lunes, 4 de enero de 2016

La Navidad es el mal

Desde que llegó la Navidad he envejecido como cuatro años de golpe y no cuatro años normales, cuatro años como de supervivencia en un campo de refugiados, porque con estas cosas pasa como con las castañas o las series españolas, que huelen mejor de lo que saben -y a veces ni siquiera huelen bien- y después de meses lampando por la llegada de las fiestas, me veo inmersa en este tsunami de tortuosas actividades familiares, con overbooking en las calles, señoras de pelo cardado que arrasan como si fueran jugadores de rugby, dos pelirrojos hiperactivos pegando voces y despareciendo entre el gentío y yo con las constantes vitales de un cadáver del siglo XIX pero con la tensión nerviosa de Ylenia en Gandia Shore.

El otro día, por ejemplo, fuimos a hacernos la tradicional foto con el paje real de El Corte Inglés, al que solemos acosar cada año para hacernos la foto en pandilla, esto es con mis sobrinos, mis primos, mi madre, mi hermana, mis tías y sursum corda, para terror del paje que ve amenazada su integridad física y la del mobiliario que lo rodea.

Por supuesto la primera tortura empieza por llegar a encontrarnos todos en el punto acordado, que con mi familia suele cambiar como seis veces en una hora y todo en un maremagnum de subidas y bajadas de escaleras mecánicas, como en una película de Benny Hill, whatssaps surrealistas, llamadas infructuosas, colas de carritos en el ascensor, niños despistados que se enganchan a familias ajenas y agentes de seguridad locos por terminar su turno y perdernos de vista.

Pero al final logramos encontrarnos e incluso hacernos la foto y para celebrarlo decidimos no ir a cualquiera de las dos millones de cafeterías que hay al lado a comer chocolate con churros sino, aún no sé por qué maquiavélica razón, a una que está como a dos años luz, lo que tirando de mil niños salvajes es como hacerte un Planeta Calleja.

Como no había mesas grandes, tuvimos que sentarnos en tres diferentes y hacer como que no nos conocíamos, lo que a mí me vino de escándalo por poder dejar a Cigoto a su suerte, comiendo churros solito como un señor, sin más compaña que la de sus otros primos abandonados también a su suerte, hasta que descubrió el cuarto de baño como quien descubre la tumba de un faraón egipcio, abandonó el mundo del churrerío y se dedicó a guardar cola en la puerta y entrar a cada salida para meter las manos en el water y mondarse de la risa y de la infección bacteriana tan mala que le iba llegando al cerebro.

A todo esto, la pelirroja riendo y llorando a intervalos similares porque no la habíamos dejado montarse en unos renos mecánicos e infernales que había junto al paje ni en los roscos en los que el año pasado casi perdió los piños y la honra. Y así entre el coqueteo con la sífilis del benjamín de la casa y el drama de la primogénita pude terminarme mi cocacola mientras hacíamos cónclave sobre los menús de las comidas familiares, mi prima trataba de contarme su viaje a Holanda, mi primo iniciar un debate sobre los pactos de gobierno, los niños matar a alguien de un empujón a traición y yo hacerme la muerta hasta después de Reyes.

Pero no podía ser. Nos quedaba el camino de vuelta como los peregrinos de Tannhäuser hasta los malditos renos mecánicos, que a pesar de mi negativa feroz habían acordado a mis espaldas. Y así nos vimos, persiguiendo a los cinco niños montados en cuatro renos percherones y deformes por los alrededores de El Corte Inglés donde se reunía la mitad de la población mundial que fue sometida a amputaciones variadas a base de renazos en los pies y en las partes nobles.

Cigoto no conducía, pero iba montado en el reno del primísimo aparentemente a salvo, pero dada la poca agilidad de los niños de mi familia, acabó cuatro veces estampado contra el escaparate de los bolsos en plan butrón casero, mientras la pelirroja le reventaba los meniscos a una familia completa que arrasó a su paso ya que aprendió a conducir pero no a frenar y allá iba sesgando vidas a su paso, todo ello mientras yo pedía disculpas entre la muchedumbre con los brazos en alto como un hare krishna y mi tía asaltaba cual jinete experto el reno de su nieto que andaba desbocado calle abajo para terror del gentío.

De cómo me tocó arrastrar a los renos moribundos una vez que se acabó el tiempo y su batería hasta desencajarme la clavícula, de cómo continuó la fiesta en las cadenitas y en los coches de monedas con asalto de niños ajenos incluidos para violencia callejera de Cigoto el justiciero, de cómo la pelirroja se perdió y estuve al borde del infarto o cómo consiguió el pelirrojo colarse en una atracción no permitida por su edad, escalar y sentarse en el carricoche con cara de suavón sin que nadie se diera cuenta… serán historias que tendremos que dejar para otro día… o para la consulta el psiquiatra.

PD. Mañana llegan los Reyes e imagino que en la carta, junto a las lipoesculturas y a las nannys filipinas, habréis incluido mi libro 'Suegra no hay más que una', noooo????? Es un regalo imprecindibleeeeee... Si no, aún estáis a tiempo, amores. En el Corte Ingles, La Casa del Libro, FNAC, Amazon... Así veréis que vuestra suegra no es tan mala! jajajja... Felices Reyes Magos!!

4 comentarios:

  1. Aquí por fin han acabado las navidades, como no se hacen reyes los regalos los trae Santa Claus y podemos volver a la bendita rutina un poco antes que en España. ;)

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  2. No tengo ni idea de qué renos hablas. Me has dejado intrigadísima!!! A mí la Navidades me estresan en general, y eso que ni las celebro demasiado ni tengo niños. Besotes!!!

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  3. Apuntado:
    Evitar el CI a1kilometro hasta el 7.1. a partir del año que viene hasta...que la niña tenga 15 años. Hacerse loca si la niña pregunta por los pajes, renos o algo parecido.
    Lo añado a mi proposito de mentirle sobre la inexistencia de los carricoches de la feria tantos años como sea posible.
    A los Reyes les pido que le rompan los 4 dientes que le estan saliendo a la vez para dormir una noche sin fiestas nocturnas e intentos de vomitar el Dalsy.... Feliz año preciosa!

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  4. No me esperaba menos, sinceramente, ya me tardaba un post de estos...jajajaj. Pero mira, con cuatro años más encima y todas las consecuencias, no me digas que la cara de cigoto y pelirroja no han valido la pena, es que estoy segura de que ellos han disfrutado de lo lindo. Yo lo siento, pero la manía esa de llenar centros comerciales con esa cantidad de animales, algunos tan mal clonados, me supera, menos mal que a los churumbeles ya les llegan los pies al suelo, es una excusa que me funciona.La de los churumbeles. PD- yo te pido un segundo libro, que no me digas que no tienes material para rato...Feliz reyes!!!

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