La mayoría de los padres se muestran emocionados cuando sus
hijos comienzan a hablar, sobre todo, porque lo único que pronuncian son cuatro
palabras dulcemente balbuceadas que no enturbian la paz acústica del hogar que,
por esas edades, sólo quebrantan las llantinas y alguna que otra queja materna.
Así, la única preocupación al respecto consiste en ir por
ahí mostrando las nuevas habilidades del nene y obligándole, cual monillo de
feria, a repetir lo poco que sabe, sin descanso, ante las felicitaciones de un
público entregado.
Sin embargo, la cosa deja de ser tan emotiva cuando el niño
comienza a coger vocabulario y ya no hay quien lo calle. Ni de día, ni de noche
ni de madrugada. Ni jugando, ni viendo la tele, ni comiendo, ni en la calle, ni
en casa, ni en el banco, ni en la consulta del pediatra. Nunca. Jamás. Y ya
todo son oraciones y algunas hasta con subordinadas, eso sí, con el orden del
revés y algunos vocablos a lo Nell que nadie podría descifrar, pero oraciones
al fin y al cabo. Oraciones que enganchan con otras oraciones y otras, y otras
más, hasta que a la madre empieza a caérsele el pelo a manojos y recuerda –con
cariño y nostalgia- aquellos tiempos en los que el ‘ajo’ era lo único que salía
por esa minúscula y ahora gritona boca.
Porque eso es otra, el nivel de decibelios que logran
alcanzar en sus maratones dialécticos sobrepasan la barrera del sonido sin
esfuerzo alguno, lo que provoca, no sólo un pitido constante en los oídos de la
madre –un pitido que ya la acompañará hasta el final de sus días o hasta que
Dios oiga sus plegarias para quedarse sorda-, sino también la mirada de
desaprobación de los transeúntes –generalmente no-padres- con los que se cruzan
a diario.
Al principio, yo empleaba todas mis fuerzas –que no son
muchas, para qué nos vamos a engañar- en hacer que la pelirroja pareciera una
niña bien y no lanzara alaridos a destajo, al menos, no en sitios públicos y me
debatía entre llamadas de atención, amenazas variopintas, maniobras de
distracción -con ridículo maternal incluido- y sobornos en forma de chuches o
chupete, sin duda, el silenciador más eficaz.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y que mis reservas
de energía van decayendo, he de reconocer que tengo este asunto algo más
descuidado y, en ocasiones, paseamos por la plaza de la Constitución envueltos
en el griterío propio de sus extrañas historias, que habitualmente mezclan
–como en un mal sueño y en una sola oración- a Bob Esponja y a Tarta de Fresa con
la negativa a ir al cole y con lo mucho que quiere al abuelo, todo a voz en
grito y ante la mirada estupefacta de otros paseantes.
En otro tiempo, me hubiera sonrojado y deshecho en maquinar estrategias
para frenar la verborrea chillona de la pelirroja y así salvar nuestro honor de
familia bien, pero ahora, que apenas tengo fuerzas para mantenerme en pie, me
regocijo secretamente de compartir con mis conciudadanos el tormento de criar a
una niña con incontinencia verbal –como todos a los dos años y poco, imagino- y
que de esa manera, no sólo entiendan la mala vida que soporto sino que, además,
admiren el hecho de que no me hayan ingresado sine die en una clínica de salud
mental… Aún.
No sabes como te entiendo,es mas por un momento pensé que estabas contando mi vida,salvo en un pequeño detalle,yo tengo un pequeño rubio y no una pelirroja.Cuantas veces me he dicho a mi misma y a los demás para que engañarnos,la siguiente frase Y YO QUE TENIA MIEDO DE QUE SE QUEDARA MUDO,ESTE NIÑO CUANDO VA A HABLAR.Y si, un buen día empezo y hasta hoy,pero sabes que te digo que en algunas ocasiones tiene cada salida que me alegra el día,si no fuera por sus pequeñas historias,su inocencia y esa imaginación desbordante seguro que me quejaria por ser un niño de lo mas soso.Gracias a Dios espero que no cambie nunca,por eso lo quiero tanto.Un beso guapa.
ResponderEliminarSí que son graciosos con sus ocurrencias. El otro día, la mía empezó a contarme un cuento surrealista con princesas y gatitos rosas la mar de entregada... eso sí, a gritos...
EliminarAnda de que te quejas,si es la alegría de tu casa........tanto silencio pa qué!!je je........
ResponderEliminarNi ver un ratito de telebasura me deja... Pero tú ríete, que en nada las tienes a dúo!!
EliminarMuy bien escrito, Flor. El mío mayor, con sus 2 años recién cumplidos, sólo dice mamá, papá y agua, aunque esta semana santa se ha soltado y dice: leche, moco, nube, Elly y Loula. Estoy emocionadísiiiiisima. Todavía no he llegado a tu etapa, evidentemente. jeje. No entiendo cómo no subes puestos en el algoritmo con los posts que tienes tan buenos, en cantidad y se ve que tb tienes muchísima visitas..:s
ResponderEliminaramo a la pelirroja, es genial. Tú también eres maja, no seas envidiosa jajaja
ResponderEliminarPues que suerte!!!! Mi hija tiene dos años y medio (es de diciembre de 2009) y no habla casi nada. Lo más largo que dice es "Donde esta XXXXX?" o similar. Lo más normal es que diga una o dos palabras. Y es normal, vamos, que no le pasa nada raro, simplemente va un poco más retrasada de lo habitual en esto de hablar... YO ESTOY DESEANDO QUE HABLE de una puñetera vez. Encima es la pequeña de clase y claro, las comparaciones son odiosas pero inevitables e inconscientemente la comparo con los otros niños "Pues Pablito sólo tiene 2 meses más y habla por los codos, es más, diferencia todos los colores y sabe que es grande, pequeño y mediano y mi hija ni siquiera entiende el significado!!!!". En fin..... así que mira tu que suerte, que la niña te ha salido muy espabilada.
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