Ya os he dicho alguna vez que el whatssap sólo me causa
problemas, básicamente porque los mensajes me llegan a horas intempestivas
cuando ya no levanto cabeza del cansancio de esta doble maternidad y se acaban
aprovechando de mí y de mi incapacidad de reacción.
Así, el otro día unas amigas me liaron para ir a la playa. Y
no a la playa a tirarnos en la hamaca con un mojito en la mano, sino a la playa
con niños. Con muchos niños. Que otra cosa no pero en esta pandilla, fértiles
somos un rato…
Como ya no tenía la excusa de la cuarentena –de la que me
libré el pasado lunes, ya os contaré- y estaba con seis horas de sueño en el
cuerpo, pues me líe, bueno, me liaron y casi sin darme cuenta me vi haciendo
macutones con toallas, bronceadores, cubitos y hasta un tupperware con nuggets
para que la pelirroja pudiera hincar en diente entre baño y baño y
achicharramiento de espalda.
Por supuesto sólo me llevé a la pelirroja, que el cigoto
además de muy pequeño es blanco como la leche –y como su hermana- por lo que en
mi mente de madre perturbada, y por aquello de volver a ser monomadre, me
pareció que la cosa iría sobre ruedas. Pero no.
Después de llenar dos bolsos nivel paso del Estrecho,
cargarlos cual sherpa sobre mis maltrechas espaldas, pasearnos en bus mientras
la pelirroja le daba la chapa a un muchacho con piercings, equivocarnos de
parada y hacer la caminata bajo el sol del desierto llegamos a la playa donde
nos esperaba el campamento rumano que mis amigas habían tenido a bien montar.
Una sombrilla fucsia con volante –por si acaso no se nos
veía-, una especie de tienda de campaña espacial para los más pequeños que
ocupaba media playa, veintisiete toallas extendidas comiéndole el espacio vital
a una pobre señora que hundida en su sillita nos miraba con pavor -mientras
mordía la arena que la pelirroja le echaba en la cara-, dos millones de palas,
rastrillos, regaderas, cubos, manguitos, flotadores XXL de propaganda,
minitablas de surf esparcidas a modo de macroinstalación artística y lo que es
peor, siete niños gritones… nos esperaban saltando cual chinches enfurecidas en
la orilla.
Y todo fue caos. Los más pequeños atrincherados bajo la
sombrilla, temerosos de ser lanzados al agua, sudando como pollos, los mayores
tirándose al agua con los megaflotadores, salpicando agua y estrés hasta al
apuntador y partiéndole los tobillos a los bañistas con la minitabla de surf de
corcho... y la pelirroja con su tono de piel fluorescente, corriendo como las locas
con sus manguitos de Barbie que le vienen pequeños, del agua a la sombrilla, para
matarse viva por una pala y una regadera, y de la sombrilla a la arena de la
orilla, a dibujar con un palo presuntos dibujos, y de ahí nuevamente al agua, a
nadar como un perrillo histérico hasta los primos asalvajados, no sin antes
llenar de tierra a media playa, caerse de rodillas quince veces e hincar la cara
contra la arena otras quince.
Y yo con los ojitos güertos de cansancio repartí mi tiempo
entre bañarme en postura alcayata con la ridícula idea de plegar la cicatriz y
que no me entrara agua -sí, ya lo sé, estoy majara-, compartir tres frases
inconexas con mis amigas, cada una con su poquito de estrés maternal y sin ni
siquiera fingir escuchar a la otra, beberme tres cocacolaszero calientes de
ésas que pican, almorzar arena con un poco de carne fluorescente, enyesar a la
niña con cremas del 50 cada tres minutos y quemarme a trozos en los lugares más
insospechados, que este blanco nuclear que llevaba –o color de papa que diría
mi amiga Sandra- no podía traerme nada bueno.
Tras tres horas de tormento playero en plan persecución de
Benny Hill sin sentarme un momento –ni yo ni nadie-, dos toallas chorreando con
un peso de siete toneladas cada una, una pelirroja achicharrada y arena hasta
en la matriz, decidimos huir a casa con el consecuente trabajo forzado de
desinflar manguitos, flotadores, quitarle a la niña los tres kilos de arena del
bañador, herniarme en los lavapiés para dejarla peor de como iba, tirarme un
Calippo encima y desear la muerte.
Y por fin llegamos a casa, cansadas como si llegáramos de la Ruta Quetzal, sucias como
recién salidas de una mina boliviana y achicharradas cual guiris playeros, para
escuchar al pater desde arriba de la escalera decir aquello de ‘Qué bien os lo
montáis, chicas, si venís hasta morenas’.
Menos mal que al final nunca di aquellas clases de tiro.
Jajajaja. Menudo día!!! La vecina de la sillita debía estar entretenida. A mi me pasa cuando voy a la playa y tengo al lado mogollón de gente así, que me quedo embobada mirándolos y riéndome de sus aventuras, jaja. Para los demás, es entretenido. Para ti en este caso, no tanto...
ResponderEliminarBesos!
Yo creo que la mujer tenía miedo y más de vernos regañar a los nenes como fieras... Pensaría, digo algo y me agreden! jajajaja Pobre mujer!
EliminarJajaja, llorando de la risa me tienes! !!
ResponderEliminarLo mejor para empezar el finde. .. una historieta de las tuyas. Creo que las de playa son las que más me gustan.
Besitos, la próxima vez irá mejor. ...o no:-)
Tener tengo que ir!! Que estoy blanca, pero tengo taaanto miedito!
EliminarJajaajajajajjajajajajjaa la playa con niños debe ser lo más parecido al infierno jajajajja es que no puedo parar de reirme
ResponderEliminarAún tengo pesadillas!! jajaja
EliminarA mi una vez se me ocurrio la genial idea de ir a la playa con mi niña de dos años....mas nunca!!! despues de eso, espero por mi marido y mi cuñada u otr@ agregado que se anime!!
ResponderEliminarPD:animate a hacer un post sobre las ridiculas canciones que le cantamos a los bebes para dormirse...a mi hija le encanta que le cante "El vino que tiene Asunción no es tinto ni blanco ni tiene colooooor...." a saber de donde saco la canción, pero me la pide como si estuviera en un concierto de Alejandro Sanz esperando por "corazón partio"
Jajjajajja... No es exactamente lo que pides (que lo haré porque el asunto tiene miga) pero he aquí algo parecido
Eliminarhttp://hijanohaymasqueuna.blogspot.com.es/2013/01/canciones-infantiles.html
Jajaja! Me ha entrado un estres horrible solo de leerte!! :-) Unete a mi club de "nunca mas..." Yo ya tengo "Nunca mas ire sola al parque con los minis y dos patinetes" "Nunca mas ire sola al parque con los minis y dos bicis" "Nunca mas..." jajaja!
ResponderEliminarJajjajajajja
Eliminarlo que tenéis que hacer es llegar a casa con una sonrisa de oreja diciendo lo maravilloso que es ir con los niños a la playa y así otro día que los paters vayan con ellos y vosotras os vais de compras,a tomar algo o a daros un masaje balinés.Tu grupo se parece al mío que el año pasado engendramos 4 retoños de 7 féminas posibles jaja
ResponderEliminarEso haremos!!!
Eliminarjajajaja que buena eres!
ResponderEliminarGracias!!!
EliminarSi es que no hay como un día de playa para relajarse. Ejem.
ResponderEliminarBesotes!!!
Lo mejor... jajaja
EliminarYo cuando voy a la playa voy cargada de bolsos, mi marido dice que parece que me voy un año de vacaciones.
ResponderEliminarPues la próxima vez te vienes con nosotras y no desentonas!! jajaja
EliminarJajjajaaaa!
ResponderEliminarTe leo desde la playa y estoy sola con mis tres hijas por que mi marido está en la ciudad trabajando!!
Y lo que comen las criaturas! Cada rato tienen que tomar algo, de tanto ejercicio y tanto beber, paseítos al bańo...
Eso si, cada una su toalla y a la sombra de un árbol.
Pues eso es menos malo que lo mío!!! Te voy a mandar a la pelirroja para que os distraiga de tanto relax! jajjaa
EliminarA mi la playa me causa espanto y no sé si tengo una niña o un pez.
ResponderEliminarVendrán tiempos difíciles, dios me pille confesada! jajajajaja