakras en buena posición es en las fiestas del centro,-por llamarlas de algún modo- un acontecimiento que, ilusa de mí, esperaba con mucha ilusión, pero que es lo más parecido al infierno que puede vivirse dentro de una guardería, sobre todo si la abuela materna –obstinada detractora de matricular a la nieta- decide acompañarte con la excusa de ver a la pelirroja cantar el ‘Dulce Navidad’ pero con el único interés de investigar el centro e interrogar al profesorado sobre “lo mal que lo está pasando la chiquilla”.

Así que en ese universo de vasitos de plásticos y cuencos con gusanitos chupados que las maestras nos ofrecen –imagino que para castigarnos por haber engendrado a sus insufribles alumnos- me vi desbordada, colándome en el escenario para colocarle bien a mi pequeña pastora el pañuelo y subiéndole las cintas de las alpargatas, como la madre de la Pantoja, al mismo tiempo que perseguía a la abuela que estaba acosando a preguntas a la pobre cocinera –que, sintiéndose importante, se dejaba querer- y a mi tía, que buscaba al tal Oswaldo –el que patea día sí y día también a sus nietos-, no tengo muy claro con qué fin...

Sobra decir que la guardería no ha organizado más fiestas a las que pudiera asistir la familia. O quién sabe, a lo mejor no nos han invitado, pero tampoco les guardaría rencor, la verdad. Las cuidadoras de la nena -y guardianas de mis cuatro horas diarias de relax- tienen un papel tan destacado en mi equilibrio psicológico, que podrían escupirme diariamente a la cara las bolas de tabaco de los presuntos paramilitares y aún así seguirían ocupando un importante hueco en mi corazoncito de madre extenuada y hasta un hueco en mi herencia si la tuviera…Vamos, que estoy por ahorrar.

6 comentarios:

  1. Me encantas!!!
    Ja, ja, pasas ahora de la guarde a elegir colegio, que tiene tela tambien (si puedes comentalo, porque yo estoy de los nervios).
    Seguiré leyendote, porque cada día me haces dibujar una sonrisa mientras asiento con la cabeza comprendiendo perfectamente lo que cuentas, ya que lo vivo en mis propias carnes, tengo un precioso rizos que pronto hará 3 años que ha puesto patas arriba nuestras vidas, haciendolas más felices, pero más agotadoras.

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    1. Gracias!!! En eso estoy yo ahora mismo, en la ardua tarea de buscar cole... Los niños alegran la vida, de eso no hay duda, pero te la ponen del revés todos los días, jajajja... Yo desde que soy madre no doy pie con bolo, eso por no hablar de la memoria que me falla continuamente y del cansacio físico. Ay, qué me gusta quejarme, jajajjajaja
      Gracias por pasarte!! Y espero seguir leyéndote por aquí!!

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    2. He descubierto tu blog por casualidad (porque tu comentavas en otro) y me ha encantado, de hecho, en muchos momentos creo que me describes a mi: mismo número de hijos, misma edad, mismas horas de guarde, buscando cole....no te lo tomes a mal, pero por suerte mi guarde no se parece en nada a la tuya!!
      no puedo dejar de leerte!felicidades por el blog

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    3. Muchas gracias!!!!! Si es que la vida maternal es muy dura para todas, jajajjaja Aunque ayuda tener una guardería que no huela a frito, jajajja...

      Gracias por pasarte y espero seguir leyéndote por aquí!!

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  2. Hola!!!

    Lo que me he reido con el olor a fritanga, porque yo tambien lo sufria con la mia, por no hablar de los lamparones de la ropa. Pero todo compensaba por esas cuatro horas de paz.
    Que tengas suerte y poco lio con los coles, que es otro quebradero de cabeza. Nosotras ya llevamos dos años en el cole asi que hasta que toque instituto tenemos tregua.

    Un besazo guapa.

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    1. Jajajjaja, cuánta razón tienes!! Aun1ue oliera a pescado!! Cuatro horas son cuatro horas!!!!

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